DIEGO GRANADOS
PAISAJE ESPIRITUAL, REALIDAD VIVA
Diego Granados (Albox, 1915) entiende la escritura
como una verdadera vocación. Ha sido marido, padre, viajante de profesión,
dinamizador cultural de una zona tan deprimida como es la Cuenca del Almanzora y,
sobre todo, escritor. En estos últimos años, transcurridos esos oscuros años de
silencio, con el bagaje de un larga experiencia y el tesón que han
caracterizado a su persona ha dado a la imprenta una importa obra poética,
narrativa y ensayística. En la década de los 70 fundó la revista literaria
Batarro que, muy recientemente, cumplía sus 25 años de presencia en el panorama
literario almeriense.
¿Sigue aún vigente esa máxima suya, de la que alguna
vez hemos hablado, de concebir la escritura como una vocación?
Sí, ¿es
que hay alguien que pueda considerarla de otra manera? Me refiero al modo
literario porque redactar catálogos comerciales o disposiciones
administrativas, aunque también este comprendido dentro de la escritura, creo
que no tenga nada que ver con tu pregunta.
Haciendo
repaso a su bio-bibliografía me encuentro con que los años setenta fueron una
fructífera década de labor literaria y dimensión cultural. ¿Cómo resumiría hoy
esos años?
A veces
pienso en ello y no le encuentro explicación. Eran tiempos difíciles para mí en
el terreno particular y no sé, no llego a comprender de qué me valía para robar
tiempo al tiempo y motivos creadores a mi atención. En ocasiones llego a la
conclusión, quizá precisa, pero no muy recomendable, de que la vocación
desbordada puede convertirse en vicio. ¿Qué otra cosa es la drogadicción,
incluido el alcoholismo, que una falta de control de la voluntad, al principio,
si no intencionada sí dentro de la confianza de poder encasillarla en cualquier
momento dentro de nuestro deseo y después avasalladora, en busca de un placer
no encontrado en la vida normal? ¿Qué otra cosas es el éxtasis que un
desbordamiento de espiritualidad? La satisfacción interior y plena disculpa los
medios por los que se alcanzan las cosas.
El Primer
Congreso de Escritores Andaluces en 1976. ¿Sigue pesando aún hoy esa
convocatoria en el panorama literario? ¿De qué manera cambió el panorama
cultural en la Cuenca
del Almanzora?
En
realidad me haces dos preguntas, prefiero referirme, en primer lugar, a la
segunda. Ni poco ni mucho, el Congreso, a pesar del eco que tuvo en la prensa
nacional (hasta La Codorniz,
aquel semanario humorístico, nos dedicó algún párrafo) pasó desapercibido en
nuestra comarca, ¿motivos? Sobradamente razonables—ni indiferencia ni
desatención—sencillamente la consecuencia de la falta de riqueza natural de
nuestros pueblos que ha obligado siempre a sus habitantes a trabajar de forma
obsesiva hasta el extremo de no dejar hueco el cansancio para ninguna distracción,
ni siquiera en el ámbito cultural.
Refiriéndonos
a la otra, sí encontró la debida correspondencia en el panorama literario,
pudiéramos decir territorialmente generalizado. Si te he dicho que no hizo
mella en el panorama comarcal puedo hablarte de su persistencia, pero el caso
es que precisamente ahora —siempre con mis contradicciones—cuando estoy
personalmente acabado, recibo, cada vez con más frecuencia, de críticos e
instituciones, peticiones de datos sobre aquella olvidada efemérides; tendría
gracia que la viésemos convertida un Ave Fénix.
Creo que
he exagerado un poco mi primer juicio. No todo fue indiferencia, un escritor de
renombre dijo que si este Congreso se hubiera celebrado en una ciudad
importante y organizado por los profesionales de turno, a estas horas sus
conclusiones, más bien el Pregón para andaluces con que se anunció estaría
considerado como el catecismo político de nuestra Autonomía.
Después
de esta explicación creo obvio referirme a la primera parte.
Diego
Granados y Batarro van unidos indisolublemente con el paso de estos últimos
años. ¿Hasta qué punto? ¿Sigue vivo el recuerdo del compañero desaparecido?
Tu
pregunta la convierto en afirmación, aunque no sólo de estos últimos años, sino
desde su creación. A pesar de que en su primera época fue algo basado en el
entusiasmo y llevado a lo loco, y ahora es una Asociación formal, no en el
sentido de conducta sino en el administrativo, mi nombre no se concibe sin ir
como apéndice de Batarro.
