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EL CIELO OBLICUO
Esta es
simplemente, una historia de mujer que necesita dar salida a algo que para ella
se ha convertido con el paso del tiempo en una necesidad acuciante, dirimir esa
paradoja para lo que fue educada, la esperanza de engendrar y la agónica
sensación de no poder lograrlo, y es así como es capaz de establecer un
monólogo a través de un auténtico diario, y escribir sobre esa no-maternidad
que le lleva a una mirada sobre otras muchas cuestiones, femeninas o
feministas, aunque tan reflexivas como cargadas de una sostenida emoción, sobre
el intenso tema tratado. Y leemos, «Mi ginecóloga no sabe que voy a escribir un
libro sobre mi no-maternidad, tampoco sabe que aparece en él; ella y su cara de
desprecio. (…) Escribo sobre mi pequeño dando vueltas en mi sala de espera,
sobre mi útero vacío, sobre mi no-concepción, sobre mi ángel de la guarda, sobre
Yerma (…) sobre que hemos nacido para ser madres y no lo somos, que nos han
parido para ser madres y no lo somos».
Belén García Abia (Madrid, 1973)
se enfrenta en El cielo oblicuo
(2015) con un texto breve, apenas ochenta páginas, al incuestionable y espinoso
término de la maternidad y sobre lo que podrá ser o será, a partir de un frío
diagnóstico que revoca los sueños de esta mujer, pero cuya voz representa, sin
duda, a la de otras muchas. Pero este libro, pese a su tratamiento, incluso y
estructura, no es un ensayo, sino más bien una «novela de la vida», como la de
muchas antecesoras de la madrileña, porque algunas narradoras perdieron un hijo,
y otros nunca lo tuvieron, Martín Gaite o Garro, Woolf y Mansfield, Duras y
McCullers, o más recientemente Hustvedt, Ozick, Oates, Sexton; es, en realidad,
una novela breve y exacta sobre una mujer de este tiempo, sobre una no-madre
que vive, reflexiona y escribe sobre conceptos y tradiciones, sobre la mujer
complaciente y obediente, o la mujer feroz, como ella y sobre las mujeres en
general, aunque por extensión sobre todos los seres humanos, envueltos en sus
sueños, mujeres y sobre hombres con voz porque en el “Epílogo” se dirige a
Telmo, el único hombre invitado y este le cuenta la relación con su madre: su
vida, los momentos finales hasta su muerte, los ratos de lectura, y sobre todo
ese concepto de que “la voz es la que abre el alma”, y ese peso de la ausencia.
Esta no-maternidad, según García
Abia, se “escribe para reconstruir los recuerdos”, porque el tiempo, sin duda,
es aquello que no tiene nunca lugar y jamás lo tendrá.
EL CIELO OBLICUO
Belén Garcia Abia
Madrid, Errata
Naturae Editores, 2015; 76 págs.
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