SANTOS Y MILAGROS
DE ÁLVARO CUNQUEIRO
La Fundación Banco de
Santander edita una curiosa edición De Santos y Milagros (2012), de Álvaro Cunqueiro, una antología temática, donde lo
hagiográfico y lo milagroso se convierten en constante en la obra del gallego.
Durante buena
parte de su vida, Álvaro Cunqueiro, se mostró interesado por todo cuanto sonaba
a literatura, como ha señalado, en repetidas ocasiones, Xesús González. El
mismo escritor solía afirmar al respecto, “ese es el lugar donde más
cómodamente sueño, el mundo de las letras, tantas veces ardiente como el de la
sangre, es decir, el de la vida”, así que nada, evidentemente, le era ajeno:
los problemas de la creación literaria, la situación de la poesía en la
sociedad, las traducciones y la invención de las palabras, incluso escribió
sobre sus escritores favoritos, Shakespeare, Rosalía de Castro, Dante o
Boccaccio, en auténticas serie que aparecieron en las páginas de El Noticiero Universal, durante
septiembre de 1973 y diciembre de 1975. Eran colaboraciones, generalmente, de
tema literario o sobre libros, tribuna que aprovecha para expresar sus gustos
literarios, así como su concepción del hecho literario. De alguna manera, sin
que supusiera una sistematización temática, sus comentarios sobre libros,
viajes, paisajes servían a Cunqueiro para mostrar a los lectores su experiencia
literaria que, para él, se concretaba en un conocimiento humano por excelencia.
Aunque, en el fondo, se sirve de la técnica periodística para seguir contando
relatos, para esbozar una historia, que suelen contener elementos tan
fantásticos como sentimentales, que ahora adorna como si se tratara de
auténticas reseñas literarias, de críticas a un libro determinado, así que en
numerosas ocasiones el autor hablará de cuanto le gusta y ama, aquello con que
sueña, o donde más cómodo se siente, y sus planteamientos terminan siempre
siendo literarios. En otras ocasiones, se limita a contar su impresión sobre un
libro, o parte de un poema, incluso se sienta y vislumbra un paisaje para aunar
los datos suficientes que se concretan en una larga tradición literaria en la
que él mismo se reconoce y a su literatura. Papeles
que fueron vidas. Crónicas literarias (1994), en edición de Xesús González,
reúne una amplia muestra del mejor quehacer de Cunqueiro, quien además arriesga
proponiendo una amplia información en las que deja brillar su talento de
escritor y un estilo poético para expresar sus opiniones más contundentes y
claras, cuando afirma que “la literatura de la Yourcenar va a durar
mucho más que la de Simone de Beauvoir, y la de Jean Giono, cuando ya la de
Robbe-Grillet no la recuerde nadie”. En otros insiste en su propia experiencia
y entra de lleno en los problemas literarios que le preocuparon, por ejemplo,
su faceta frustrada de dramaturgo, porque nunca vio sus textos representados, y
escribir teatro únicamente para ser leído, le parecía una auténtica aberración.
Así que siempre podemos pensar que sus aproximaciones a la crítica las realiza
mediante un especial simpatía intelectual, y de su incuestionable intuición que
le proporciona su profundo amor a la literatura con un indiscutible trasfondo
de nostalgia por aquellas cosas qua ama, la novela, la poesía, el teatro y la
memoria de lo que ha ido acumulando en su cotidiano existir.
Centenario
Con motivo de su centenario, la Fundación José Antonio de
Castro, reeditaba a lo largo de 2011, las Obras
Completas, en edición de Xosé María Dobarro, dos volúmenes que contenían:
Tomo I: Merlín y familia, Las crónicas el Sochantre, Las mocedades de Ulises, Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas
y Flores del año mil y pico de ave;
Tomo II: Un hombre que se parecía Orestes,
Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca, El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes, La otra gente, Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos, Las historias gallegas, Elegías y canciones, Un poema y cuatro prosas, Crónica de la derrota de las naciones
(Fragmentos) y Rogelia en Finisterre.
Su narrativa se desarrolla en dos líneas
complementarias, una de ellas corresponde a sus obras mayores, incluidas en el
primer volumen, colecciones de viñetas narrativas integradas en un marco que
les confiere unidad. Su novela Las
mocedades de Ulises y la obra Flores
del año mil y pico de ave, recoge piezas escritas en castellano en la
primera etapa de la posguerra. De su teatro en gallego destaca una versión libre del
tema de Hamlet, que luego incorpora a su novela Un hombre que se
parecía a Orestes (1969), que ya muestra algunas de las características más
notables de su narrativa y por la que obtuvo el Premio Nadal. En Tertulia de
boticas prodigiosas y escuela de curanderos, La otra gente y Las
historias gallegas se recogen una serie de retratos o semblanzas de tipos
populares gallegos. Se incluyen otras dos novelas destacadas de su narrativa: Vida
y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca y El año del cometa con la
batalla de los cuatro reyes; y se cierra el volumen con una selección de su
poesía y su teatro.
