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ESCAPARATES
El filósofo Hegel escribió que «la
contradicción es la raíz de toda manifestación vital». Si entendemos esta
sentencia como algo transcendente, buena parte del argumento de Greta
(2007), la novela escrita originalmente en euskera de Jasone Osoro (Elgoibar,
1971), muestra esa actitud irreal de las cosas o, incluso, la búsqueda de otra
identidad, vivencias que desembocan en el desamor y en esa suma de
contradicciones que, de alguna manera, provocan reacciones distintas en el ser
humano y conforman nuestra verdadera existencia. Oscar, Greta y Ana forman un
curioso triángulo en el que, más que una historia de amor, se cuenta la
angustia existencial que sufren cada uno de ellos en su vida. Lo más
sorprendente el personaje que da título al libro: un maniquí con el que, el
joven Oscar, mantiene una especial relación que se remonta a su pasado
inmediato y a sus recuerdos familiares, a un antiguo bazar, negocio regentado
por su abuela Lola, lugar donde siempre ubicó a Greta. La obsesiva relación del
joven adquiere tales dimensiones en la historia contada por Osoro como para
montar toda una trama en torno a este fetiche, capaz de romper el equilibrio
humano entre los dos jóvenes amantes.
Oscar se debatirá entre esa dicotomía que
supone el auténtico amor a Ana y esa especie de deuda que tiene con su pasado
familiar, representado por Greta, aunque el personaje a lo que, realmente, se
enfrenta es a su propio miedo, a ese extraño sentimiento que reina sobre su
vida y se convierte en una especie de deseo al revés. Cuando el joven entiende
que su relación ha llegado a un callejón sin salida, decide salir de una
sociedad ortodoxa en la que siempre ha vivido y viajar a la capital para
buscarle un escaparate a su maniquí, pero la realidad más recalcitrante es la
de encontrar su identidad y poder así construir un futuro junto a Ana.
Con un diálogo perfectamente ejecutado,
la novela fluye a lo largo de los tres capítulos que encabezan sus
protagonistas, para que cuenten de primera mano sus experiencias. En la ciudad,
otro mundo se asomará a la vida de Oscar y, superada la prueba, el relato
termina con un brevísimo epílogo, en realidad, un guiño humorístico que le
otorga el sentido último a la historia. Cierta técnica cinematográfica recuerda
al mejor García Berlanga en su tratamiento, en realidad un alegato a la soledad
e incomunicación de la raza humana que Osoro explicita, con una perspectiva
distinta, no excluye el erotismo esgrimido por el cineasta valenciano en
secuencias de sus mejores películas pero que, en Greta, la narradora
dulcifica con humor y hasta lo subraya en un personaje secundario, Smoke,
cuando este contempla, sobre la cama de un mugriento hostal, una lámina, El
beso, de Klimt.
GRETA
Jasone
Osoro
Barcelona,
Seix-Barral, 2007
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