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domingo, 12 de julio de 2015

Hoy tomo café con…



Francisco Antonio Carrasco
“Mis cuentos son el reflejo de la realidad y las obsesiones de la época que me ha tocado vivir”.

 *Una notable recuperación, una amena y extensa charla sobre el género cuento, sus temas, estructura y demás caracteristicas con Francisco Antonio Carrasco, con ocasión de su último libro de cuentos, Taxidermia (2011).

     Francisco Antonio Carrasco (Belalcázar (Córdoba), 1958, es periodista, Licenciado en Ciencias de la Información, jefe de Cultura del Diario Córdoba, coordinador el prestigioso suplemento cultural y de libros, Cuadernos del Sur. Ha cultivado el relato breve, y tras unos primeros cuentos publicados en antologías y revistas, entregaría El silencio insoportable del viajero y otros silencios (1999), al que seguiría una propuesta más ambiciosa, La maldición de Madame Bovary (2007). Forma parte de la Asociación Cultural “Mucho Cuento”, un grupo de amigos empeñados en la difusión y promoción del relato. Con Taxidermia (El Páramo, 2011), Francisco A. Carrasco, elabora una auténtica metáfora sobre la incomunicación humana, la soledad, el surrealismo de nuestra existencia, aunque como no podía ser menos, con una profunda mirada repleta de humor, sarcasmo e ironía, con que sobrevivir en nuestro endiablado mundo.

Sus comienzos literarios fueron balbuceos en algunas antologías de cuentos, ¿se trataba de un entrenamiento o la necesidad de verse publicado?
        La creación es expansiva. Tiene que comunicarse, es su razón de ser. Y, sobre todo al principio, necesitas conocer la opinión de los demás, saber si lo que haces vale realmente la pena.

Su primer libro, El silencio insoportable del viajero y otros silencios (1999), ¿intentaba ser un repaso de un tiempo difícil?
        El silencio insoportable del viajero intentaba mostrar la intransigencia de la dictadura, las dificultades para sobrevivir en un entorno rural desde la óptica de los perdedores. Era una situación que conocía bien y quería mostrar. Pequeñas historias personales que conformaban la gran historia de un tiempo difícil, en el que, sin embargo, siempre quedaba un pequeño resquicio para la esperanza.

 ¿Por qué siente usted una necesidad imperiosa de narrar, precisamente, a través del relato corto?
        Me encanta el cuento. A veces digo que no escribo novelas porque no tengo tiempo, pero quizá no sea verdad. El cuento es la síntesis, la historia en estado puro. Cada palabra debe estar en su sitio, no debe faltar ni sobrar nada. Es como un puzzle, como una pequeña catedral gótica.

Y una vez instalado en el relato como expresión ¿cuáles serían sus pautas a seguir para conseguir un buen cuento?
        Es difícil explicar las pautas. Cada cuento es distinto. Suponiendo que tenemos la técnica necesaria para escribir y una historia que contar, es fundamental el punto de vista, que nos puede ayudar a hacer original la historia más simple. Y luego, apuntar, reflexionar, buscar un buen principio y un buen final, aunque después tengamos que cambiarlos. Y escribir. Una vez escrito, ajustar las palabras y añadirle lo necesario para que adquiera cuerpo y no se nos quede  plano.

Un largo silencio, y en 2007 aparece La maldición de Madame Bovary, ¿ofrece este libro, según usted, nuevas perspectivas?
        La maldición de Madame Bovary está en la misma línea que El silencio…, pero es mucho más duro, sobre todo porque, formando parte de un mismo proyecto, agrupa las historias más difíciles de contar. Unas historias en las que el espíritu de supervivencia se impone generalmente a la ética. El estilo ha madurado y está en condiciones de afrontarlas con precisión. Evidentemente, ofrece nuevas perspectivas estilísticas y de indagación psicológica y social.

 Lo real y la ficción acaban confundiéndose en algunos de estos relatos, ¿quizá fruto de una nostalgia y de ver la vida de forma distinta?
        Mis relatos son todos de ficción, aunque fuertemente anclados en la realidad, de la que se sirven incluso apoyándose en hechos concretos. No hay nostalgia de ese pasado. Si acaso de esos sentimientos tan fuertes que surgen en los momentos difíciles: de solidaridad, de amparo, de amor. 


 ¿Los cuentos de La maldición de Madame Bovary ofrecen pretensiones mayores a la hora de narrar, sobre todo en la segunda parte del libro, tal vez con ejemplos más breves, y por consiguiente más contundentes?
        Son cuentos difíciles, de una gran maduración estilística y psicológica, duros y contundentes, por supuesto. Algunos de ellos los escribí durante las manifestaciones contra la guerra de Irak. Se mezclaron el rechazo a la guerra con la realidad de la posguerra. Y la mezcla es explosiva en algunos casos.

