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LA
AMANTE DEL
MANDARÍN
Hoy, nuestro recuerdo para Ana María Navales (Zaragoza, 1939 - Borja, Zaragoza, 11 de marzo de 2009), que siempre nos ofreció su amistad, y nos dejó el recuerdo de sus librso, como el presente.
Ana
María Navales cuenta, desde hace algún tiempo, con ese especial bagaje con que
calificamos a los buenos narradores, sobre todo, porque hablamos una escritora
de raza que ha conseguido, con sus relatos y sus novelas, un merecido puesto en
el panorama literario español del último cuarto de siglo. A su última entrega
narrativa, Cuentos de las dos orillas (2001), sigue ahora La amante
del mandarín (2002), una novela compleja, repleta de metáforas, de voces
líricas que se superponen y se interrelacionan, con abundantes protagonistas
que conviven en un espacio común, la Gran Casa; en realidad, un colegio, aunque no una
institución habitual sino, un colegio chino que con, abundantes dosis de
ironía, emula los elegantes y afamados colegios ingleses, alemanes o franceses
de nuestra sociedad.
La amante del mandarín se nos
antoja, tras un primer análisis, un ajuste de cuentas de la narradora a todo el
sistema educativo de estos últimos años o al menos de aquellos estamentos que
muestran una antitética visión del profesorado y del alumnado; pero, también,
es verdad que lo que proyecta la novela es la cuantificación de toda una
filosofía pedagógica y de la práctica psicológica que pueda desprenderse de
esto. Es, evidentemente, un relato sobre las relaciones humanas, de la narradora
con sus compañeros, la relación especial que mantiene con la Gran Casa y el poder, en
la figura excéntrica de un mandarín, y contiene, por añadidura, una teoría
sobre los sentimientos, un estudio sociológico sobre los choques que provocan
el mundo de los adultos y el de los adolescentes. Aunque, en realidad, lo que
sobresale por encima de todo de este profundo análisis teórico es la historia
particular de su narradora, esto es, una madura profesora de literatura que se
debate entre su profesión y el sueño de convertirse en una escritora de fama. A
todo se añade su visión pesimista del paso del tiempo, disquisiciones sobre el
amor y ese concepto humano de derrota que se vislumbra cuando alguien empieza a
sentir que le pesa el pasado y el futuro está cada vez más cercano.
La
amante del mandarín es una novela lírica sobre la inseguridad
de los humanos, sobre esa irresoluta visión que se tiene cuando alguien decide
empezar a vivir de nuevo y busca tanto un aliento propio como la posibilidad de
acertar en lo que uno quiere, no lo que realmente es. Así Ana María Navales
muestra una rara habilidad para poder conjuntar un lirismo tan intimista como
reflexivo e incluso metafísico, todos recursos que sólo proporciona la buena
literatura y conseguir que la fabulación narrativa llegue a esas cotas que se
propone tanto la protagonista de su novela como la propia escritora.
LA
AMANTE DEL
MANDARÍN
Ana
María Navales
Madrid,
Sial, 2002
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