LA
BALLENA BLANCA
Moby Dick es uno de esos libros
que, ciento cincuenta años más tarde de su publicación original en 1851, sigue
ofreciendo a los lectores esa aguda reflexión sobre el alma humana que otorgan
las grandes obras y una visión épica sobre los sentimientos acerca de nuestro
mundo y los elementos que lo componen. O quizá esa exploración espiritual que
supuso la literatura norteamericana de mediados del siglo XIX con obras como Walden
(1854), de H. D. Thoreau e incluso Hojas de hierba (1855) de Whitman
y que, como éstas, preconiza un nuevo orden social y cultural entre las
angustias que procura la vida y la muerte.
Herman Melville (Nueva York, 1819-1891)
tuvo una acomodada infancia de clase media en la ciudad donde nació aunque muy
pronto las circunstancias familiares le llevaron a embarcarse como marinero
rumbo a Liverpool en 1839 y posteriormente en un ballenero en el que recorrió
el Pacífico, las Islas Marquesas, las Sandwich y las Society hasta regresar a
Estados Unidos en 1844. El padre fue un conocido comerciante de sedas,
sombreros y guantes, cuyo negocio quebró, inesperadamente, en 1830. Murió dos
años más tarde y la familia se vio sumida en una relación de pleitos, hipotecas
y peticiones de dinero que acabaron con el bienestar de la familia y su refugio
en la marina. Su experiencia marinera por la Polinesia lo llevaron a
plantear la historia de Ishmael, un personaje abandonado por su padre,
despreciado por su madre y eclipsado por el éxito de un hermano mayor, semejanzas
que, además, se engrandecieron por la visión que el joven marinero experimentó
ante la vacía inmensidad del mar y sobre todo por la convivencia con una
tripulación dibujada como los desheredados de la sociedad. El mundo espiritual
de Melville se concreta en Bartleby, el escribiente (1856), la historia
de un hombre que se niega tenazmente a la acción, Benito Cereno (1856),
su texto más polémico e inexplicable que sólo se justifica porque se
muestra como un ejemplo cabal de este mundo y Billy Budd (1856), que
relata el conflicto entre la justicia y la ley. Estos textos proyectan a un
hombre que fue propenso a la soledad y sus mejores amigos, y su propia familia,
temieron, en alguna ocasión, que el famoso autor se encontrara al borde de la
locura, y además de haber sido considerado un misántropo que favoreciera su
propia aniquilación.
La novela Moby Dick pasó inadvertida cuando se publicó, incluso
durante el resto de la vida de su autor. La crítica la descubrió hacia 1920 y
hoy está considerada como una obra clásica. En realidad, la ballena blanca es
uno de esos dragones o de esos monstruos marinos que encarnan las fuerzas de
todo el caos que gobierna la creación y, su protagonista, el capitán Ahab,
encarna a uno de esos héroes como Perseo o San Jorge, dispuesto a convertirse
en el redentor de toda una profecía, pero además se transfigura en ese
personaje incapaz de controlar sus reivindicaciones en la vida y considerar el
silencio del mundo como un vacío materialista. Por medio de su obra, Melville,
superó esa ausencia de literatura heroica en su país y fundió los modelos del
viejo mundo con el nuevo; en realidad, el personaje de Ahab es un héroe de
tragedia shakesperiana; el resto son arquetipos que representan el resto de
accesorios trágicos. En el desafío de Moby Dick muestra el escritor
norteamericano, de alguna manera, las enseñanzas recibidas en el mar sobre las
ballenas y el arte de su caza, elevando a una categoría universal esa
especulación caprichosa de premonitoria aniquilación. Quizá por este motivo,
esta novela haya que leerla hoy como una protesta ética contra la creación en
general y esa necesidad de que se reconozca una relación espiritual con el
Creador. «He escrito un libro perverso—llegó a escribir el propio Melville a su
gran amigo Hawthorne—y me siento inmaculado como el cordero». La edición de
Debate se presenta con la nueva traducción de Enrique Pezzoni y las
ilustraciones de Rockwell Kent el artista norteamericano capaz de sintetizar el
realismo y el modernismo de la época melvilliana.
MOBY DICK
Herman Melville
Ilust. de Rocwell Kent
Madrid, Debate, 2001
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