EL DISCURSO SOBRE LO EVIDENTE DE GÜNTER
GRASS
Artículos y opiniones (1955-1971), Galaxia
Gutenberg/ Círculo de Lectores, recoge el primer volumen de los dos que
conforman la Obra
Ensayística Completa de Günter Grass, testimonios de una
trayectoria imperturbable, unos textos sorprendentes por su clarividencia.
Los
testimonios del escritor, pintor, escultor y poeta alemán, Günter Grass
(Danzig, 1927- Lübeck, 2015), a lo largo de las últimas décadas, ofrecen en un
documento imperturbable, una sorprendente visión de los problemas de su época y
en buena parte sus opiniones acerca de la reconstrucción de un país como la República Federal
Alemana. El escritor Günter Grass después de ahondar en su propia formación,
estudiante en la Escuela
de Bellas Artes de Düsseldorf y Berlín y cultivando, inicialmente, la creación
plástica, estrecharía sus vínculos con el Grupo 47, cuyos miembros le
proporcionarían una actitud crítica de mejor entendimiento dentro del panorama
intelectual en lengua alemana, se atrevería a presentar sus textos en sociedad,
como algo ya acabado y maduro y, una vez constatado este hecho, viajaría a
París, donde escribirá abundantemente y se relacionará con artistas franceses,
suizos e italianos, para empezará a dar a la imprenta sus primeros relatos, y
posteriormente volver, de nuevo a Danzig
y otras ciudades polacas, paisajes que le devolverán a la idea de reconstruir
un viejo proyecto basado en los escenarios de su pasada memoria y buena parte
de su mejor imaginación; se trata del primer gran libro del escritor alemán, El
tambor de hojalata (1959), esa obra que muestra, entre otras cosas, la
perspectiva de un marginado que se convertirá en el eje-fundamento de la narración
y de posteriores trabajos suyos. En la década de los 60 tanto Böll como Grass,
los dos grandes nombres del panorama narrativo alemán, representan al
intelectual democráticamente comprometido con la literatura y con la política,
actitudes que con capaces de unificar en experiencias sociales y procedimientos
estéticos. Sus compromisos políticos con el SPD, y concretamente con su líder
Willy Brand, habían comenzado en 1961 y ya en 1965 colaboraba activamente en la
campaña del partido socialista alemán, además de ser miembro activo del consejo
personal del futuro canciller. Vuelve a participar, nuevamente, en 1969 y a
partir de 1970 se le considera como la cabeza visible del colectivo doctrinal
de los socialdemócratas, hasta la dimisión de Brand en 1974, motivada por el
escándalo de espionaje que salpicó a su gobierno. Su actitud política decrece
entonces frente a un mayor compromiso con cualesquiera de los temas que afecten
a la actualidad mundial: el peligro y desarme nuclear, la xenofobia, las
revoluciones americanas del sur, los países de Tercer Mundo o la agonía de los
bosques alemanes, sentimiento recogido magistralmente en su libro Madera
muerta (1990). Grass ha sido desde siempre, antes de su reconocimiento
mundial con el Nobel en 1999, una voz en libertad, siendo esta una actitud
alentadora al margen de una obra que siempre resulta incómoda porque conmueve a
multitudes; su literatura, su prosa en general, se erige contra toda forma de
estupidez, una actitud tan lamentablemente frecuente en la realidad de nuestro
mundo actual.
Grass
y el ensayo
El estilo ensayístico de Grass obedece a
una estética vivida en medio de una social democracia tras los difíciles años
de la postguerra europea; es decir, que sus fuentes son ascéticas, sobrias, de
valores fijos y absolutos, en realidad, como ha escrito Luis Meana, una
estética de lo solido que procede de la cultura del hierro y de la fábrica; el
suyo es un ensayismo que tiene algo, o incluso mucho, del reporterismo de lucha
por la libertad de Hemingway; pero el ensayismo de Grass es «moderno» en ese
sentido concreto, o sea, comprometido con los bienes y los principios de la
ilustración: la defensa de la razón ilustrada y de sus imperativos categóricos.
Esa modernidad con que tildábamos los ensayos del escritor alemán resultan de
su actitud de denuncia, vigilancia o vigilia de los temas que afectan al poder
y sus metástasis, en realidad, la postura del intelectual comprometido clásico
o la visión de una obra ensayística fundamentalmente política, incluso cuando
el propio autor ensaya sobre literatura. Arte y moral aparecerán a lo largo de
toda la obra de Grass como materias coincidentes, un tipo de ensayo que daría
lugar a ese realismo hipercrítico que llevaría a cabo Grass a propósito, entre
otras cuestiones, a escribir reiteradamente sobre la reunificación alemana o a
ensayar sobre lo grotesco. Pero lo grotesco como una categoría que enlazaría
con buena parte de su obra literaria y semejante actitud bien podría
aproximarse al método esperpéntico valleinclanesco para hacer más visibles, más
perceptibles las deficiencias políticas y sociales que crítica una y otra
vez.
La mayoría de los ensayos de Günter
Grass tienen una temática directa o indirectamente política y, sobre todo, se
refieren a ese tema que tanto le ha preocupado incluso literariamente, nos
referimos a la Alemania
de postguerra, concretamente a ese episodio de
su vida, la Alemania
nazi, la guerra y la postguerra. El autor le ha dedicado toda una trilogía, la
de Danzig: El tambor de hojalata (1959), El gato y el ratón
(1961) y Años de perro (1963), la
de la socialdemocracia, con textos como El rodaballo (1977), o el
intento de extender su visión a una mirada global del planeta y, valga como
ejemplo también, un texto como La ratesa (1986), fruto de su experiencia
vivida en Calcuta y posteriormente a la Nicaragua sandinista, y, finalmente, la
reunificación alemana, sobre todo tras la caída del muro de Berlín en 1989, esa
enorme sorpresa que supuso que dos Estados se unieran y que la historia alemana
se tambalease; fruto de esta experiencia sería su novela más comprometida Es
cuento largo (1995), donde trata de comprender la primera reunificación de
1871 y por supuesto, repasar todo un siglo de historia alemana.
