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domingo, 6 de septiembre de 2015

Hoy tomo café con…



EL GRANADINO MANUEL TALENS QUE ENTRÓ EN EL PANORAMA NARRATIVO CON SU LIBRO 'HIJAS DE EVA', REEDITA AHORA 'LA PARÁBOLA DE CARMEN LA REINA', QUE PASÓ DESAPERCIBIDA EN 1992*

Manuel Talens y su parábola”



      La narrativa de Manuel Talens (Granada, 1948) posee la fuerza verbal y la capacidad de recreación dé un mundo propio, una característica que no deja de sorprender en el panorama narrativo de este final de milenio. En La parábola cíe Carmen la Reina (1992), que, con gran acierto, reedita Tusquets en estos días, se cuentan las cosas de nu­merosos personajes que viven a lo largo de todo un siglo en un pueblo perdido de las Alpujarras granadinas Venganzas (1994) relataba con malévola in­tención los difíciles años de la guerra ci­vil y el posterior franquismo en el espa­cio geográfico de Granada, y con la no­vela Hijas de Eva (1997), cambiaba de es­cenario para contarnos la crónica de la ciudad de Valencia y su comarca, en un relato tan divertido como brillante.  

LA PRIMERA EDICIÓN
        -Hace unos años, cuando apareció la pri­mera edición de La parábola de Carmen la Reina, algún crítico la calificaba de novela total. ¿En qué medida se ajustaba este calificativo a su novela?
-Es evidente que esa fue mi intención, escribir una novela total. Se trataba de crear un mundo autónomo, con sus pro­pias leyes independientes del mundo real, si bien conectado con las circuns­tancias históricas españolas del siglo XIX y de principios del XX, que era el perío­do en que se desarrollaba la novela. Pero ya sabe usted que en esto de narrar una cosa son las intenciones y otra el resulta­do. Las bibliotecas están repletas de grandes obras fallidas. Hasta que empe­zaron a salir las críticas estuve con el co­razón en vilo.
        -Cuando uno comienza a leer esta no­vela, si recurre a un mapa, ¿localiza rápidamente el pueblecito alpujarreño de Artefa?
-A estas alturas, una vez que la crítica ha advertido que Artefa es un pueblo de ficción, creo que ya no vale la pena se­guir con mistificaciones. Cuando es­cribía la novela empecé trabajando con Órgiva, que es donde nació mi abuela, pero pronto me di cuenta de que el me­ro hecho de su existencia me coartaba la libertad de hacer con el territorio lo que me diera la gana, de manera que me in­venté un pueblo, que se llamó Artefa co­mo podría haberse llamado cualquier otra cosa. Luego, conforme avanzaba en la composición, y ante la avalancha de personajes que incluso a mí se me mez­claban en la cabeza, decidí crear los cua­dros genealógicos para guiar al lector. El paso siguiente fue construir a ordenador las tablas de la ley con el texto de la Parábola escrito en hebreo y, luego, un mapa de las Alpujarras, de aspecto anti­guo y con apariencias de realidad, que incluyó a Artefa junto a Trevélez. Fue un puro juego, muy agradable, en el que la textualidad alcanzaba a las imágenes. Un lector de Salamanca  me contó  años después que anduvo todo un día con su mujer por las Alpujarras en busca de Ar­tefa, hasta que lo sacaron del error. En esta edición de ‘tusquets, ya puestos a mentir, he decidido contaminar de fic­ción también la portada, y la figura que aparece, Carmen la Reina simbólica­mente crucificada, pertenece a la Casa ­Museo de Carmen la Reina, en Artefa. ¡Incluso el Ayuntamiento nos ha dado permiso para reproducirla! Ahora sí que es una novela total.
 
ESTRUCTURA DEL RELATO
        -La estructura de este relato recuerda a ese tipo de sagas que provienen de la literatura hispanoamericana y que tan buenos resultados han dado a sus auto­res. ¿Con este primer intento quería aproximarse a esa narrativa de aire míti­co?
-Un amigo mío, chileno, dice que His­panoamérica empieza en Despeñaperros o bien que Andalucía se termina en el cabo de Hornos. ¿Qué significa esto? Pues que estamos muy emparentados en la manera de narrar, somos primos her­manos, lo cual no significa que las sagas las hayan inventado ellos, ni nosotros tampoco. Conté la historia de Artefa de esta manera y no de otra porque en aquel tiempo me pareció que era la me­jor técnica para darle forma a lo que de­seaba transmitir. Hoy, quizá, tomaría otro camino, pero es que todos evolucio­namos, lo cual es una bendición, ya que si no, sería muy aburrido. No es que uno .deba renunciar a su pasado, sino asu­mirlo y pasar otra cosa. Y en cuanto a la segunda parte de la pregunta, en la Parábola no me basé-en el mito, sino en la historia, contándola desde el punto de vista de los eternos perdedores y Ajustán­dola a una visión paródica de la religión católica, lo cual marca una diferencia fundamental con el realismo mágico. A toda novela se le pueden aplicar diversos tipos de lectura.

