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EL ÁNGEL DESCUIDADO
Eduardo
Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1948) es un maestro del arte de la
ironía y además uno de los escritores contemporáneos que, con mayor
atrevimiento y despliegue estructural, sigue teorizando sobre la homosexualidad
y sus variantes. En su última novela, El ángel descuidado (2002), avanza
algo más en sus posturas y sitúa la acción en el marco del noviciado de los
Hermanos de la Sagrada
Familia y centra su atención en las circunstancias y
situaciones en las que se produce ese «primer amor», evidentemente, homosexual.
Mendicutti se adentra en el
hermético clima de una orden religiosa, en el mundo de una casa profesal,
convive con novicios y con maestros, repasa día a día los aprendizajes y
las vicisitudes que estos jóvenes deben
ir tanto descubriendo como adquiriendo, aunque, en ocasiones y para relajar la
tensión, el narrador con su relato traspase los muros para contar alguna
anécdota o algún acontecimiento que revolucione la tranquilidad mística de la
congregación. La acción está situada en los sesenta, concretamente en el año
1965, y la historia está salpicada de esos otros ecos de aquella España
genuina: con el triunfo de El Cordobés, el desarrollo económico y turístico o
la visita de los Beatles; paralelamente, y lejos del mundanal ruido, se va
desgranando la vocación de dos adolescentes, se vislumbra su afán por
convertirse en siervos del Señor y mártires de las misiones, se insiste en sus
votos de castidad y, también, en el descubrimiento del amor, masculino, una
pasión y un temor que los marcará para el resto de sus vidas.
Treinta y cinco años después,
Rafael Lacave, en la actualidad un conocido personaje del espectáculo y de la
televisión, decide, por una eventualidad, ponerse en contacto con su
condiscípulo Nicolás Camacho, ahora un casado y próspero empresario. Quedan
citados telefónicamente pero muy pronto comprobará Rafael que Nicolás posterga,
una y otra vez, su encuentro, quizá porque éste ya ha olvidado la naturaleza de
sus relaciones y las circunstancias que lo llevaron a intimar con el narrador.
El relato se compone, pues, de las vivencias y de las relaciones íntimas que ambos
adolescentes vivieron en ese opresivo marco y supone, años más tarde, la
constatación de la renuncia a una verdad expresa, al menos, por uno de los
protagonistas porque, entre otras cosas, Camacho renuncia expresamente a una
historia de amor por miedo a lo que presuponen las convenciones sociales. Pero
lejos del dramatismo de la historia contada, Mendicutti, que es un hábil
fabulador, envuelve toda la tragedia con un finísimo humor y un lenguaje vivo y
sensible para conseguir que los hechos morales resulten evidenciados por una
serie de insinuaciones que van más allá de la resignación que se presupone en
actitudes como las vividas por ambos jóvenes y resulte convincente la
afirmación de que las cosas no son siempre como aparentan ser.
EL ÁNGEL DESCUIDADO
Eduardo
Mendicutti
Barcelona,
Tusquets, 2002
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