EL ESPACIO VEROSÍMIL DE MANUEL
VÁZQUEZ MONTALBÁN
(O la identidad del postfranquismo)
Manuel Vázquez Montalbán
(Barcelona, 1939-Bangkok, 2003) consiguió construir con su literatura un
espacio verosímil. La literatura es un rito—había manifestado en alguna
ocasión—un rito que tiene unos pocos adeptos y en el que el escritor es libre
hasta cierto punto de elegir un material muy sensible, propenso a ir cargado de
ideas. A pesar de que la literatura ha perdido la función hegemónica de
transmitir conocimientos—añadía el escritor—, como ocurría en el XIX y
principios del XX, aun así conserva todavía un territorio importante, porque
cada época genera nuevas preocupaciones y problemas, nuevas ignorancias sobre
sí misma, y ésa es la zona fértil de la literatura.
«Bangkok es una ciudad que se
pudre. La ciudad moderna la pudre la gente y la ciudad fluvial la pudre la
mierda. Y te hablo de hace años, Biscuter». Así de rotundas eran algunas de las
impresiones de Carvalho sobre la ciudad asiática, en las primeras páginas de
esa excelente novela, Los pájaros de Bangkok, que Manuel Vázquez Montalbán
publicaba en 1983, una entrega más de la saga protagonizada por el más famoso
de los detectives privados españoles. Un guiño del destino le había llevado al
escritor a realizar una escala aérea en la ciudad tailandesa, mientras volaba
de Sydney a Madrid. En sala de espera del aeropuerto se sintió indispuesto y
poco después se encontró de bruces con la muerte.
La
obra novelística de Manuel Vázquez Montalbán, mirada con la perspectiva que nos
ofrecen los últimos treinta años, es una profunda reflexión literaria sobre los
conceptos decisivos de una sociedad y de una dialéctica literaria construida,
desde su juventud, con firmes presupuestos de una verdad absoluta y
posteriormente, en los difíciles momentos de la transición y de la democracia,
sobre los pilares de la memoria. Articulista en publicaciones tan emblemáticas
como Triunfo, Por favor, La
Calle, Tele Express, Mundo Obrero, El País o Interviú, ha
sido además comentarista político, gastrónomo, poeta y ensayista, entregó muy
tempranamente ese singular Informe sobre la información (1963) que tanta
polémica suscitara en su momento hasta publicar Crónica sentimental de España
(1971), texto que le brindó el favor de
un público lector inteligente y, más recientemente, la revisión Cancionero
general del franquismo (2 vols. 2000).
Obra literaria
La
obra literaria de Vázquez Montalbán ha mostrado desde siempre una profunda evolución
reflexiva que el autor ha ido ajustando a sus objetivos y a sus procedimientos
expresivos. En su primer libro narrativo, Esperando a Dardé (1969), en
realidad, una novela corta y seis relatos, tantea las direcciones que llevarán
a su prosa hasta el cambio político de 1975; otros textos como El manifiesto
subnormal (1970), revelan una nueva fórmula de crónica social que empieza a
adaptarse a la nueva sociedad que va emergiendo, explota ciertos elementos de
los sistemas de comunicación, ofrece el inicio del uso libre y creativo del
lenguaje como instrumento para comunicar, recurso que, posteriormente, le
servirá al autor para mostrar en sus textos esa habilidad para separar entre lo
real y entre lo verdadero. Tal vez por este motivo, sus primeras obras
narrativas explotan muchos de esos sistemas y medios que estamos apuntando, el
cine, la música o la comunicación de masas, elementos que en 1972 le llevarían
a entregar obras como Yo maté a Kennedy,
Happy End (1974), Guillermotta en el país de las Guillerminas (1973) o
Cuestiones marxistas (1974). Durante años el esfuerzo del autor catalán por
ajustar cuentas a la historia reciente le llevaron a escribir obras como La
penetración americana en España (1974), Crónica sentimental del franquismo
(1976), Cómo liquidaron al franquismo en 16 meses y un día (1977) o Historia de
la comunicación social (1980). Desde siempre Vázquez Montalbán había asumido su
compromiso con la tradición de la literatura social dando cuenta de la realidad
que le había tocado vivir. En sus novelas aprovecha, esencialmente, la
intertextualidad que le ofrecen los medios y el lenguaje para crear mundos
simbólicos en los que no falta ese estrato de baja condición, además del mundo
de la cinematografía o del cómic.
