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martes, 17 de noviembre de 2015

Ana María Navales



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LA AMANTE DEL MANDARÍN
     Hoy, nuestro recuerdo para Ana María Navales (Zaragoza, 1939 - Borja, Zaragoza, 11 de marzo de 2009), que siempre nos ofreció su amistad, y nos dejó el recuerdo de sus librso, como el presente.  

     Ana María Navales cuenta, desde hace algún tiempo, con ese especial bagaje con que calificamos a los buenos narradores, sobre todo, porque hablamos una escritora de raza que ha conseguido, con sus relatos y sus novelas, un merecido puesto en el panorama literario español del último cuarto de siglo. A su última entrega narrativa, Cuentos de las dos orillas (2001), sigue ahora La amante del mandarín (2002), una novela compleja, repleta de metáforas, de voces líricas que se superponen y se interrelacionan, con abundantes protagonistas que conviven en un espacio común, la Gran Casa; en realidad, un colegio, aunque no una institución habitual sino, un colegio chino que con, abundantes dosis de ironía, emula los elegantes y afamados colegios ingleses, alemanes o franceses de nuestra sociedad.
        La amante del mandarín se nos antoja, tras un primer análisis, un ajuste de cuentas de la narradora a todo el sistema educativo de estos últimos años o al menos de aquellos estamentos que muestran una antitética visión del profesorado y del alumnado; pero, también, es verdad que lo que proyecta la novela es la cuantificación de toda una filosofía pedagógica y de la práctica psicológica que pueda desprenderse de esto. Es, evidentemente, un relato sobre las relaciones humanas, de la narradora con sus compañeros, la relación especial que mantiene con la Gran Casa y el poder, en la figura excéntrica de un mandarín, y contiene, por añadidura, una teoría sobre los sentimientos, un estudio sociológico sobre los choques que provocan el mundo de los adultos y el de los adolescentes. Aunque, en realidad, lo que sobresale por encima de todo de este profundo análisis teórico es la historia particular de su narradora, esto es, una madura profesora de literatura que se debate entre su profesión y el sueño de convertirse en una escritora de fama. A todo se añade su visión pesimista del paso del tiempo, disquisiciones sobre el amor y ese concepto humano de derrota que se vislumbra cuando alguien empieza a sentir que le pesa el pasado y el futuro está cada vez más cercano.  



     La amante del mandarín es una novela lírica sobre la inseguridad de los humanos, sobre esa irresoluta visión que se tiene cuando alguien decide empezar a vivir de nuevo y busca tanto un aliento propio como la posibilidad de acertar en lo que uno quiere, no lo que realmente es. Así Ana María Navales muestra una rara habilidad para poder conjuntar un lirismo tan intimista como reflexivo e incluso metafísico, todos recursos que sólo proporciona la buena literatura y conseguir que la fabulación narrativa llegue a esas cotas que se propone tanto la protagonista de su novela como la propia escritora. 









LA AMANTE DEL MANDARÍN
Ana María Navales
Madrid, Sial, 2002


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