La vida como derrota
Rueda del tiempo, Manuel Talens
Tusquets, Barcelona 2001
Manuel Talens (Granada, 1948) se empeña en otorgarle justicia histórica a los personajes de sus obras y en esta nueva colección de cuentos, ‘Rueda del tiempo’ (2001), su propósito se extiende mucho más allá y, a la posibilidad de otorgarles dignidad a sus vidas, se une la prerrogativa de permitirles el protagonismo de toda una serie de perdedores que, sin la indulgencia del escritor, nunca hubieran podido salir del anonimato. La suya –la del escritor, claro está- es por consiguiente una moral solidaria, compartida, de sano compromiso como se presupone en la buena literatura, con el evidente ejemplo de una profunda reflexión sobre el sentido de la existencia, con sus miserias y sus grandezas, como se desprende de muchos de estos relatos.
Autor de
dos novelas que se reparten en el espacio geográfico vivido en los últimos años
por el narrador, la
Alpujarra granadina de ‘La parábola de Carmen la Reina’ (1992) y la Valencia rural de ‘Hijas
de Eva’ (1997), ha publicado, además, una colección de relatos anterior,
‘Venganzas’ (1994). Los dieciséis cuentos que componen esta ‘Rueda del tiempo’,
en palabras del propio autor, sólo se justifican porque nuestras vidas se
convierten, pese a nuestros esfuerzos, en ese camino sin recompensa posible que
recorremos todos y que, además, se circunscribe a toda una serie de episodios,
monótonos en la mayoría de los caos, y tan insustanciales que pocas veces se
ven alterados por algún hecho porque siempre vuelven a esa dinámica donde nunca
parece pasar nada. Une a estas historias y a sus protagonistas una vida
desesperada, abocada al más absoluto silencio, pero todas tienen su importancia
porque individualmente, también, reflejan ese espacio reservado que nos otorga
la memoria y esto, aún hoy día, no deja de ser importante. La variedad ensayada
por Talens es tal que muestra, en estas piezas, ese tipo de relato que se
denomina o califica como «microrrelato», a caballo entre un epigrama y un cuento
con todos sus elementos, pero en el que predomina, de forma magistral, el
empleo de la paradoja, la ironía, la sátira o el humor, para llegar a un final
tan sorpresivo como ingenioso, además de un registro lingüístico tan rico como
sutil. En ‘Odisea’, ‘Art is a gun’, ‘La lucha interminable’ y ‘Epitafio para
caminantes’, alguno de apenas ocho líneas, sintetiza la elementalidad del
género del que aún queda mucho por hablar.
Los aspectos dolorosos, los oscuros de la realidad de Talens quedan explícitamente representados en algunos de los mejores relatos de la colección, por ejemplo, en ‘María’, en ‘Virtudes Pestaña se encuentra sola’, ‘Sangría’, en ‘Destinos cruzados’ y, sobre todo, en ‘Fin de viaje’, en los que el impulso fatídico de nuestra existencia señorea por estos episodios. Muchas de estas historias presentan, en suma, los desencuentros vividos entre sus personajes, algunos anclados en la tradición y marcados por el paso del tiempo, pero estas vicisitudes, como otras que se exponen en el libro: la dignidad, la paradoja del amor o el orgullo, no impiden la verosimilitud en todos y cada uno de los comportamientos de los seres protagonistas de estos relatos, cuyo ejemplo final viene dado por esa máxima que afirma que nada resulta inocente o fruto, en definitiva, del azar.
Los aspectos dolorosos, los oscuros de la realidad de Talens quedan explícitamente representados en algunos de los mejores relatos de la colección, por ejemplo, en ‘María’, en ‘Virtudes Pestaña se encuentra sola’, ‘Sangría’, en ‘Destinos cruzados’ y, sobre todo, en ‘Fin de viaje’, en los que el impulso fatídico de nuestra existencia señorea por estos episodios. Muchas de estas historias presentan, en suma, los desencuentros vividos entre sus personajes, algunos anclados en la tradición y marcados por el paso del tiempo, pero estas vicisitudes, como otras que se exponen en el libro: la dignidad, la paradoja del amor o el orgullo, no impiden la verosimilitud en todos y cada uno de los comportamientos de los seres protagonistas de estos relatos, cuyo ejemplo final viene dado por esa máxima que afirma que nada resulta inocente o fruto, en definitiva, del azar.
Ideal, Artes y
Letras, sábado, 1 de diciembre, 2001.
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