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LOS
AMANTES DE SILICONA
Tener entre las manos un nuevo
libro de Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1932- Barcelona, 2013) produce esa extraña y
reconfortante sensación de saber que te dispones a entrar en una historia donde
aspectos como lo onírico o lo simbólico y el humor o la ironía facilitan el
buen rato empleado. Las historias de Tomeo son tan «mínimas» como los medios,
manifiestamente, reducidos que conjuran al lector a trasladarse a un mundo en
el que, él mismo, encontrará las
preguntas y las respuestas, sin que
nombres y lugares aludan a una realidad concreta e identificable. Tomeo se desliga de referencias concretas para
poder tratar con toda libertad temas que
atañen a la naturaleza humana en su «estado más puro», por eso la lectura de sus textos no resulta
menos crítica, o tan fascinante como desenfadada, cargada de una acidez
extrema, acumulada con el paso de los años en sus acertados juicios de valor, desmitificando,
en la mayoría de sus propuestas, aquellos temas que aún importan en nuestra
sociedad: el amor, la amistad, el sexo, la homosexualidad o la senectud.
Como
siempre, Tomeo, no deja de sorprender a sus lectores y con Los amantes de
silicona (2008) ocurre algo semejante porque, Lupercia y Basilio, los
protagonistas de esta farsa costumbrista, son una pareja que convive con el
paso de los años en un estado de aburrida incomunicación, e incluye una
insatisfacción sexual. Así deciden, de mutuo acuerdo, comprar sendos muñecos de
silicona para atender a esas necesidades que ya no pueden cubrir. Los muñecos,
Marilyn y Big John, pertenecen a una nueva generación tecnológica con
características casi humanas, como una voluntad propia. Un buen día, ambos muñecos,
deciden escaparse de sus respectivos armarios donde sus dueños los tienen
encerrados y deslumbrados. el uno por el otro, hacen el amor por su cuenta y,
además, desacreditan a sus amos y sus artes amatorias. La ambigüedad con que el
narrador trata el tema, incluso esa técnica de manifestar que la ocurrencia se
debe a un amigo, a quien promete leer los primeros diecisiete folios enviados
para darle su opinión, y entrar, a lo largo del relato, en una divertida
disquisición sobre aspectos crítico-literarios, hacen de su desenlace lo más
imaginativo. Toda la mojiganga inventada por Tomeo no deja de producir alguna
que otra sonrisa, cierta angustia, mucha insatisfacción y, sobre todo,
perplejidad a la hora de constatar que los muñecos de goma están, en esta nueva
historia, por encima de los humanos.
Lo
mejor, como siempre, la frase breve y un léxico sencillo que no produce
problemas de comprensión y cuyo efecto lector es ejemplar, también en Los
amantes de silicona; la broma con que trata las situaciones, ese humorismo fino
e inteligente sobre una realidad común, aunque la propuesta sea de lo más
disparatado, sin que la verosimilitud pueda parecerse a nuestra cotidianidad y
cada lector proponga su propia solución al problema. La agilidad narrativa de
Tomeo, favorecida por situaciones casi escénicas, consigue que el grado de
entretenimiento esté garantizado y en esto, el escritor aragonés, es más que un
verdadero maestro.
LOS AMANTES DE SILICONA
Javier Tomeo
Barcelona, Anagrama, 2008; 144
págs.
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