LO IMAGINARIO Y LO ERUDITO EN MARCEL SCHWOB
Páginas de Espuma
edita la totalidad de sus Cuentos completos.
El caso de Marcel Schwob (Chaville, 1867-
París, 1905) es uno de esos escritores ocultos y poco leídos que con el paso de
los años ha convocado a toda una legión de devotos, y organizado una auténtica
sociedad tan secreta como clandestina para venerar su escritura. Durante el
pasado siglo XX su sombra se extendió con tanta suerte y proyección que no sólo
llegó a un genio como Borges, sino que el celebrado novelista norteamericano,
Faulkner, tomaría buena nota de uno de sus libros singulares, La cruzada de los niños, una historia fascinante
por su belleza y horror que nos cuenta la leyenda de una expedición infantil al
Santo Sepulcro. Schwob consigue sostener su ficción con un breve dramatismo,
una memorable visión del paso del tiempo, una especial originalidad en la forma
de contarla, escapó de los cánones narrativos de la época, y huyó del realismo
de Émile Zola, cuyos textos dominaban en la Francia literaria del momento; su narración resultó
una historia contada con una sencillez endiabladamente compleja, construida con
diez informaciones muy subjetivas acerca de un solo hecho, narrada por los implicados
en el relato: diez versiones, diez voces, combinándose en la exposición del
drama. La estructura de un texto breve como, La cruzada de los niños, fue adoptada en Luz de agosto, y Bolaño la tendría en cuenta para Los detectives salvajes.
Cuentos completos
Mauro Armiño señala, en un documentado y
amplio “Prólogo” a Cuentos completos
(2015), que cuando Schwob irrumpió en la escena literaria francesa de finales
del XIX imperaba la premisa de Zola, “el autor de novelas debe borrarse tras un
anonimato que le permita el análisis de la realidad, y así conseguir ver tras
una lente de aumento”. Schwob proponía lo contrario: era el individuo quien
interesaba, “una esencia única que flota por encima de los acontecimientos
históricos, de las condiciones económicas”. Para él, arte era lo contrario de
las ideas generales: “El arte sólo describe lo individual, no desea más que lo
único”.
Sus textos están llenos de iluminaciones,
se abren a constantes caminos de nuestra imaginación. Bajo el título de Cuentos completos, la editorial
madrileña, reúne los libros de relatos que Schwob publicó en vida, escritos en
el increíble breve periodo de tiempo de 1891 a 1896 —Corazón
doble, La leyenda de los mendigos, El rey
de la máscara de oro, Mimos, El libro de Monelle, Vidas imaginarias, La cruzada
de los niños, La estrella de madera y una última sección, Cuentos no recogidos—, conjunto de
relatos que quedaron dispersos o inéditos. Para Marcel Schwob el mundo se
representa como una mezcla de terror y de piedad, dos pasiones extremas que el
alma humana debe equilibrar. Así es como debemos leer y entender la mayoría de
su literatura, y una excelente muestra esta edición de su narrativa breve que,
cronológicamente, empieza con Corazón doble (1891), un volumen de 34 relatos que, entre lo histórico
y lo fantástico, llevan al lector a través de los siglos en un viaje por la
indiferencia y la piedad, por la caridad y el terror. Entre esos dos polos
sitúa Schwob el objetivo del libro: “llevar, por el camino del corazón y por
el camino de la historia, del terror a la piedad, mostrar que los
acontecimientos del mundo exterior pueden ser paralelos a las emociones del
mundo interior, hacer presentir que en un segundo de vida intensa revivimos
virtual y actualmente el universo”. En esa declaración quedan fijadas
muchas claves de su obra que, como crítico, se mantuvo ajeno a las corrientes
historicistas y a la crítica psicologista del positivismo; fue un inventor de
imágenes y de voces, un autor al margen de las corrientes y modas, dotado de un
inusual talento para ocultar o para olvidar su existencia detrás de las vidas
que imaginó, pero sobre todo para vivir en la literatura más que en la
realidad. El rey de la máscara de oro (1892)
reúne sus relatos más notables, “La peste”, “Las embalsamadoras”, “La máquina
parlante” o el que da título al conjunto, donde con tono afligido y sugestivo se
desentraña una historia sobre la apariencia y la falsa realidad que, pese a un
final un tanto trivial, subyuga al lector por su excelso tratamiento narrativo.
En Mimos (1893),
seguirá la obra del poeta Herodas, autor de unas pequeñas escenas teatrales,
aunque el francés ensaya un nuevo juego donde la realidad, a través de la
poesía y de lo simbólico, entrelaza con la ficción para componer algo
indistinguible. Un paréntesis narrativo le lleva a El libro de la Monelle (1894) una de
sus obras más conocidas. Dividido en tres partes, la primera es una declaración
de intenciones, una sucesión de pensamientos, entre la destrucción y la
renovación, un auténtico desfile de personajes arquetípicos que enlazan con su
obra anterior, las hermanas de Monelle convertidas en aproximaciones poéticas al
comportamiento humano, y una tercera parte dedicada a la propia Monelle,
rodeada de niños, caminando frágilmente hacia la muerte, envuelta en un
misterio, protagonista de múltiples enigmas. Vidas
imaginarias (1896), su libro más conocido, es su
obra de madurez con respecto a sus propuestas anteriores que se sustenta por
unos mismos principios. Vidas de personajes reales en las que Schwob celebra
una ceremonia de la confusión: todo es real, excepto algunas cosas. Desde la
antigüedad clásica a notorios piratas desfilan por sus páginas en dudosas
biografías que no son ciertas. Un escritor está capacitado para algo que no lo
está el historiador: dar vida a unos personajes de los que el resto solo pueden
levantar acta de defunción. La estrella
de madera (1897), relata la conmovedora historia de Alain, niño criado por
su abuela entre las carboneras del bosque. Un día Alain descubre el brillo de
las estrellas y decide partir hacia el llano en busca de alguna para poder
encenderla. Como en las buenas historias de carretera, existe búsqueda y
aprendizaje, con detalles justos y la precisión que emana de los sabios.
Últimas
propuestas
La
cruzada de los niños será uno de
sus últimos relatos, y en su planteamiento remite constantemente a El libro de la Monelle, quizá
equivocadamente. Esos niños que marchan hasta Jerusalén, ante el estupor de los
adultos, esa historia contada a través de distintas voces, los niños o los Papas
(frente a esa religión desbordada), es el relato inocente de un viaje utópico;
o de una deriva humana general. Se añaden, al conjunto de estos Cuentos completos, algunos relatos nunca
publicados como un conjunto unitario, doce en total más una novela inacabada, Pupa. Escenas de la vida latina. Y nos queda una curiosa sorpresa, “Maua”,
el último de los relatos, un objeto extraño difícilmente identificable: un
cuento pornográfico. Como si la última vida imaginada fuera la suya, la vida de
un escritor que amó a muchos escritores, que fue amado por otros tantos, que
dejó una obra intensa, sobre otros hombres y que creyó en otros mundos, todos
ellos próximos, todos ellos poéticos, todos ellos maravillosos.
En Marcel Schwob, según el
poeta José Emilio Pacheco, “los términos “creación”, “gloria” e “inmoralidad”
vienen refutados por su propia personalidad. No es un autor que crea o inventa,
como todos, sino que su literatura partirá de otros textos. En sus manos el
palimpsesto se convierte en palintexto: escritura sobre lo escrito que no por
ello es menos imaginativa ni original”.
Marcel Schwob; Cuentos
completos; ed., y trad., de Maura Armiño; Madrid, Páginas de Espuma, 2015; 738
págs.
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