El marco siempre es el mismo, Villaviciosa, ¿un espacio rural que podría estar ubicado en cualquier lugar de España?
        En efecto, en cualquier lugar de España. Villaviciosa es el paradigma de un pueblo de España en la época de la posguerra, con su incomunicación, con sus clases sociales, con sus relaciones de dominio.

 El dolor, la nostalgia, la tristeza, desembocan en frustración o desencanto, ¿es esa la incertidumbre a que se somete el hombre en todos y cada uno de los tiempos que vive?
        Evidentemente, todas esas circunstancias te llevan a la incertidumbre, pero no necesariamente a la frustración y el desencanto. Debemos intentar superarnos. Nosotros y nuestros personajes.

Ahora, con menos tiempo transcurrido, entrega una nueva colección de relatos, Taxidermia (2011), ¿había llegado el momento, o la necesidad de publicar un nuevo libro?
        Había llegado el momento, porque tenía las historias y una editorial dispuesta a publicarlas. Pero además tenía necesidad de publicar este nuevo libro porque es radicalmente distinto a los dos anteriores. Es casi como empezar de nuevo.

 En este caso, los relatos que componen Taxidermia son bastante más ambiciosos, la perspectiva humana es mayor, los temas más amplios y actuales ¿tenía  usted necesidad de ampliar horizontes?
        Tenía una necesidad enorme de ampliar horizontes, por supuesto, de mostrar la variedad de mis registros, de que podía hacer otras cosas. Y al escribir sobre la realidad actual, evidentemente la perspectiva humana es mayor y los temas más amplios, teniendo en cuenta, además, que muchas veces se elige una mirada surrealista o, utilizando una terminología más española, esperpéntica.

La variedad temática, también, es mayor: amor, desamor, violencia, hipocresía,  nostalgia, ¿Se trata de contar la vida misma?
        Todos esos temas están bastante tratados, desde luego. Aunque más que ellos, lo que me preocupa es la obsesión humana por ellos. No son sentimientos puros, son obsesiones. O sea: la vida misma.

Es notable, por otra parte, el sentido humorístico, sarcástico, de mofa en general en muchos de estos relatos, ¿es usted consciente de la falta de humor en la literatura española contemporánea?
        Estoy totalmente de acuerdo en que Taxidermia tiene un gran sentido humorístico. Y es verdad que hay muy poco humor en la literatura española. Somos demasiado trascendentales. Quizá por ello muchas veces me he preguntado si no me estaría pasando.

Algunos de sus personajes sobreviven, ¿vivimos, pese a todo, una época de incomunicación?
        Una época de incomunicación enorme. Cada vez conocemos menos a nuestros vecinos. No tenemos relación con quienes nos rodean. Y tampoco en el trabajo. Preferimos conectarnos con extraños a través de Internet, posiblemente porque es una relación que no nos compromete.

La crítica, en general, ha calificado su narrativa como realista, ¿cómo entiende usted ese concepto visto de la óptica de la narrativa breve?
        Casi todos los escritores somos realistas, porque escribimos sobre la realidad que nos rodea, aunque muchas veces utilicemos la fantasía y acabemos incluyéndola como un nuevo elemento de la realidad. Mis cuentos son el reflejo de la realidad y las obsesiones de la época que me ha tocado vivir.
¿Qué valor le otorga a la precisión escrita, a la palabra ajustada, a la medida exacta de cuanto pretende decir exclusivamente en sus textos?
        Todo. Cuando escribo una frase y me da la sensación de que una palabra no es la correcta, de que no aporta toda la significación que quiero, estoy dándole vueltas a la cabeza hasta que encuentro la palabra exacta. Un cuento generalmente es una obra muy pequeña y no podemos desvariar. Debemos decir con absoluta precisión lo que queremos.

¿Qué opina de la expresión: «terminar un cuento es saber callar a tiempo»?
        Estoy totalmente de acuerdo. No debemos ser demasiado explícitos. Tenemos que dejar al lector un margen para que interprete nuestra obra y le aporte nueva vida.

La extensión de sus cuentos es curiosa, entre apenas una página de “Madre” y casi una veintena de “El gran maltratador”; ¿cada una de estas extensiones favorece una atmósfera diferente?
        Desde luego, en los más pequeños has de ser más preciso y en los mayores te puedes recrear más en la escritura dejándole llevar por la historia, aunque siempre con el afán de la exactitud. Estamos hablando de cuentos.

¿Escribir un cuento es como viajar ligero de equipaje?
        Quizá, aunque llevemos un par de bolas de lanzamiento de peso en los bolsillos.

Y una última pregunta comprometida, ¿cómo ve usted la situación actual del cuento en el panorama literario español?
        Se va avanzando, aunque muy lentamente. Cada vez hay más autores dedicados al cuento y empieza a tener un público entusiasta. Pero las grandes editoriales no se dan por enteradas y resulta muy difícil publicar. De todas formas, tengo fe en el futuro. Pero eso sí: debemos ofrecer propuestas originales y de calidad.

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