La serie de Carvalho
Durante muchos años en España no podía
suceder nada anormal y, por supuesto, nada podía alterar el orden establecido
por una sociedad dominada bajo el miedo, no era posible una criminalidad
literaria y, por supuesto, nadie se atrevía a dilucidar sobre las instituciones
que mantenían dicho orden. Afortunadamente, la libertad del discurso literario
cambió con la muerte del dictador Franco y, sobre todo, por una política de
industrialización en marcha, sin posibles frenos político-sociales, que
ofrecieron las mejores condiciones para una literatura inspirada en los modelos
de los años cuarenta norteamericanos, es decir, una novela policíaca que
abogaría por el desarrollo de unos textos híbridos entre novela negra, novela
rosa y novela histórica que recuperó el juego de lo popular para elevar de
nivel el género desde el mismo momento de la aparición de Tatuaje (1974), de
Manuel Vázquez Montalbán y La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo
Mendoza. Quienes hoy se acerquen a la obra del escritor barcelonés lo
recordarán como el autor de las más célebres novelas policíacas de los últimos
años y, sobre todo, hablarán de su protagonista más emblemático, el detective
privado, Pepe Carvalho. Durante buena parte de la segunda mitad de la década de
los 70 y casi agotar la de los 80 irán apareciendo a un ritmo regular las
sucesivas entregas y aventuras en torno al escéptico detective, La soledad del
manager (1977), Los mares del sur (1979), Asesinato en el Comité Central
(1981), Los pájaros de Bangkok (1983), La rosa de Alejandría (1984), El
balneario (1986), Historias de padre e hijos (1987), Tres historias de amor
(1987), El delantero fue asesinado al atardecer (1988), Asesinato en Prado del
Rey y otras historias sórdidas (1988). En la década de los 90, reinicia su
actividad con el personaje y entregó, Historias de fantasmas (1991), El
laberinto griego (1991), Sabotaje Olímpico (1993), El hermano pequeño (1994),
El premio (1996), La muchacha que pudo ser Emmanuelle (1997), Quinteto de
Buenos Aires (1997) y la aventura más reciente, El hombre de mi vida (2000).
En 1990 el propio Vázquez
Montalbán declaraba: «Las novelas de Carvalho me interesan sólo en cuanto me
posibilitan violentar un género literario (...) En una situación de crisis del
discurso narrativo de carácter realista, un género convencional se presenta de
pronto como algo vivificante». Las historias de Carvalho, en realidad, se
nutren de la intriga aunque éste sea un mero pretexto para lograr un relato
capaz de atraer y mantener la atención del lector, y esto desde las primeras
novelas lo consiguió el autor, además de ese otro recurso que supone el
análisis de la realidad nacional, tanto en lo que pudieran ser entonces los
conflictos histórico-sociales, los políticos, los culturales y en definitiva la
crítica realista del momento de ayer y de hoy. Santos Sanz Villanueva ha
escrito «como, últimamente, la serie de Carvalho constituye una especie de
variada y perspicaz crónica barojiana de los tiempos de la democracia». También
es verdad que el autor se ha servido a lo largo de su narrativa de una especie
de autoescenificación irónica de toda una tradición de la novela negra, por
ejemplo, una vez que él mismo consideraba agotados los experimentos de formas
de escritura subversivos o antitradicionales, para llegar a una inversión de
los esquemas narrativos porque, entre otras cosas, también había afirmado en
una extensa entrevista a José Fernández Colmeiro algo así, «en los años sesenta
decíamos que la novela se había terminado, que era un género ligado a la burguesía
y se había muerto. Evidentemente ese cadáver gozaba de buena salud» No resulta,
pues, sorprendente que iniciara su obra narrativa casi finalizando la dictadura
que él mismo formuló en su Manifiesto subnormal (1972) y que llevó a una
transición fluida y a los intelectuales del país y a los escritores españoles
del momento a buscar respuestas productivas en la concepción de sus obras. El
propio Vázquez Montalbán las halló en las novelas de Carvalho y en su mejor
personaje: el detective no es un modelo de conducta, ni se parece a Marlowe, ni
en la actitud ni en la integridad moral, es un pesimista escéptico aunque logra
mantener cierta dosis de honradez que lo convierten en algo extraño en la
extraña sociedad por la que se mueve. Otros datos de su personalidad, son su
relación mercantil con las aventuras a se expone, su escaso interés por lo
sexual, sin embargo es amigo de la buena mesa; y resulta, igualmente,
interesante la dimensión histórica del detective en toda la serie, porque va
envejeciendo y forzando así los significados del paso de una sociedad
cambiante, siendo capaz de mezclar una historia personal que, históricamente,
es la de su país.
