LA
NOVELA ESPAÑOLA EN
EL FIN DE SIGLO
Como suele ocurrir cada cierto tiempo,
en períodos aproximados de algunos lustros o décadas, abarcando, incluso,
espacios que rondarían el cuarto de siglo, se publican libros y monografías
sobre aquellos aspectos o géneros literarios que ofrecen una perspectiva o
visión de conjunto sobre la materia estudiada. Coinciden en el mercado tres
libros sobre la novela española contemporánea, entendiendo este calificativo
históricamente, desde la implantación de la democracia en España, es decir,
desde 1975 hasta el final de siglo o quizá, acotando, aún más, ese período que
terminaría en el 2000, con un asombroso siglo XX literario que daría entrada,
un año más tarde, al nuevo milenio. Los tres libros son La realidad
inventada. Análisis crítico de la novela española actual (Crítica, 2003),
de Fernando Valls, Novela española contemporánea, 1940-1995 (Marenostrum,
2003), de Gonzalo Sobejano y La novela española en el fin de siglo,
1975-2001 (Marenostrum, 2003), de Santos Alonso. Sus autores son tres
reputados estudiosos del género que tienen en su haber numerosas monografías y
estudios particulares sobre la narrativa, su clasificación, variedad de
tendencias y procedimientos, asuntos y materias novelables o el estudio de
algunos autores surgidos en el fin de siglo.
Delibes y Sobejano
El
estudio de Gonzalo Sobejano, Novela española contemporánea, 1940-1995,
es en palabras del propio autor, un libro compilatorio y misceláneo, heredero
de ese lejano Novela española de nuestro tiempo (1970 y 1975, en segunda
edición, corregida y ampliada) que ofrece trabajos de carácter general, un
texto sumario o panorámico; en realidad, lecciones o conferencias de carácter
docente que, en algunos casos, se remontan a los años 60 como el titulado
«Sobre la novela picaresca contemporánea», otros de los 70, como
«Direcciones de la novela española de postguerra» o «Conciencia crítica en la
novela española nueva» y, fundamentalmente, algunos muy interesantes de los 80,
«Novela española contemporánea: La renovación formal (1962-1973), «La novela
ensimismada (1980-1985)» y el último y más reciente, que aborda una perspectiva
más amplia, los Novelistas de 1950 al final del siglo, publicado en
1996. En estos ensayos cabe destacar la variedad de perspectivas que Sobejano
ofrece sobre los autores de esta segunda mitad del siglo, por encima de una
amplia nómina que ha salpicado las novedades que se han ido sucediendo en estas
últimas décadas aunque no todas han conseguido la fortuna histórica necesaria
para permanecer. La tesis que mantiene el autor es su clasificación crítica con
respecto a las novelas que, históricamente, proceden de un realismo
transformado por la situación del país y esa otra narración experimentalista o
discursiva que lleva a la reducción de materiales hasta conseguir, únicamente,
símbolos. El primer ensayo, «Direcciones de la novela española de postguerra»,
fechado en 1972, resume bastante bien la perspectiva que Sobejano tiene y
tendrá sobre la evolución de la narrativa de postguerra, donde señala, además,
su particular clasificación del nuevo realismo social: novela existencial,
novela social y novela estructural.
Fernando Valls
Fernando
Valls y Santos Alonso coinciden con sus respectivos libros en justificar una
lectura crítica porque, en palabras de Alonso, «puesto que el novelista no
puede renunciar a su función prístina de crear en la obra mundos imaginarios y
estéticos para que el lector los reproduzca y recree en su sensibilidad, el
crítico no debe flaquear en la suya de juzgarlos, interpretarlos y valorarlos,
para comunicarle al lector sus intuiciones totalizadoras correspondientes».