Respecto
a Martín, el recuerdo entre los compañeros de la Asociación sigue y
seguirá siempre vivo. En mí, este recuerdo adquiere a veces tintes de emoción.
Empezando
a repasar su obra, el poemario Poemas de la noche (1989) actualizaba su
temprana vocación poética, ¿qué significa ese poemario en conjunto de su obra?
Creo que ningún poeta que se vanaglorie o al
menos se precie de serlo, deje de sentir en su inspiración la impresión de la Noche y del Amor.
Para mí estos elementos, sustentadores de la
vida en su carácter espiritual, son tan importantes como los de Empedócles en
el físico. Ciñiéndonos un poco a la pregunta, para mí, repito, son ramas
cardinales d ela Poesía, quizá más acentuadas en el lírica, pero en general de
cualquier intento poético: la primera como paisaje espiritual, la segunda como
realidad viva de este paisaje. Resulta obvio que te señale autores de todos los
tiempos que han cumplido con esta obligación literaria.
Cuando se me presentó ocasión de editar este
libro pensé, como es lógico, en darle unidad a su contenido, quizá influyó en
mí, para elegir éste, una frase litúrgica que me hizo mella y que,
precisamente, encabeza el poemario. También me pareció oportuno uniformar su
métrica y, de acuerdo con el sentido de mi intención, elegí el endecasílabo.
Seleccioné de mi profusa producción de tantos años los poemas que se adaptaban
al objeto perseguido y, como contaba el tiempo, plasmé otras diversas
composiciones para completarlo. No quiere decir esto que las improvisara—no
sirvo para eso—sino llevar a la expresión algunas ideas que bullen en mi mente
como las notas del arpa becqueriana.
En el conjunto de mi obra, puesto que me lo
preguntas, este poemario no significa o quién sabe si lo significa todo. Como
cualquier otro mis notas inspiratorias aparecen cuando pueden y donde pueden y
no esperan permiso de la atención para salir volando. En mi producción poética
no existe la parcelación del tiempo.
En su poesía se conjugan temas como la vida,
la muerte, la noche, la crítica social, la belleza, ¿se trata de recrear temas
universales o pretende ser original con el tratamiento de algunos de ellos?
Siento verdadero amor por las situaciones
extrahumanas, a veces tengo la impresión de estar prendido de ellas. Dios me
libre de caer, conceptualmente, en el prometeísmo de la originalidad. Desde el
primer balbuceo humano hasta hoy todo está dicho y más que dicho, mi aspiración
es, ha sido, de otro estilo: expresar de modo comprensivo todas esas
sensaciones que podemos llamar espirituales cobijándolas bajo el manto de esa
especie de trinidad de la belleza en que encierras tu pregunta, «la vida, la
muerte, la noche», aunque te ruego que no la profanes con ese cuarto tema «la
crítica social» que me ha sonado, más bien parecido una puñalada trapera a la
altura estética que la habías remontado.
Déjame que insista en esta contestación para
manifestarte mi iluso deseo de lograr en esa expresión ser yo, por lo menos
para mí, si quieres desnudo de toda gala circunstancial, pero saber o creer que
en ella soy.
¿Qué supuso para Ud. el Homenaje Poético Bahía
del Sur en 1991?
Algo inesperado y no sólo por no considerarme
merecedor sino porque en mi ingenuidad—no te sonrías, aunque parezca que no
cuadra con mi carácter adolezco de esta condición—creí siempre que esto era
algo reservado, no digo secreto, sino destinado a...
Para mí fue emocionante y hasta motivo de
vanidad. Sentí la impresión de que una mano amiga me ayudaba a superar
dificultades en este camino tan tortuoso de la vida literaria.
Una pregunta más comprometida ¿Se puede ser
poeta en los albores del siglo XXI?
Se puede ser poeta siempre, en cualquier
momento, pero precisamente has citado un período de verdad atrayente para
hablar de él, de este siglo preparatorio del próximo milenio. Encuadrándolo en
la historia, no encontramos en ella período, podríamos decir más en desorden
literario que éste.
Desde el novecentismo que, aunque visto en los
albores del siglo que comentamos, en cierto modo enlaza con el noventa y ocho,
con excepción de la pléyade de dramaturgos que supieron plasmar un delicado
humor, tan lejos de la ordinariez como de la ligereza festiva, y del extremo
grupo de narradores costumbristas que, junto con ellos llenaron el primer
tercio, a pesar de las altas individualidades aparecidas en él, no encontramos
una regulación de tendencias que nos permita estudiarlo debidamente, tanto en
su faceta comparativa como en la de sus fuentes o sus influencias en los brotes
nacientes.
Eso sí, cuando unos cuantos amigos—respeto
siempre, como te he dicho, las individualidades—se reunían en un determinado
período, en plan de peña, rotulaban sus charlas con el nombre de un autor
clásico al que agregaban el ismo correspondiente, por lo menos para ellos,
quedaba registrado, históricamente una nueva tendencia, generación, escuela...
Esta profusión de opúsculos creo que, en parte, ha motivado la situación que he
querido comentar. La regulación de estos altos valores y la clarificación de
algunos de ellos separándolos de las circunstancias históricas y sociales en
que se han visto envueltas es, a mi parecer el reto que tiene marcado este
siglo XXI, en su actividad literaria.
¿Hasta dónde debería llegar, pues, la
responsabilidad del poeta?
Es
una pregunta difícil de contestar. El listón es él quien tiene que situarlo y
su entorno quien debe juzgar si el salto ha sido dado con limpieza. ¿Algo más?
Temo caer en la divagación, pero... Se dice—Dios me libre de caer en la
especialidad crítica—que cuando el ser natural empezó a cobrar forma humana,
para ayudarse en el esfuerzo de transportar cosas pesadas o soportar largas
caminatas, empezó a emitir unos apagados y rítmicos sonidos guturales que le
ayudaban a dar un paso más y después otro y así... Con el tiempo, estos sonidos
primitivos convertidos en voces, cada vez más distintas entre ellas, pero sin
perder el ritmo, fueron hilándose naciendo de esta manera el canto, origen
indudable de la poesía al llegar a su mayor edad y poder prescindir de la
tonalidad sobre la que se apoyaban.
Desde
entonces hasta ahora, cuantos himnos de victoria, cuantas lamentaciones de tristeza,
cuantos versículos religiosos de imploración, cuantas expresiones de amor,
cuantas entonadas explosiones revolucionarias han encontrado en ella, en la
poesía, diversamente manifestada, su sostén. La duda surge en si esta belleza
expresiva de que hablamos se deriva de los acontecimientos citados o fue ella
quien los provocó. ¡Cuidado! No conviene adelantar opiniones que apunten a la
suposición del disparate. Si una arenga vibrante y oportuna es capaz de lanzar
voluntariamente a unos hombres al combate sin pensar si es la muerte lo que les
espera, por qué el tremendo atractivo d ela belleza hablada no ha podido
iniciar o ayudar a que se produzcan algunos de estos acontecimientos, desde un
incontenible arrebato de amor ante un poema lírico leído por el autor a su
amada al escalofriante avance multitudinario en el que ha prendido, como un
chispazo de justicia, ese poder del verbo hecho ira. Indudablemente, la poesía
y sus valedores, los poetas, han tenido y tendrán siempre, en el campo
espiritual de la vida, una indeludible y grave responsabilidad.
En fin..., no permitas que vuelva a
extraviarme, atájame sin contemplaciones cuando abuse de esta indefensa actitud
de la palabra.
En estos últimos años ha combinado su
expresión poética con la publicación de obras en prosa. ¿De qué manera pueden
separarse ambos espacios literarios?
¿Por qué esta pregunta? No hay manera se
separar lo que no está unido. La prosa, incluida la prosa poética (Juan Ramón)
se rige por sus normas y la poesía, incluidos los poemas narrativos (Alonso de
Ercilla) lo hace por las suyas, y, más que difícil, es peligroso salirse de
ellas.
¿No has tropezado nunca con algún libro de
versos y que, al leerlo, si te has visto obligado, te haya dejado la impresión
de un catálogo comercial?
Te repito que, aunque cubiertas ambos espacios
por el manto de la estética, cada uno puede, o mejor, exige, vivir separado.
Ud., ha realizado agudas observaciones a
través de sus cuentos, ¿la narrativa breve se presta más a expresar temas de
nuestro tiempo?