El resto de su narrativa
La
novela Galíndez (1990) le ofreció a Manuel Vázquez Montalbán el reconocimiento
expreso de la crítica nacional y extranjera porque vislumbró en su relato el
sentido que había querido darle el autor a la Historia y el papel que
ejercen los intelectuales en ella. Consiguió el Premio Nacional de Literatura,
en 1991 y el Europeo de Literatura, en 1992. Los antecedentes de esta novela
estarían en una anterior obra, El pianista (1985) y en el ensayo Panfleto desde
el planeta de los simios (1995), en esa suerte de hábil combinación entre la
realidad y la ficción, es decir, la vida de Jesús Galíndez, el nacionalista
vasco refugiado en la
República Dominicana y posteriormente en Estados Unidos, y
Muriel Colbert, la investigadora norteamericana que trabaja en una tesis
doctoral sobre el «caso Rojas», un ejemplo de ética de la resistencia. En el relato
se cuenta la extraña desaparición de Galíndez en pleno centro de Nueva York
secuestrado por los sicarios del dictador Trujillo. «En realidad, Muriel
Colbert— señala Fernando Valls—, no busca la información sobre lo que pasó
(...) sino que aspira a revivir la atmósfera de los últimos momentos de la
existencia de Galíndez (...), porque tiene la certeza de que allí encontrará la
esencia del personaje. Y consigue ambos fines —continua señalando Valls—, pues
acaba padeciendo en carne propia, en una experiencia seguramente similar a la
que debió de sufrir el político vasco, aquello que más lo ha dignificado a los
ojos de la posteridad».
El
estrangulador (1994) es, tal vez, la novela más lírica y más compleja del
autor. Como ha señalado la crítica esta nueva entrega ofrece un juego de
ambigüedades, grandes dosis de ironía, parodias culturales y literarias que
desarrollan toda una teoría sobre el papel de las víctimas de una sociedad que
genera individuos conflictivos. O César o nada (1998), retrato de la familia
Borja que desea conseguir el poder a toda costa, en una época, el Renacimiento,
donde se vivió un periodo histórico conflictivo, tanto político, religioso y
social; una curiosa novela juvenil El señor de los bonsáis (1999) y Erec y
Enide (2002) que cuenta las andanzas de una pareja que se puede considerar como
la reencarnación en el tercer milenio del matrimonio caballeresco compuesto por
Chrétien de Troyes. El protagonista Pedro, burgués acomodado, realiza una
brillante carrera como médico hasta que decide, sorpresivamente, ponerse al
servicio de los más deprimidos en América Latina. Junto a su compañera Myriam
se alistan en Médicos son Fronteras y viven y trabajan en medio de la selva y
frente a los gobiernos políticos hostiles a la ayuda humanitaria. Todo
enmarcado en ese ambiente que hoy respiramos de comisiones investigadoras de
derechos humanos, denuncias de grupos paramilitares o de guerrillas
beligerantes, sociedades salpicadas de crímenes y de brutalidades en buena
parte de los paisajes descritos en la novela.
Huérfanos
hoy, quedamos a la espera de sus dos últimos proyectos, corregidos y
adelantados para su edición, el ensayo La aznaridad. Por el imperio hacia Dios
o por Dios hacia el imperio, una crónica del reinado de Aznar y la novela Milenio,
la vuelta al mundo de Carvalho y su ayudante Biscuter, en más de mil páginas
para sus devotos lectores.
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