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lunes, 27 de julio de 2015

Desayuno con diamantes, 46



        Cuando se cumplen quince años de la desaparición de la narradora salmantina, un recuerdo de su labor e inquietudes literarias.
Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925- Madrid, 2000).

VISIÓN DE CARMEN MARTÍN GAITE 


       La función que la escritura ocupó en la construcción de la identidad de Carmen Martín Gaite, sus intereses, conferencias y viajes, o su espacio y lugar en la narrativa contemporánea, conforman este volumen que José Teruel y Carmen Valcárcel han titulado, Un lugar llamado Carmen Martín Gaite (2014) y que constituye el merecido homenaje a esa figura polivalente y compleja que ocupó la segunda parte del siglo XX en la literatura española. Sobre Carmen Martín Gaite se ha escrito tanto como se merece una mujer que dedicó toda su vida a la literatura. Empezó a escribir en los años cincuenta y en su obra resalta su interés por la incomunicación y como consecuencia para evitarla, la búsqueda de interlocutor aunque haya que inventarlo; la utilización de la memoria y el mundo de los sueños fue su forma de conocimiento interior, o el proceso de escribir su única preocupación literaria, y sus inquietudes por los problemas de las mujeres como tema literario. La percepción que la autora tiene de sí misma es la de poco agresiva, modosa, pero rebelde; capaz de darle vuelta a todo, sin necesidad de levantar la voz o defender causas equívocas. Es el retrato de una Martín Gaite en los años cuarenta que vivió durante décadas en una apariencia y se fue adaptando a las modas y formas de cada momento, que nunca llamó la atención, salvo con su literatura, porque escribió sobre los problemas, inquietudes, contradicciones, miedos y deseos de las mujeres españolas de su época.
        La joven Martín Gaite publicaría sus primeros poemas en la revista universitaria Trabajos y días mientras estudia Filosofía y Letras en Salamanca. Llega a Madrid con la intención de escribir su doctorado, y colabora en periódicos y revistas de la época, pero sobre todo entra en contacto con un grupo de escritores jóvenes a los que Josefina R. de Aldecoa llama Los niños de la guerra (1983) que formarán la calificada generación del 50. Su primer cuento “Un día de libertad” (1953) lo publica Revista Española, y “El balneario”, ganaría el Premio Café Gijón 1954 y aparecerá junto a otros tres cuentos, “Un día de libertad”, “Los informes” y “La chica de abajo”. Desde entonces y hasta 1962 seguirá escribiendo relatos breves que publica en 1960, en el volumen, Las ataduras, y en 1978 recopila todos sus Cuentos completos, donde explica sus inquietudes y temáticas variadas: “La rutina, la oposición entre pueblo y ciudad, las primeras decepciones infantiles, el desacuerdo entre lo que se hace y lo que se sueña, la incomunicación y el miedo a la libertad. Todos ellos pertenecen a campos muy próximos y remiten, en definitiva, al eterno problema del sufrimiento humano, despedezado y perdido en el seno de una sociedad que le es hostil y en la que, por otra parte, se ve obligado a insertarse.