Celebro que me hagas esta pregunta. Aunque
todavía se cultiva la literatura infantil, aquella ingenuidad de «cuentos
infantiles» ha pasado de moda, hoy esos niños a quien iba dirigida apenas
aprenden a leer, saben lo que leen. Creo que el cuento en la actualidad se ha
convertido en muestra de arte mayor. Aportando de este género sobre el que
hablamos la faceta de relato que lo mismo puede ser histórico que legendario,
eventual o, simplemente, un reportaje, el mismo no cabe ya en la fórmula en que
todavía algunos pretenden encuadrarlo sino plenamente en el ensayo. El cuento
para un crítico perspicaz, es un artículo al que se le ha suprimido el
subtítulo genérico por temor a que el asiduo lector, no academicista, le cobre
miedo de altura en el pensamiento o de oscuridad en la comprensión.
Si te paras en su análisis o lees con
deleitada atención un cuento actual comprobarás que contiene una tesis: más
simple o más complicada, más superficial o más profunda, pero que impide pasar
la vista por él como un aperitivo literario. Precisamente aquí creo que está la
dificultad de su creación y es que después de saltar la chispa, ya convertida
en idea, a veces aparentemente pueril, hay que vestirla dignamente con el noble
ropaje del interés o el voluptuoso de la amenidad.
No es fácil, no, cultivar este género con el
respeto que merece.
La crítica ha señalado en sus colecciones de
cuentos una insistente preocupación por la forma ¿Hasta qué punto es importante
ese recurso para Ud.?
No capto del todo el sentido de la palabra
«forma» en el tono que tú la haces. Te refieres a la expresión gramatical o a
una uniformidad de estilo que pueda convertirse en norma.
Sobre mi primera observación, sin rodeos de
lengua, sí. He procurado siempre pulir las palabras y ordenar las oraciones
hasta la máxima perfección que mi capacidad cultural permite, pero... ¡ojo!
Siempre he creído y afirmado que existen dos formas de lenguaje: académica y coloquial, ambas dignas del mismo y máximo
respeto literario, aunque siempre apropiada cada una al tema que se desarrolla,
a la persona que lo emplea o al público a quien va dirigida. No quisiera que se
confundieran mis palabras y algo creyere que estoy distinguiendo dos grupos de
actores. Cualquier persona que reúna las mínimas condiciones debidas puede y debe
hacer uso de estas dos maneras de decir, lo que no concibo es que un orador en
una conferencia de altura científica o filosófica, como genialidad, en busca de
algún símil, intercale la zafiedad de algún chiste grosero, o que en nuestro
sencillo lenguaje de comunicación ordinaria se llegara a la desproporcionada
pedantería, para elogiar la obra de un artesano, de largarle el conocido
alejandrino de Rubén Darío: «Que púberes...».
En cuanto a la segunda, reconozco que soy un
escritor indisciplinado. No soy partidario de que el autor elija escuelas o
tendencias, de eso deben encargarse los críticos en la actualidad y en el día
de mañana, serenamente, los historiadores. Es tan difícil que una producción
personal completa quepa en los límites de una de estas tendencias cuando, a
veces, en un mismo poema o narración se pueden advertir muy claras estas
diferencias a que nos referimos.
Otra característica es el humor, entendiendo
éste como un aliviadero emocional que se extiende a toda clase de géneros
literarios, ¿es otra de esas constantes en sus relatos?
La verdad es que me haces la pregunta en un
tono que tú mismo la dejas contestada. A ella sólo puedo añadir un solo vocablo
en el que se cierran todas las largas explicaciones que pudieran hacerse sobre
este tema: sí.
En su obra El envés y la trama (1997) el misterio envolvía los ocho cuentos y,
además, una cita del maestro Poe ilustra el libro. ¿mantiene viva esa
conspiración para preparar el desenlace antes de que la pluma toque el papel?
Qué bella conspiración esa que me atribuyes
preguntándome por su supervivencia. Daría algo porque fuera una realidad y en
su caso merecería una especie de tratado para ser comentada. Si no temiera que
tu duro juicio me tachara de pedante me atrevería a glosar o mejor plagiar con
una pequeñísima y atrevida variación, la sentencia cervantina: «nunca la mente
torció los trazos de la pluma ni la pluma se revolvió contra la idea».
Para cerrar este apartado de su narrativa
breve, ¿Persiste aún esa idea de que el cultivo del cuento puede conducir
inexorablemente a la santidad?
Al oírte he sentido casi un sobresalto.
¿Cuándo he dicho que el cultivo de la literatura (cuento o cualquier otra
producción) puede llevar a la salvación? Y el caso es que además del sobresalto
me has dejado pensativo.
Se dice que para llegar a la altura
teológica—me parece anatema decir cumbre divina—hay tres escalas: la Verdad, la Belleza y el Bien. Tendría
gracia que, como resultado de esta broma, descubriésemos que, por dedicarnos al
que creíamos sencillo oficio de escribir, tuviésemos a nuestra disposición las
dos primeras y, en ocasiones, la tercera.
¿Qué hay de sentido de la vida, del dolor, de
diálogo con Dios, del paso del tiempo, de la muerte en el conjunto de su obra?
¿Y en qué medida?
Perdóname que, por una vez, no conteste
debidamente tu pregunta. Sería entrar en un terreno difícil, digo difícil, no
peligroso. Además, de hacerlo, hubiese preferido de mí, como autor, en lugar de
hacerlo de mi obra. Bástete saber que en este campo, por encima de teorías,
circunstancias y autoridades, mis ideas son radicales y, si cabe en ellas el
adjetivo en el que duermo tranquilo y confiado, optimistas.
¿Sigue enamorándose estéticamente de los
personajes que va creando y considerando esto un secreto particular suyo?
Oye, a la única persona a quien, en un rasgo
de humor, hablé de este secreto fue a ti, hace bastantes años y no recuerdo con
motivo de qué declaraciones, y ahora tú, como un pregonero me lo vas a vocear:
¡vaya faena!
Pues sí, sigo en mis trece viendo vivos a mis
personajes o quien sabe si dándoles yo la vida. Con ello no hago otra cosa que
igualarme a Pigmalión. Qué otra cosa hizo este rey, entre mítico y
legendario—ya ves que no remiendo de viejo en mis comparaciones—que enamorarse
de su obra, una estatua de marfil que iba esculpiendo, hasta quedar al final,
unido a ella, enamorado. Antes de que llegue el Día del Juicio Final debemos
comparecer todos en el Día del Sueño Final en el que cada ser humano dirá lo
que quiso ser en la vida. Yo, si me ponen objeción a haber querido ser
Tántalo...
Creo que los exegetas olímpicos interpretan
equivocadamente este mito considerándolo sólo como un castigo interminable,
cuando en realidad, superando el fondo legendario—al fin, eso, una
leyenda—¿existe a o se concibe belleza mayor que la ansiedad, no orgánica sino
mental, eternamente insatisfecha ¿Qué sería de un artista, de un pensador, que,
en plena vida, viera su obra completa, terminada? ¿Qué haría después?
Te quería decir—me he ido por esos trigos de
dios—que, de no haber sido Tántalo, me resignaría con ser Pigmalión.
Cuando esta entrevista se publique estaremos
en el siglo XXI: Un deseo humano y un deseo literario ante una época tan
repleta de nuevas perspectivas.
Tienes razón, aparte de tiquismiquis de si es
o no comienzo del Milenio, su redondeo numérico es atrayente. Ciñéndonos
nosotros a ese deseo de que me hablas—el otro, el humano, por su amplitud y
altura queda para plumas más competentes o autorizadas—el reto que encierra el
mismo, creo que te lo he dicho antes en otra pregunta, es la ordenación de toda
la producción del pasado siglo para poder estudiarla debidamente clasificada
por su concepto y estilo, y, junto a esto, el análisis de sus autores
representativos, desnudos de circunstancias históricas y sociales.
Aunque no me lo has pedido, si quieres que
este reto sea encauzado con criterio personal, pediría, con mi ingenuidad
acostumbrada que, como parece que los avances científicos nos van a privar de
la sonoridad o dibujo de la palabra que llegará el momento en que la idea, sin
intervención de la lengua o la mano, quedará hablada o escrita en el medio que
corresponda, que, al menos nos reserven una sola palabra para nuestro recreo
espiritual: la pluma. No me refiero, como comprenderás, al objeto sino, además de
su eufonía, al concepto que encierra y que durante siglos ha abarcado cuanto de
bello ha podido contener esta etapa de expresión que, con un sentido natural
parecía eterna y, sin embargo, está a punto de terminar.
* Esta entrevista se publicó en el
año 2000, cuando afloraban los días del nuevo milenio y Diego Granados seguía
cargado de proyectos poéticos y culturales propios. Pero lamentablemente nos
dejó un 20 de diciembre de 2002, huérfanos los miembros restantes de Batarro de
su magisterio, humanidad y entrega al mundo de la cultura.
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