La editorial
sevillana, Paréntesis, editaba recientemente, Las historias gallegas (2011), de Álvaro Cunqueiro, una colección
de artículos, o “retratos al minuto”, bajo el tamiz de un concepto mágico de la
existencia, un aire gallego rural y ultramundano en el que el concepto de
“gallego” consiste en ese cotidiano entremeterse de lo insólito por las veredas
del hombre. En todas historias -señala, Manuel Gregorio González- lo que apunta
es una confianza, una habitualidad con lo imposible o lo sagrado. En todos
estos retratos, manifiesta Cunqueiro, lo que se elucida es el vasto territorio
de la ensoñación humana. Unos sueños alejados del carácter neurótico de Freud,
y más cercanos al concepto de Jung que propugnaba que los mitos duermen junto a
las más crudas pasiones. Editados, originariamente, en 1981, reúnen felizmente
el vagamundo linaje de sus seres imaginarios y lo más curioso de estas crónicas
que son, en cierta medida, el testamento de Cunqueiro, fechadas en febrero de
ese mismo año, pocos días antes de su fallecimiento, el 28. El gallego estuvo
rodeado, según testimonio propio, de meigas, sabias, adivinas y arresponsadoras
y habla de estos retratos como de auténticos rompecabezas porque sus
protagonistas forman parte de un pueblo humilde, que ha visto procesiones de
difuntos, que ha buscado y encontrado tesoros y que más de una vez ha
descubierto leyes secretas que rigen las relaciones entre el mundo y el
trasmundo: Louro de Paredes, Braulio Costas,Felipe da Ribeira, Novagildo
Andino, entre otros muchos que vayan a donde vayan no dejan de soñar con la
pequeña patria lejana, de verdes campos y siempre bajo la lluvia.
De Santos y
Milagros
César Antonio Molina, prologa,
la edición De Santos y Milagros (Fundación
Banco Santander, 2012) para quien, Cunqueiro, era, sobre todas las cosas, un
narrador oral, un contador de historias con una memoria apabullante, una
memoria que, muy bien, podía ser verdadera, fingida, inventada o creadora de
ficciones sin fin. La oralidad aspira a la verdad, a la honradez de la
autocorrección, a la intuición compartida. La gran literatura, como la de
Cunqueiro, atraviesa las fronteras, aunque como en su caso sea a través de las
reinvenciones y César Antonio
Molina, se refiere tanto a las temporales, a las físicas y a
las literarias, solo así Orestes, Ulises, Simbad o Merlín sobreviven en el
mundo contemporáneo porque alguien, como el gallego, es capaz de insuflarles
una nueva vida reinterpretada. De ahí, añade Molina, sus “novelas” acaben
abruptamente, porque el relato oral es siempre inacabado, indefinido, queda
pendiente de ser retomado en lugares o tiempos distintos. En cada uno de sus
libros, el autor gallego, cuenta cientos de historias y nos relata prodigios,
como los que se producen en uno de sus libros más característicos, Vida y fugas de Fanto Fabtini. Las obras de Cunqueiro están también
repletas de lances amorosos, en su mayor parte frustrados, y todos sus
personajes los rememoran como un sentimiento del paso del tiempo. Es un
poeta-narrador-autor teatral excepcional en dos lenguas, el gallego y el castellano
que ejerció de articulista, capaz de mezclar el género con el relato breve, la
crónica, la historia, y bastante de sentimiento lírico. Su obra periodística es
tan valiosa y original como el resto de su producción, de ahí la importancia de
la Fundación Banco
de Santander y el esfuerzo de Xosé Antonio López Silva que ha agrupado temáticamente
estos artículos, unos textos que muestran el enfoque personal de Cunqueiro
hacia el género hagiográfico, con un tratamiento literario, en ocasiones casi
lírico. López Silva destaca la importante dualidad con que el narrador gallego
aborda su trabajo durante todos estos años, combinando en todo momento
publicaciones en lengua gallega y castellana, obra gallega que él mismo traduce
y convierte en un proceso de re-creación, como ocurrirá en 1956 cuando aparecen
las versiones castellanas de Merlín y
familia y El caballero, la muerte y
el diablo. Años después aparecería, Las
mocedades de Ulises (1960) y un año antes Fernández del Riego había
traducido, Las crónicas del sochantre,
galardonada con el Premio Nacional de la Crítica, referente indiscutible, desde ese mismo
momento, de la novelística de los sesenta, además, de abrirle un camino
duradero con Ignacio Augustí, editor, de Destino que publicará todas sus
novelas en castellano, y sus posteriores colaboraciones en la revista del mismo
nombre desde 1961. Lo religioso y lo hagiográfico es un tema recurrente en el
gallego que permite visualizar -señala López Silva- de forma singular su
evolución personal y literaria que prolongaría a lo largo de su vida en un
proceso complejo de recreación de materiales, al tiempo que provoca un
auténtico juego textual de referencias internas en su obra posterior. En sus
años de juventud, lo santo será visto desde una óptica gallega, algo que más
tarde se concretaría en la figura de Santiago Apóstol y el Camino, como
elementos fundamentales en su obra. El paso del tiempo llevará a Cunqueiro a
centrar la narración hagiográfica en su estatuto mismo de narración, reducto de
la ficción, o de una re-creación constante con todo lo vinculado con lo santo:
el milagro.