Valls, llega aún más lejos, cuestionándose el papel del crítico en la sociedad
contemporánea. El primer ensayo de La realidad inventada ofrece esa
visión lectora conformada, como el propio autor afirma, a través de dos
formatos: el de la prensa diaria y el de las revistas especializadas. Se trata
de un breve análisis certero del papel del crítico en la actualidad y de su
función; es decir, los pasos seguidos para entender un texto que el autor
justifica en cinco operaciones: la elección, la lectura, el análisis, la
valoración y la jerarquización; añade el papel de seductor que es,
evidentemente, el acertado. En «Recuentos y antagonías» Valls recoge seis diferentes
ensayos sobre la narrativa de las tres últimas décadas. Se incluye el catálogo
de la Feria del
Libro de Guadalajara, 2000, con la nómina establecida por Valls y la polémica
suscitada entre editores y autores durante algunas semanas en la prensa diaria.
La selección «De los clásicos contemporáneos a los nuevos nombres» recoge una
nómina interesante, acertada y variadísima: Miguel Espinosa, Francisco Umbral
Miguel Delibes, Manuel Vázquez Montalbán, Luis Goytisolo, Juan José Millás o
Eduardo Mendicutti, Rosa Montero o la trayectoria narrativa de Almudena
Grandes, por citar algunos nombres capaces de despertar el interés del lector.
Pero el grueso del libro se refiere a las primeras lecturas del lector-crítico
Valls. Establece un riguroso orden de aparición de las obras desde El
desorden de tu nombre (1988), de Juan José Millás a El mal de Montano
(2002), de Enrique Vila-Matas. Recogidas de los medios periódicos donde se
publicaron, prensa y revistas literarias. Un catálogo personal en el que se
repiten, cabe imaginar por un gusto personal, los nombres de Millás, Muñoz
Molina y Vila-Matas en diferentes períodos de su producción y en varias obras
en lo que se suponen recensiones de sus últimas entregas. Una obligada
bibliografía general cierra el volumen y la manifiesta «pretensión de ofrecer
al lector esa idea de cómo puede ser la valoración de un texto y los riesgos
que conllevan atrevidos juicios».
Santos Alonso
Una
visión distinta ofrece Santos Alonso en La novela española en el fin
de siglo (1975-2001), en realidad, un amplia introducción histórica al
género que servirá de base para interesados y estudiosos sobre el tema. La
propuesta sistemática y descriptiva abarca una periodización en etapas,
globaliza tendencias y distribuye, generacionalmente, obras y autores. Como
reza en la contraportada es «un perspicaz análisis de obras que aborda temas,
contenidos, actitudes ideológicas, formas y técnicas». Se trata de un manual al
uso que combina, perfectamente, una visión crítica universitaria, con lo que
conlleva de estudio porque se trata de un razonado estudio de crítica
literaria, además de una visión de historia y teoría literarias parav
clasificar los autores y las obras que se analizan y enumeran. Precisamente, en
la selección radica la originalidad de Alonso. Existe, también, una visión
crítica periodística puesto que sólo alguien que es capaz de seguir a través de
la mirada atenta diaria, semanal o mensual de reseñas en medios diarios o
revistas, consigue la amplia información que aquí se ofrece.
