Apólogo de la vida
La parábola de Carmen la Reina
Manuel Talens
Tusquets, Barcelona 1999.
La parábola de Carmen la Reina
Manuel Talens
Tusquets, Barcelona 1999.
Pocas veces un libro nos depara tanta sorpresa como este voluminoso ejemplar que ahora nos entrega Manuel Talens (Granada, 1948) y que, en realidad, se trata de su primera novela publicada en 1992 en una desaparecida editorial, Versal, y que ahora Tusquets pone de nuevo en los escaparates de las librerías para aquellos que, hace algunos años, se perdieron el disfrute de una obra calificada entonces por la crítica de «novela total». Así, La parábola de Carmen la Reina (1999) vuelve al panorama literario con la misma frescura y acierto de su bautismo literario y con la garantía del buen quehacer de un autor que, desde entonces, con una acertada dosis y no menos pulso narrativo, nos ha entregado el libro de relatos Venganzas (1994), cuyo hilo conductor se concreta en las diferentes venganzas que protagonizan las criaturas de estos doce relatos, en torno a los sucesos de nuestra guerra civil y los años que siguieron a ésta, y la novela Hijas de Eva (1997), cuyo espacio es la ciudad de Valencia y algunos pueblos de su comarca, en un ambiente rural y una burguesía naciente que se opone a la decadencia aristocrática de una España caciquil y analfabeta.
La parábola de Carmen la Reina es una narración tan caudalosa como amplia, lo
primero por la abundancia de personajes que se suceden en sus páginas, lo
segundo porque abarca más de un siglo de la vida de un pueblo perdido en la
sierra alpujarreña. Pero en realidad, se concreta en la vida de unas cuantas
familias y de unos personajes que, de alguna manera, habían adquirido cierta
relevancia entre sus vecinos a lo largo de los años. A medida que vamos
leyendo, esta especie de retrato de época se va tornando en las mil y una
historias que muchos de sus personajes van protagonizando y que revelan, en un
espacio geográfico como el que desarrolla la acción, Artefa, Busquístar, Cáñar,
Trevélez o el resto de pueblos que conforman la comarca, además de someras
descripciones de la vida de Granada, se produce todo un entramado de pasiones
que desembocan, como era de esperar, en tensiones ideológicas muy de la época
descrita hasta terminar por reconstruir aquellos movimientos liberales que
frente a un feudalismo conservador caracterizaron al siglo pasado.
Talens ha sido capaz de trascender todos los episodios que componen su novela, hacerlos creíbles e interesantes para al final ofrecer una visión muy pormenorizada de la vida de estas gentes. Como en toda historia real, el drama de la muerte aparece repetidamente, no sólo por el inequívoco paso del tiempo sino por el que desatan las pasiones incontroladas y conducen al crimen. Esta elegía de un tiempo pasado no produjo nada mejor, más bien se deja sentir cierta nostalgia porque en estas páginas se muestra esa intrahistoria de una cotidianidad. El relato de La parábola de Carmen la Reina está salpicado de un estilo lingüístico propio, elegido con ese cuidado que sugiere un autor cuya pretensión se concreta en narrar, de forma exclusiva, además de demostrar una exquisita capacidad verbal que le permite al granadino jugar con los registros del idioma, tanto en los niveles culto como en el coloquial, porque su prosa es rica y abunda en juegos, parábolas, ironías, hipérboles, sarcasmos y jerigonzas.
Talens ha sido capaz de trascender todos los episodios que componen su novela, hacerlos creíbles e interesantes para al final ofrecer una visión muy pormenorizada de la vida de estas gentes. Como en toda historia real, el drama de la muerte aparece repetidamente, no sólo por el inequívoco paso del tiempo sino por el que desatan las pasiones incontroladas y conducen al crimen. Esta elegía de un tiempo pasado no produjo nada mejor, más bien se deja sentir cierta nostalgia porque en estas páginas se muestra esa intrahistoria de una cotidianidad. El relato de La parábola de Carmen la Reina está salpicado de un estilo lingüístico propio, elegido con ese cuidado que sugiere un autor cuya pretensión se concreta en narrar, de forma exclusiva, además de demostrar una exquisita capacidad verbal que le permite al granadino jugar con los registros del idioma, tanto en los niveles culto como en el coloquial, porque su prosa es rica y abunda en juegos, parábolas, ironías, hipérboles, sarcasmos y jerigonzas.
Ideal, martes, 19 de octubre, 1999.19 de octubre d
Otro que se nos va, menudo veranillo.
ResponderEliminarMª Ángeles.