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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Julio Jurado



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Julio Jurado

El bombardero azul

                      
       Algún que otro eco de Gómez de la Serna, y bastantes escenas esperpénticas del mejor Valle-Inclán motiva al curioso lector a la lectura de una excelente colección de cuentos con un no menos curioso título, tan vanguardista como absurdo, y de tan extensa tradición literaria, El bombardero azul (2016), una calculada y acertada segunda entrega de Julio Jurado (Madrid, 1958), que antes había publicado Andar por el aire (2010). Sirva este apunte de obligada referencia literaria, pero no debe advertirse intención alguna en cuantificar una deuda con toda una estela de nuestros clásicos sino que, en realidad, el narrador madrileño ha aprendido bien la lección, ha bebido de las mejores fuentes, y opta por una narración que, en su caso, describe una sociedad contemporánea de la que, a sus personajes, no se les permite formar parte aunque, y a pesar de todo eso, de la sabia mano del narrador, estos protagonista no se muestran o sienten ajenos a la esperanza, como tampoco renuncian a lo esencial de la vida.
       Julio Jurado se postula, desde las primeras líneas, como “un héroe al que imaginaron cobarde” y se atreve en “Traer a cuento” a declarar sus intenciones respecto a su libro, “unos cuentos que trasciendan de una manera impulsiva las fronteras de lo racional y lo lógico, incluso en la extensión de alguno de ellos (…) relatos que se hunden sin remedio en un futuro ilógico e imperfecto, en la ambición y el desamor, en el crimen como una de las bellas artes, en la confusión como magia y locura, en el sueño o la pesadilla (…) historias que pretenden ser un arriesgado homenaje dirigido a personas inteligentes (porque nunca se parecerán a los personajes de estos relatos)”. Pero, en realidad, esta especie de prólogo, es un relato en sí, y además uno de los más conseguidos, porque anuncia esa suerte de collage de esos sentimientos e inquietudes que conforman las palabras y, en su conjunto, El bombardero azul, contiene bastante de estas pretensiones.
       Como el sabio Dostoievski, el narrador Jurado se pregunta cómo a alguien se le ocurre pensar que el hombre necesita inevitablemente lo racional y provechoso, y tal vez motivado por ese escepticismo o ejercicio de desfascinación, como señala Zapata, y asumiendo el riesgo de descubrir esas falsas apariencias para luego desenmascararlas desde ángulos tan diversos como los practicados por el autor, solo así se entiende cómo distribuye sus cuentos en tres partes, y la Primera de ellas, la más amplia, formada por siete relatos que se convierten en el cuaderno diario de unas vidas tan cotidianas como fragmentarias, protagonizadas por unos personajes que dudan aunque su existencia, y en un momento dado, se verá asaltada por unos deseos en los que irrumpen elementos insólitos, o extraños. El enamoramiento de una camarera, La Chunga, ejemplar ejercicio de cuento tradicional, titulado, “El coleccionista de carteras”; la búsqueda de un empleo para sobrevivir en un apocalíptico ¿futuro donde ya no existen los sentimientos?, la asunción de ser rechazado, el magnífico diálogo entre un hombre quejumbroso y la mujer con espinas, la inseguridad de una relación, o la fabula del lobo feroz, esa animalidad irrenunciable como parte de la naturaleza del ser humano, un buen ejemplo de envidia entre hermanos, con una perfecta ejecución y de consecuencias fatales, un amor desenfrenado y poco edificante, y la constatación de la soledad y decrepitud de la vejez en el cuento, “Hoy he visto un perro”, conforman el mundo que Jurado brinda a sus lectores, ejemplos de una aguda irónica visión, cierto cuestionamiento y rebeldía sobre las normas que rigen nuestra sociedad y que, en el madrileño, se muestran en total decadencia y señalan la perversidad de quienes forman parte de esa otra realidad.
       La Segunda, formada por un solo cuento, y el más extenso, da título al volumen y el autor despliega toda una suerte de características narrativas en un relato distópico de ciencia ficción, tan extraño como un sueño o una pesadilla con una sugestiva atmósfera opresiva e intemporal de algunas de las mejores obras de Kafka. El protagonista, sin nombre, abandona una granja, atraviesa un puente e inicia un viaje hacia M. portando gambas perladas que cultiva sin agua y que tienen la propiedad de calmar el hambre a una persona con un solo ejemplar. Su viaje es un intento de huir de una realidad que le imponen los Respetables porque no entiende el mundo que le ha tocado habitar y muestra como a lo largo del relato se le escapa de las manos y, en medio del caos y en un mundo en extinción, hay sin embargo lugar para el amor con la sargento Rosario que comanda, y navega en El bombardero azul.
       La Tercera parte cierra el libro con dos relatos muy diferentes en cuanto a estructura y ejecución: “Falsa moneda”, narra como un personaje incita al narrador (abstenerse cuentistas) a crear una historia larga, avanzar en el número de páginas escritas y abandonar así ese concepto de relato breve; y “Encuentro cultural” es una pequeña pieza de teatro con la que el autor pretende, como queda explicitado, homenajear a Ionesco, en ese sentimiento de limitado o alienado como olvidos momentáneos de todo un proceso alienatorio.
       Para Julio Jurado, la escritura resulta algo imprevisible, de ahí su interés por suscitar emociones en el lector, y provocar al mismo tiempo una desproporcionada cantidad de significados tras la lectura de sus textos, esta y tal vez no otra podría ajustarse a una calculada y posible definición de un libro que sin lugar a dudas nos descubre que siempre es posible destruir el mundo, y El bombardero azul es una buena muestra de ello.







El bombardero azul
Julio Jurado
Ilustraciones de Norberto Fuentes
Madrid, Adeshoras, 2016; 212 págs.

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