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EL DÉSPOTA ADOLESCENTE
Lorenzo
Silva (Madrid, 1966) necesita, en su vida literaria, pocos estímulos para
ponerse a escribir y mucho menos justificar, a estas alturas, su presencia en
el panorama literario contemporáneo. Autor de más de una docena de novelas,
incluidas las dedicadas a ese exigente público lector juvenil, en esta ocasión
reúne y ensaya el cuento, género por excelencia de la buena literatura de todos
los tiempos y que en estos momentos, gracias al esfuerzo de autores y una
persistente aunque reducida nómina de críticos, goza de una vigorosa pujanza
como desde siempre debería haber ocupado en el vasto panorama de las últimas
décadas de la actualidad narrativa contemporánea.
En un libro como El déspota
adolescente (2003) el autor madrileño compila el trabajo de los últimos
catorce años. Dieciocho relatos sobre la inmadurez que, de una forma
inconsciente han ido surgiendo, como él mismo explicita en una pequeña
orientación o una justificación innecesaria porque, dentro del conjunto, muchos
de ellos se sustentan por sí solos; el
novelista logra dar la talla, temática y narrativamente, con este puñado de
historias cortas que conforman parte de su universo novelesco y ensayan, en
otros casos, historias más extensas que hubieran dado lugar a novelas
igualmente bien ejecutadas. El paso del tiempo no hace mella en ellos, sino más
bien refleja la inquietud innovadora de un Silva ya dueño del estilo de una
escritura que ofrece esa permanente búsqueda a que lleva una insatisfacción o a
la perfección misma de una original versatilidad. Como quiera que sea, el
escritor Silva ofrece en sus textos esa
irrenunciable libertad de pensamiento como bien puede leerse en «La tentación
de Spinoza», sueños del pasado adolescente que desembocan en una lucidez tardía
como ocurre «En Arcadia» y que luego repite en «Un fantasma de Arcadia» o el
mismo que da título al libro, «El déspota adolescente», la inocencia del pasado
y la indolencia del presente y, algo más espinoso, temas como la recuperación
del pasado reciente en un país volcado a vivir en una democracia asentada y que no renuncia a olvidar su historia como
ocurre en «La herencia del vencido», un tema militar que tanto fascina al
narrador o esa decepción que cubre buena parte de la existencia de los
protagonistas de «Operación Termópilas», uno de los más extensos del volumen,
que narra esos ideales de un juventud perdida, vista como un derroche durante
lo vivido en una democracia dulce que recuerda esa ternura de juventud. Muchos
de los protagonistas de estos relatos deforman su vida como si de una maldición
se tratara y que irremediablemente ha condicionado su existencia y esto, se
mire como se mire, es la vida misma con esas
vivencias que nos produce la propia inmadurez.
EL DÉSPOTA ADOLESCENTE
Lorenzo
Silva
Barcelona,
Destino, 2003
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