A estas alturas de su vida, Grass, no se
considera un escritor comprometido, figura tan de moda, sobre todo, en la
década de los sesenta, sino más bien un ciudadano comprometido que no viene a
ser lo mismo; nada resultaría más peligroso que trasladar a la política el
compromiso que tiene el escritor con su propia obra y conduciría —en palabras
de Ignacio Sotelo— a un totalitarismo dogmático y fundamentalista y, por
consiguiente, defender una literatura políticamente comprometida llevaría a
plantear la política en esa radicalidad de la palabra o como el mismo narrador
alemán afirma, «la política surge de los compromisos, vivimos gracias a los
compromisos políticos, los compromisos destruyen la literatura». Pocos escritores de su generación han
ofrecido a lo largo de estos años textos tan críticos como los del Nobel
alemán, sobre todo los que surgieron en los difíciles años de la confusión
federal alemana o los grandes acontecimientos mundiales, empezando por el muro
de Berlín, la visión de la China
de Mao, el Vietnam de Ho Chi Minh, la
Cuba de Castro que, en esos difíciles años se convirtieron en
modelos de exaltación juvenil. Entre 1970 y 1972 llegó a publicar,
regularmente, bajo el epígrafe de «Diario político» una columna en el Süddeutsche
Zeitung, una mirada atenta que subraya la idea del escritor de mantenerse
críticamente al lado de los votantes, más que desde su posición privilegiada
observador erudito. Leyendo textos como «El elector y su voz», «Alemania: dos
Estados, ¿una nación?» o «El trabajador y entorno», el lector tiene la oportunidad
de vislumbrar el Grass más socialdemócrata y de enterarse cómo era realmente la
socialdemocracia y su estela hasta estos años. Sotelo destaca de aquella época
la presencia del escritor en el primer congreso semiclandestino que celebró el
PSOE en 1976 en Madrid.
Con
«La destrucción de la humanidad ha empezado», conferencia pronunciada en Roma
en 1982, inicia la cuestión que centrará su atención en la década de los
ochenta, es decir, la acumulación de armas de destrucción masiva por parte de
los dos bloques, con el riesgo permanente de propiciar una Tercera Guerra
Mundial y, por consiguiente, el fin de la humanidad. El desastre de Chernóbil
en 1986 pondría de manifiesto el permanente sentimiento de catástrofes
ecológicas. Un libro como La ratesa (1986) termina describiendo un
planeta dominado por las ratas y del que ha desaparecido la humanidad, «Veo sus
pueblos que se multiplican. Libre de hombres al fin, la tierra les ofrece
espacio. El mar volverá a llenarse de peces. En las colinas que hay detrás de la
ciudad crecen espesos los bosques. Los pájaros aprovechan el cielo».
El 9 de noviembre de 1989, sin previsión
alguna, cae el muro de Berlín. Y en pocos meses la unificación de los dos
Estados alemanes está al alcance de la mano y lo que desde la década de los
sesenta se veía como algo imposible y poco deseable por parte de los alemanes
federales, con la llegada de la socialdemocracia el acercamiento iba a ser
posible en ese corto espacio de tiempo
que se propiciase una evolución hacia un socialismo democrático. Grass había
propuesto, desde la década de los sesenta, una confederación de los dos Estados
alemanes que no violentaría la evolución de ninguno de los dos Estados durante
la posguerra, sino que permitiría la aparición de un nuevo concepto. El canciller
Kohl aceleró las etapas, negoció con Gorbachov una vía rápida, aceptada
igualmente por Estados Unidos, y la nueva Alemania seguía perteneciendo a la OTAN y ni siquiera la señora
Thatcher ni el señor Mitterrand pudieron frenar el proyecto. Desde revistas
como Der Spiegel y en foros políticos, el propio Brandt, defendía dicha
unificación por la vía de la anexión y el mismo sentimiento latía en la
población alemana, frente a un Grass que quedaba como «traidor a la patria». En
enero de 1990 el escritor publica un volumen que titula Alemania, una
unificación insensata, que recoge los trabajos escritos y publicados desde
un lejano 1961 para mostrar que es un tema que le preocupa desde siempre y que
sus críticas son siempre meditadas. En agosto de 1995 publica Es cuento
largo, su novela sobre la historia alemana desde la primera unificación en 1871 a la segunda en 1990,
que marcará la última etapa de su labor ensayística. En las casi ochocientas
páginas de Artículos y opiniones (1955-1971) (Galaxia Gutenberg/Círculo de
Lectores), Grass, reelabora el proceso de unificación desde el punto de
vista de los perdedores, de la población oriental, primero colonizada y más
tarde enviada al paro; es una literatura hecha desde la perspectiva de las
víctimas y trata de poner de manifiesto que nada se ha aprendido y la historia
se repite. Resulta que visto todo desde la perspectiva actual, el joven Grass
que había comenzado con el escándalo de El tambor de hojalata en 1959,
culmina con otro de mayores dimensiones con esta voluminosa obra; queda bien
claro que, pese a todo, Günter Grass, permanece, como afirma, Ignacio Sotelo,
fiel a sí mismo, justamente cuando ya ha alcanzado la cima del éxito y cuando
ya ha recibido el reconocimiento mundial, esto es, el Nobel de Literatura por
su contribución a la libertad de expresión.
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