         Carmen Martín Gaite, como sus compañeros de generación, escribe sobre lo que ve, con esa manera tan suya de revelar sin molestar, y nos invita a mirar en los problemas que afectan al ser humano, sobre todo a las mujeres. Con su primera novela Entre visillos (1957) se embarca en esa faceta de mostrar, criticar, romper y componer que tanto caracterizará al resto de su obra, tanto narrativa como ensayística. La novela muestra la vida de un grupo de chicas adolescentes de clase media en una ciudad provinciana en la España de los cincuenta, a través de una existencia anodina, tediosa y rutinaria dominada por las tareas domésticas, los bailes en el Casino, el cine y la iglesia. El lector entra en un mundo de ficción (aunque tan real) en el que en términos existencialistas las mujeres existen para el hombre siendo “eso otro”; su vida gira en torno a sus deseos y humores y su existencia se vacía, nunca llega a ser plena. Por otra parte, sigue las técnicas de la novela social, con predominio del diálogo sobre la descripción, subrayando el aspecto colectivo sobre el individual y la condensación y actualización del tiempo: la acción transcurre entre septiembre y diciembre, y los acontecimientos en el marco los cincuenta. Sin embargo, hoy con una mayor perspectiva, revela que estas mujeres sufren la incomprensión de una sociedad que las reprime y margina convirtiéndolas en un estereotipo de la época. En 1974 después de un silencio narrativo de doce años, Martín Gaite publica Retahílas, una novela estructurada en torno a un diálogo formado por dos monólogos encadenados: durante una noche de vela, mientras esperan que la muerte se lleve a la abuela, tía y sobrino, Eulalia y Germán, dan rienda suelta a sus recuerdos y confrontan sus respectivos roles, trascendiendo a lo individual.
        Los ochenta son años de desencanto, un desencanto provocado en la narradora por el conflicto vivido entre un divorcio de ideas y de comportamientos, es decir, la revolución que supuso el final de franquismo, desde el lado de lo imaginario. Las ilusiones que muchos españoles pusieron en los cambios prometidos por el partido socialista en 1982 que, pronto, se trocaron en desilusión al ver que lo prometido en su eslogan electoral, cambiar el país y los comportamientos públicos, se asociaron de alguna manera al tópico existencial del buen vivir, optando por una vida sin compromisos ni sobresaltos y asumiendo un conformismo total que se manifestó en un conservadurismo de conducta y de pensamiento. Este desencanto lo expresa en su novela, Nubosidad variable (1992), en la que el marido de Sofía, una de las protagonistas, es un conformista que vivió la represión franquista y luchó contra ella, y ahora dirige el país enfundado en un traje de marca, asiste a cócteles y exposiciones de pintura donde cierra negocios y consigue conquistas, o sus conversaciones giran en torno a un denominador común: el dinero. Y lo mismo ocurre con, Lo raro es vivir (1997), un paso más en la creación de ese mundo dual y por primera vez en su narrativa, se plantea la posibilidad de un matrimonio feliz basado en la diferencia dentro de la igualdad. La historia la cuenta Águeda, la protagonista, en primera persona. Su madre, con la que siempre mantuvo una relación muy difícil, acaba de morir y Águeda es requerida por el médico que atiende al abuelo para que, por una vez, dado el precario estado de salud del anciano, suplante a la madre y se presente frente a él, ya que la noticia de la muerte de su hija podría ser fatal para su salud. Petición que obliga a la protagonista a desenterrar viejos recuerdos mediante un doloroso proceso de autoanálisis y autocrítica, y a entender mejor la tortuosa relación con una mujer que se llevó con ella su infancia.
        Un lugar llamado Carmen Martín Gaite ofrece distintas topografías de la escritora, el análisis de su poética y la función que la escritura ocupó en su vida, además de la variedad de intereses y temas que centraron su mundo literaria. Y capítulos dedicados a su genealogía, sus dificultades como escritora novel, la visión norteamericana de su obra, con publicaciones de la MLA, editadas por Joan L. Brown, o los trabajos de Pozuelo Yvancos, Calvi, Ródenas Moya y Pittarello que reflexionan sobre la construcción identificativa de Carmen Martín Gaite. María Dolores Albiac y Ana Garriga Espino examinan las parcelas de su producción intelectual: sus investigaciones sobre Santa Teresa y el XVIII, particular reacción de la autora frente a la educación recibida durante el franquismo. La edición de Un lugar llamado…se convierte en una herramienta imprescindible donde la obra de Martín Gaite se despliega en las variadas y ricas direcciones en que se concretó su vida literaria, poesía, cuento, novela, ensayo, traducción y adaptaciones de clásicos, así como sus charlas y clases impartidas en un variado e intenso escenario universitario norteamericano. 










Un lugar llamado Carmen Martín Gaite; Ed., de José Teruel y Carmen Valcárcel; Madrid, Siruela, 2014; 214 págs. + Fotogr.

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