El libro sigue una ordenación clásica o
academicista que se inicia con dos capítulos introductorios que tratan de
ordenar tanto la literatura y el mercado, como las generaciones narrativas en
el fin de siglo, insistiendo en la coexistencia de las generaciones de
postguerra y exilio que darían paso a los nuevos nombres que integrarían el
«realismo», la «renovación de los 60» y las nuevas aportaciones que propiciaron
el cambio con la instauración de la democracia en 1975. El resto de capítulos,
tercero, cuarto y quinto, se refieren a las tres grandes etapas ante el fin de
siglo: «La novela en la transición: las espectativas del cambio narrativo
(1975-1981)»; «La década de 1980: la normalización del cambio narrativo
(1982-1990)», y «La década de 1990: entre la autonomía literaria y el comercio
(1991-2001)». En sus respectivos análisis ofrece unos aspectos generales para
ordenar el conjunto: en el primero de los tres capítulos más amplios, «La
renovación narrativa en la transición» con sus tendencias narrativas: la novela
experimentalista y discursiva, la metanovela, los nuevos
caminos del realismo (novela objetivista, social, evocadora de la memoria,
psicológica, alegórica, mítica y fantástica) y la novela de género
(histórica, erótica, acción, crónica). En el siguiente, «La normalización del
cambio narrativo, 1982-1990», además de los aspectos generales, se insiste en
la continuación de esa renovación y una vez normalizado el cambio, se recurre,
narrativamente hablando, al mito y al lado oscuro de las cosas para asentar los
límites de lo que supone la apariencia y la realidad. Buenos ejemplos de esta
búsqueda, citados por Alonso, La orilla oscura (1985), de José María
Merino y La fuente de la edad (1986), de Luis Mateo Díez. Esta
continuidad narrativa ofreció dos caras muy distintas, según el autor, la
consolidación y madurez de la generación del 75, surgida tras la Transición, que hoy se
perfila como una de las promociones más importantes de la segunda mitad del
siglo XX, con nombres como Mendoza, Pombo, Millás, Mateo Díez, Merino, Aparicio,
Longares, Guelbenzu o Marías. Y una tercera parte, «La década de 1990: entre la
autonomía literaria y el comercio (1991-2001)», un atrevido epígrafe que
ofrece, tanto los aspectos generales, con significativas afirmaciones como las
que se refieren a denominaciones de «cultura del pelotazo», «responsabilidades
políticas», «el ocaso del socialismo», «la etapa conservadora del partido
popular», situación que llevó a la novela a plantearse una nueva mentalidad en
función de su rentabilidad económica, es decir, una novela más comercial Una
década, por otra parte, que incluye una amplia nómina en torno a un
neorrealismo costumbrista que sitúa sus acciones en el marco de la juventud, de
sus ideales y de sus aspiraciones y que generó una ¿«generación del kronen»?:
Mañas, Maestre, Bonilla, Casavella, Ordoñez, Hatero, Loriga, Machado, por citar
los que aún consiguen decir algo en su narrativa actual.
Lo más curioso del extenso compendio de
Alonso es que logra aglutinar a esos autores que deliberadamente parecen
pertenecer al mundo de la imagen pública, cuya literatura es comercial y, por
consiguiente, considerada como un producto de consumo, com o él mismo afirma,
además de incluir esos otros nombres cuya obra literaria puede ser contemplada
como ese género poliédrico y cambiante que es la narrativa, una ficción al
servicio de un mundo estético y que desde siempre se plantea esa obligada
transformación de una realidad que conlleva el compromiso humano; o como afirma
el propio Santos Alonso, «la novela es una forma de conocimiento del mundo, una
red de incógnitas y búsquedas, que contribuye a la formación integral de las
personas en la racionalidad y la sabiduría, pero también es un testimonio y una
expresión de las experiencias universales del ser humano y un medio para
comprender su lugar en el mundo y sus relaciones con la realidad». Así a los
nombres ya apuntados y a los que componen las distintas generaciones y
tendencias narrativas, explicitadas ampliamente en este libro, tiene muy claro
lo que es la buena literatura y, entre otros muchos, añade algunos de los
nombres no menos interesantes y de una interesante proyección, casos como Lola
Beccaría, Juan Antonio Bueno Álvarez, Francisco Casavella, Ignacio García Valiño, Alejandro López Andrada,
Ana María Navales, Antonio Orejudo, Mercedes Soriano o, sobre todo, Lorenzo
Silva quien en poco más de un lustro ha visto cómo su voluntad de encontrar un
espacio narrativo le ha llevado a conectar con un público lector amplio,
siempre con esa exigencia y calidad literaria que se le exige a un buen
narrador.
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