Los criterios de edición
seguidos por Xosé Antonio
López Silva se concretan en el respeto filológico, corregidas
las erratas, unificada la ortografía y los textos han sido ordenados
cronológicamente, se ha buscado editar textos que nunca habían aparecido en
forma de libro. La abundancia de los mismos ha dejado fuera a una cantidad
considerable de fecha anterior a 1945 por cuestiones de espacio y exigencias de
la colección. Sobresalen siete relatos aparecidos en la revista, Catolicismo, desconocidos hasta ahora y
que ofrecen perspectivas diferentes en la obra de Cunqueiro antes de 1955. Ha prevalecido, en
todo caso, la pretensión de exhaustividad para ofrecer una panorámica sobre un
tema relevante en el narrador gallego.
Vida y obra
Álvaro Patricio Cunqueiro Mora
nació el 22 de diciembre de 1911 en Mondoñedo, hijo de Joaquín, boticario
establecido en los bajos del Palacio Episcopal, y Presidente de la Sociedad de Obreros
Católicos, y alcalde la ciudad. A los once años se traslada a Lugo para cursar
el Bachillerato y allí conocerá a los hermanos Correa Calderón, Ánxel Fole y el
poeta Luis Pimentel. En 1927 cuando termina sus estudios, se traslada a
Santiago de Compostela y se matricula en Filosofía y Letras. Tiene de compañero
de cuarto a Fole, y pronto entabla amistad con García Sabell, el pintor Luis
Seoane, Torrente Ballester y Fernández del Riego. Su primer libro de poemas
aparecerá en la editorial Nós, Mar ao
Norde (1931) y un año después, Cantiga
nova que se chama Riveira. Desde este momento, se revela como un poeta
gallego de primera fila, y pronto inicia sus colaboraciones en la prensa con
artículos culturales y de arte en El
Pueblo gallego. Cuando estalla la guerra, Cunqueiro toma la decisión de
apoyar el levantamiento por su vinculación con el galleguismo cultural, con el
Partido Galeguista y los hombres del Grupo Nós. Vivirá y trabajará en San
Sebastián hasta 1939, momento en que Manuel Halcón lo reclama para el ABC. Sus textos de guerra son prosa de
combate, completamente adscrita a la retórica franquista. El año 1940 será
crucial en la consagración literaria de Cunqueiro en el Madrid de la inmediata
postguerra, pasa a la vicedirección de la revista Vértice, órgano del primer franquismo en la que publicarán, d´Ors,
Ridruejo, Laín Entralgo o Aranguren. Un incidente diplomático provocó la
expulsión del gallego del Registro de Periodistas, motivado por unos artículos
de temática jacobea que molestaron a la Embajada de Francia, aunque nunca se publicaron.
Así durante dos largos años, 1945 y 1946, colaboró en la revista Catolicismo. La escasez de
colaboraciones, no le proporcionaba al narrador los ingresos suficientes como
para mantener a una familia, su esposa y dos hijos pequeños, en Madrid, además
su crisis profesional le llevó a una profunda crisis personal que en 1947 le
obliga a abandonar la capital y volver a Mondoñedo. Unos años más tarde,
Francisco Leal Ínsua, director de El
Progreso, de Lugo, le consigue una colaboración como articulista, inicio de
una vuelta a la carrera periodística que, a partir, de 1950 se irá extendiendo
a diferentes periódicos de ámbito gallego: El
Correo Gallego, de Santiago, La Voz de Galicia, La Coruña, la revista Vida Gallega, en una segunda época, y El Faro de Vigo, cuya dirección asumirá
en 1965 y mantendrá hasta 1970. La década de los sesenta es, sin duda, la época
más señera y fructífera de Álvaro Cunqueiro porque el 23 de abril de 1961 es
nombrado Académico de Número de la Real
Academia Galega e intensifica sus publicaciones en
castellano, Las mocedades de Ulises
(1960), Flores del año mil y pico de ave (1968),
Un hombre que se parecía a Orestes
(1968), Vida y fugas de Fanto Fantini
della Gherardesca (1972) y El año del
cometa con la batalla de los cuatro reyes (1974) y las recopilaciones de
sus colaboraciones en Faro de Vigo,
que tituló, El envés (1969), Laberinto y Cía (1970) y El descanso del camellero (1970).
Cunqueiro padecía diabetes, una
dolencia en un pie fue agravándose y su estado empeoró, fue hospitalizado en
varias ocasiones con sesiones de hemodiálisis que se complicaron con una
insuficiencia renal que, finalmente, le llevaría a la muerte, un 28 de febrero
de 1981 en Vigo. Conservó una extraña y mágica lucidez y una prodigiosa memoria
hasta el final.
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