      -¿La novela se convierte en un docu­mento generacional’ de claros tintes rea­listas o galdosianos?
-A mí Galdós, me parece un novelista formidable, y Clarín también, tan gran­des como Balzac o Flaubert. Uno no pue­de, aunque quisiera, renunciar a la in­fluencia de sus lecturas. Siempre ha sido mi intención, y me complace que un crítico lo dijera, que mis personajes tengan carne, sean criaturas ­casi tangibles, una manera de crear vida, aunque sea de papel, pero no creó que la Parábola sea realista, ni tampoco histórica, a pe­sar de que bordee la historia, a menos que alguien me demuestre que en la vi­da real a la gente se le aparece la Virgen de las Angustias, que Gabriel Porra ase­sinó al general Prim o que llueve mierda sobre un pueblo como castigo por sus pecados.

MARAÑA DE PERSONAJES
        -Una vez perdidos en esa maraña de personajes, uno cae en la cuenta de asis­tir a, todo un entramado de tensiones ideológicas, que van desde una especie de semifeudalismo hasta llegar a esos movimientos anticlericales y libertarios.
-Claro, esta novela está escrita desde unos presupuestos políticos muy eviden­tes. Qué le vamos a hacer, yo soy materialis­ta y creo que muchas cosas tienen que cambiar, a pesar de las mandangas del final de la historia. El siglo XIX trajo con­sigo la desaparición definitiva del feuda­lismo y el triunfo de la burguesía, pero también el reconocimiento popular de que era preciso cargarse a esa misma burguesía acaparadora de bienes y to­mar el poder. Es bien conocida la polémica entre comunistas y anarquis­tas a propósito de tales cuestiones, y mucho más aún el fracaso posterior de la Unión Soviética, que supuestamente era la dictadura del proletariado, pero que en realidad fue la dictadura de una nueva burguesía burocrática, la del PCUS.

PLANEAR DE LA MUERTE
        -Sobre Artefa planea siempre la muerte. ¿La ironía de la vida se mide en el grado de provocación que uno es capaz de lle­var a cabo, como le ocurre a los persona­jes de su novela?
-La muerte es una consecuencia natu­ral de la vida o, dicho de otra manera, la vida es una enfermedad que se cura con la muerte. No hay más que eso, todo lo demás, el cielo, el infierno, Dios, Satanás, la fe o la resignación cristiana, son ganas de en­gañar al prójimo y de negar a otros el disfrute de los bienes de este mundo. Asumido lo cual, la provocación y en enfrentamiento son las únicas armas que quedan para tratar de cambiar la realidad material de la existencia.
        -Su siguiente obra, fue un conjunto de relatos, Venganzas (1994), una especie de ajuste de cuentas. ¿Le había quedado en el tintero por contar algo más de un cierto tiempo sombrío?
-El trabajo creador, tomado en el sen­tido de la praxis, no es otra cosa que un dar salida a las inquietudes, a los com­plejos o a los fantasmas que nos ago­bian. Cumplida la etapa decimonónica de la Parábola, me apeteció dar salida a mi opinión particular sobre la guerra civil, una época que no conocí, pero cu­ya presencia agobiante, susurrada al ca­lor del brasero por miedo a las represa­lias, marcó la infancia de toda mi gene­ración. Como no creo en la violencia física, Venganzas fue mi particular des­quite contra el franquismo. Nunca vol­veré á escribir sobre ese asunto, ya lo tengo resuelto, porque para mí, la escri­tura es una especie de aspirina. 

   -La segunda novela Hijas de Eva (1997) vuelve a ser un relato-río, ambientado esta vez en Valencia y sus cercanías a principios de siglo, aunque la estructura cambia en cierto modo.
-Sí, a principios de esta década que se acaba me instalé en Valencia. Hijas de Eva, que recrea toda una época valencia­na de principios de siglo, fue al mismo tiempo un propósito asumido de inte­gración personal dentro de esta socie­dad v un análisis de la condición de la mujer dentro de un mundo hostil creado por los hombres y para los hombres. La novela estaba estruc­turada en dos partes, una en Valencia y otra en Granada, y abarcaría práctica­mente hasta la ac­tualidad. Pero llega­do al final de la etapa valenciana se me ocurrió parar ahí y escribir el resto en otra ocasión. Por eso Hijas de Eva tiene un final abierto, con Fausta y Rosilda camino de Granada.
        -La ironía y la frase larga con distin­tos registros se convierte, de nuevo, en la característica esencial del relato. ¿Ambos artificios son consustanciales a su peculiar manera de narrar?
-Me gustan las frases sinuosas, ricas en adjetivos, con oraciones subordina­das que marcan los matices. Para mí, que soy andaluz y por lo tanto muy. oriental por cultura y por tradición, las palabras tienen olores y sabores, inclu­so tacto. Leo siempre lo que escribo en voz alta y, si no me suena como un vals, lo cambio. Esto hoy está cambian­do por la influencia de la televisión y del mundo audiovisual en general, que empobrece el lenguaje y lo convierte en algo chato y telegráfico. Una buena par­te de la actual narrativa escribe de esa manera esquemática, muy eficaz por otra parte.
Entrevista-Critica aparecida en Cuadernos del Sur/Diario Córdoba, el jueves 21 de octubre de 1999

*Esa horrible señora, que es la muerte, se llevó a mi admirado y querido Manuel Talens en su admirada y querida Valencia el pasado 21 de julio, cuando apenas unos días después hubiera cumplido 67 maravillosos y fructíferos años. Tantos amigos, tantas pérdidas.
 

 
 

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