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DESDE MI CELDA
La
narrativa de José María Vaz de Soto (Paymogo, Huelva, 1938) arranca de esa
definición esgrimida por Ruiz Copete que calificó sus primeras obras de «nuevo
realismo tradicional» para insistir en que, más bien, se trataba de una
técnica, tanto temática como narrativa que provocó no menos escándalos y
anatemas, porque, entre otras cosas, ponía de manifiesto la realidad de muchos
de los problemas sociales del momento, incluida una evidente desesperanza, la
trágica visión de un pasado cercano y, sobre todo, el validez satírica de sus
personajes hacia una vida cotidiana que se caracterizó por una censura en todos
sus sentidos. Las primeras novelas de Vaz de Soto, dotadas de diálogos
incisivos y filosóficos, se debatían entre un alto nivel de existencialismo y
de rebeldía; así ocurría con El infierno y la brisa (1971), Diálogos
del anochecer (1972) o El precursor (1975), distintas en su
planteamiento, iguales en un propósito denunciador. Transcurrida una década,
ese tamiz pesimista, ese carácter reflexivo e, incluso, la densidad filosófica
o intelectual desarrollada a lo largo de su narrativa de los setenta, se
acentuará en Despeñaperros (1988), quizá la obra que cerrará un ciclo
para iniciar una nueva aventura; la de una literatura de factura expresa donde
predomina lo narrativo, capaz de adscribirse a un género, el policíaco o
detectivesco, que incluye Las piedras son testigo (1994), novela que
contiene en igual proporción cierto costumbrismo, Síndrome de Oslo
(1998), más ambiciosa y Perros ahorcados (2000). Tres resultados
excelentes de la capacidad narrativa de Vaz de Soto sin bajar el nivel tanto
estructural como expresivo.
La nueva novela de Vaz de Soto Desde
mi celda (2002), con un evocador titulo becqueriano, repasa y reconstruye
parte de su mundo anterior y nos propone una lectura nihilista del mundo porque
todo o casi todo se ha acabado para sus personajes, sobre todo para Was
confinado en una celda desde donde evoca buena parte de su pasado aunque a lo
largo de la novela no lleguemos a entrever el sentido último de su
confinamiento y más bien pensemos en una de esas celdas hipotéticas de un
futuro no muy lejano donde nos encontraremos algunos de los seres de la vida
actual. En realidad, quiero creer que, Vaz de Soto, propone con esta novela una
profunda reflexión sobre la vida, sobre la muerte, sobre el vacío existencial,
sobre el destino irremediable de unos seres que nunca volverán a ser
conscientes de la realidad de su libertad. Sobresale en el relato el valor de
unas voces, las de Was, en su prolongado monólogo, o las puntuales
conversaciones con su compañero Wer, ambos aislados, sin posibilidad de poder
verse las caras, y la de un vigilante que, hipotéticamente libre, corrobora el
mismo sistema que rige su propia vida, es decir, la ausencia de libertad para
superar las actitudes de una vida que, en condiciones normales, no llevarían a
los seres humanos a esa tesis del fracaso esgrimida por el novelista o, tal
vez, por el hombre.
DESDE MI CELDA
José
María Vaz de Soto
Renacimiento,
Sevilla, 2002
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