… me
gusta
EL NIÑO QUE SE DESNUDÓ DELANTE DE
UNA WEBCAM
El mundo convulso
de las redes sociales se cobra siempre sus víctimas, o al menos eso se
desprende del estremecedor relato que Jose Serralvo (Jerez de la Frontera, 1984) cuenta en
El niño que se desnudó delante de una
webcam (2015) publicado por una no menos irreverente, atrevida y
sorprendente editorial artesana como es Los Libros del Lince. Claro, todo se
explica porque detrás del proyecto esta el incombustible editor, Enrique
Murillo. Y lo que nos cuenta Serralvo no deja a nadie indiferente, escribe una
narración que no deja respirar, que atrapa y mantiene el interés, aunque el
tema reincida una y otra vez sobre lo mismo: la pornografía infantil y las
suculentas cantidades de dinero que genera en un determinado espacio virtual
donde, solo unos depravados, consiguen destrozar la vida de unos inocentes
niños.
Jose Serralvo parte del caso
real de Justin Berry, un niño al que un depredador arrastró al submundo de la
pornografía infantil por Internet, y en la novela el trasunto protagonista en la ficción es un
narrador desquiciado, llamado David Timberthirdleg, víctima de abusos sexuales
que, para justificar su relato, testifica ante el Senado de los Estados Unidos.
Su declaración provoca un montón de preguntas al lector atento, siempre de
forma indirecta, y desde esas eternas dudas existencialistas sobre el grado de
responsabilidad que provocan nuestros actos hasta profundas reflexiones sobre
qué puede exigir la sociedad a quien previamente le ha fallado
estrepitosamente, o al revés de qué manera falla nuestra sociedad para provocar
semejantes disparates, sobre todo en estos días, cuando la tecnología suplanta
nuestra propia personalidad. El niño que
se desnudó delante de una webcam muestra de frente, y sin tapujos, el gran
horror vivido por el niño Timberthirdleg, en su propio hogar, así como cuanto se
deriva de ese entorno, que incluye abusos y maltrato infantil, drogadicción,
pederastia, una abnegada visión de cuanto concierne a mundo de la religión, sin
apenas cortarse en descripciones duras, o el más preclaro salvajismo, y al hilo
ensaya su deuda con algunos de los autores a quienes va nombrando, Brett Easton
Ellis, el compasivo David Foster Wallace, o los clásicos Nabokov y ese espíritu
seudopicaresco que recuerda a Dickens. Y lo mejor, contado en primera persona,
de una forma directa, que se sustenta por la ironía con que el ya adolescente
se dirige ante los miembros de ese Comité del Senado, que puede convertir todo
en una auténtica farsa dolorosamente auténtica que presumimos se concreta en
una historia literaria verosímilmente válida, y a su joven autor solo le
permite fogonazos de respiro y de ternura cuando habla de esos pocos seres a
quienes ha querido, el perro Reagan, la abuela, y sobre todo Mary Jane que
provocan alternativamente, inesperados momentos de cariño y esa poca luz que
ilumina la vida de su protagonista.
Un extenso monólogo, o mejor un
represtación oral sostiene la estructura de la novela de Serralvo, que ofrece
un ritmo rápido, casi vertiginoso y que nunca desfallece porque el protagonista
va agotando su tiempo, cuatro horas para declarar y muchos matices que subrayar
cuando hilvana momento tras momento, evoca situación tras situación, para
sostener ante los Senadoras y Senadores todo cuanto les cuenta con la
verosimilitud con que es capaz de hacerlo. Víctima o producto de un determinismo
social, David Timberthirdleg, parece el resultado sociológico de una clara
evolución biológica que necesariamente lo lleva a convertirse en una oscura
secuela de su propia familia, y desde el punto sartriano al final de la novela
su protagonista deja de culparse de su pasado y asume sus responsabilidades
como ese adulto en que se va configurando.
EL NIÑO
QUE SE DESNUDÓ
DELANTE DE
UNA WEBCAM
Jose Serralvo
Barcelona, Libros del Lince,
2015; 236 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario