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QUÉDATE DONDE ESTÁS
Los
cuentos se convierten, en una definición categórica, en el reverso insospechado
de nuestra realidad y, en ocasiones, cuando el escritor ensaya el género se ve
obligado a la renuncia y a la economía, e invierte el juego de lo visible para
que el lector, en última instancia, desarrolle con su intuición esa dosis de
invisible realidad que se le supone a un buen relato. Muchos de estos aspectos
ya estaban en el arte narrativo de Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) que,
entre una anodina y profunda visión sobre la vida de su primera entrega, El
síndrome Chejov (2006), exploraba además dos conceptos esenciales en un
buen cuento: el humor y la ironía con que resaltar algunas peculiaridades de la
existencia humana. Leídos aquellos relatos, resulta evidente que otra de las
características de la narrativa del almeriense reside en la proximidad, en esa
calculada cercanía, tanto en la trama como en el tema, porque sus personajes se
parecen a nuestros parientes, incluso a algunos de nuestros amigos, o a esos
vecinos de toda la vida, porque conviven con nuestra realidad más inmediata. En
esta ocasión, para establecer cierta distancia, los trece textos de Quédate
donde estás (2009), su segunda entrega, intensifican el matiz de la
perturbada identidad de algunos de sus personajes, y ahora propone temas mucho
más variados, la familia, como base de esa unidad metaliteraria, la memoria y
el paso del tiempo, la identidad y la incomunicación, es decir, el sentido
último de las emociones humanas.
Miguel Ángel Muñoz organiza los cuentos
de Quédate donde estás como una excelente muestra de esa simbiótica
concreción paralela entre el mundo de la escritura y la vida misma, entre la
realidad y la fantasía, siempre teniendo presente que nuestra consciencia se
nutre de cuantas formas de vida podamos imaginar como individuos para luego así
desarrollar una realidad tangible y consciente, o una engañosa actitud hacia
los demás de dudosa clasificación. El narrador
almeriense consigue, ajustando a lo mínimo el poder de su prosa, levantar acta
de lo rutinario y de lo íntimo, y aún añade nociones de buena literatura para
dejar constancia de la identidad tanto cotidiana como literaria y, en los trece
relatos que componen su libro, va esbozando en sentido último de la vida, e
involucra, por añadidura, a sus lectores cuando proclama querer ser como
Salinger, convertir como Onetti los sueños en literatura, verse infectado de
ácaros como Tolstoi, Dostoievski, Faulkner o Proust, e inmiscuirse en la amistad
de Ford y de Carver, hermosos ejemplos todos de microrrelatos ordenados
estratégicamente entre esos otros textos de profundo calaje, que responden al
mundo particular que Miguel Ángel Muñoz está construyendo con su prosa breve.
En realidad, una mitológica visión de notables referencias al mundo de la
literatura, del cine, de la sociedad y de la familia y sus conflictos, en esa
frágil frontera entre lo apacible de una existencia y el infierno de la
incomunicación como queda escrito en los mejores relatos que contiene el libro,
«Ropa de verano», «Quédate donde estás», el mejor ejemplo de lealtad y
solidaridad; otros, en esa variada temática esgrimida, son la mejor muestra de
una innegable factura fantástica, tanto «Vitruvio» como «Los niños dormidos», o
para terminar el repaso «El reino químico» uno de esos cuentos de innegable
progresión desde lo individual a lo colectivo. Y lo mejor, ahora la frase
avanza y se remansa en una calculada medida de precisión sintáctica tan
ejemplar como efectiva para el lector.
QUÉDATE
DONDE ESTÁS
Miguel Ángel Muñoz
Madrid,
Páginas de Espuma, 2009; 154 págs.
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