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TERRESTRE OCÉANO
Ángel Zapata califica, los relatos de Tere Susmozas (Madrid, 1974), como un vibrante y
arriesgado acto poético que crea, en cada caso, su propio plano de
consistencia. Y es así como habrá que leer, y además, degustar el conjunto que
conforma, Terrestre Océano (2015),
creo que la primera incursión en la difícil y especulativa concepción de un
posible acercamiento al cuento y de sus innumerables posibilidades, porque como
ocurre tras leer estos relatos, muchos de ellos sorprenden porque forman parte
de un neo-simbolismo, o esa estética que se acerca mucho a un concepto de
literatura tan alegórica como mítica que ya se había ensayado en la España de los 70 y 80 y que
planteaba, narrativamente hablando, un asunto o desarrollo fantástico que en
momentos concretos se superponía a un contenido general o, incluso interfería
en el desarrollo de otras acciones paralelas, y aunque por entonces este
concepto se aplicó a la novela, planteaba una estructura similar a los cuentos
tradicionales, personajes en busca de objetos maravillosos, y una vez
encontrados sometidos a una dura tarea o lucha.
Zapata hace
referencia en su nota preliminar a dos cuentistas contemporáneos que, de alguna
manera, han impregnado su obra breve de un concepto de lo fantástico, Ángel
Olgoso y Manuel Moyano porque, según el primero, lo fantástico permite
innumerables formas de acercamiento al reverso, al envés de lo verdadero, a un
mundo infinito de posibilidades; es, al mismo tiempo, un mundo que se enfrenta al real,
y cuando lo hace produce una enorme colisión o un simple contraste, pero de ese
choque se desprende una lluvia de chispas que ilumina las pobres vidas de unos
no menos atormentados personajes; y es así como pueden verse algunas de las
historia de Susmozas, sin duda, una literatura fruto de una exigente imaginación,
de la torsión de lo real, con un obsesivo gusto por los contenidos expectantes
y vertiginosos, tan insólitos como perturbadores. Y, aun debemos añadir, que el
relato fantástico le permite escapar a la narradora de lo consabido y de lo
plano, y de un repertorio tan limitado como pueda resultar la literatura
realista; la suya, por consiguiente, se convierte en una bruma inquietante y
magnética de lo inaudito, una visión maravillosa, esa que flota sobre las
delgadas fronteras que separan lo concreto y lo abstracto, sometiendo en
numerosas de sus historias lo fantástico a una intromisión violenta, insólita
de un suceso extremo en el mundo real, hasta el punto de que al lector nos obliga
a hacer verosímil lo inverosímil.
La brevedad
de algunos de sus textos, exige a Susmozas el valor intrínseco de una prosa
ajustada, que tiende a justificar cada palabra en su sentido más literal,
además le proporciona una cuidada vocación por otorgarle a los textos una
dimensión más amplia, porque en buena parte la ensoñación con que vive la
narradora su mundo reivindica su espacio tanto en la realidad como en la
ficción, y se mueve entre lo visionario a través de ese método que le otorga la
expresión más abstracta y conceptual; leamos, y disfrutemos de algunos relatos
significativos, “La plenitud del cíclope”, un texto breve que habla de los
márgenes en que nos movemos, entre esa percepción de la plenitud absoluta que
buscamos a lo largo de nuestra vida, como estabilidad emocional, o felicidad
absoluta, una quimera que no existe; o “Percepciones de lo ausente” y la eterna
pregunta, ¿Hacia dónde voy?, conscientes de una realidad que nos envuelve y condiciona
nuestra actitud ante los diferentes aspectos que debemos posicionarnos, porque
“en la ciudad de los laberintos (…) sus habitantes se tapan los ojos (…)”, y,
por otra parte, la angustia que al hombre actual le supone ir saltando de liana
en liana en “Otros árboles”, y ese fondo de terror entre lo incierto y lo
imprevisible.
Terrestre océano, no es un libro fácil, reclama un
lector exigente, capaz de volver a la página anterior cuando sea necesario, incluso
a dejar de leer unos instantes para encontrar la respuesta a lo leído porque en
muchos de estos textos, en los breves fundamentalmente, se vislumbra la madurez
de la palabra, la culminación de un largo proceso de aprendizaje que ha
encontrado su voz definitiva en esta colección de relatos que, entre otras
muchas virtudes literarias, no deja indiferente a nadie.
TERRESTRE OCÉANO
Tere Susmozas
Madrid,
Torremozas, 2015; 122 págs.
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