EL MARAVILLOSO MUNDO DE OZ
Las tradiciones populares,
leyendas, mitos y cuentos de hadas han acompañado a la infancia a lo largo de
todas las épocas—afirma L.Frank Baum—porque todo
jovencito sano acusa una saludable tendencia instintiva hacia los relatos
fantásticos, prodigiosos e irreales.
Cuando
Dorothy y Totó emprendieron el camino por el sendero de los adoquines
amarillos, nunca imaginaron que su aventura se convertiría en un auténtico
cuento de hadas que cautivaría durante todo un siglo a jóvenes y a adultos de
todo el mundo. El cuento que L. Frank Baum ideó, El maravilloso mago de Oz
(1900), agotó muy pronto los primeros diez mil ejemplares editados por la
editorial de George M. Hill. En poco más de dos años, 1903, fue reimpreso y en
el centenario del autor, en 1956, la cifra de ejemplares ascendía a más de
cinco millones y hoy nadie podría asegurar la cantidad exacta editada y vendida
por todo el mundo. La película realizada, en 1939, por la Metro-Goldwyn-Mayer y protagonizada por Judy Garland es
posiblemente la más citada en el mundo del cine y la más vista de la historia
de Hollywood, aunque se realizaron numerosas versiones anteriores de cine mundo
y fantasías musicales de teatro.
Cien años más tarde, el estudioso
Michael Patrick Hearn, ha realizado una interesante edición anotada del clásico
de la literatura infantil y juvenil norteamericana aportando numerosas noticias
en torno a la gestación del libro así como detalles de la vida y del resto de
la obra de L. Frank Baum. Hearn señala que existen tres grandes relatos
iniciáticos clásicos en la literatura estadounidense: Moby Dick o la ballena
(1851), de H. Melville, Las aventuras de Huckleberry Finn (1883), de
Mark Twain y El maravilloso mago de Oz (1900), de L. Frank Baum; en
realidad, resultan tres textos muy controvertidos porque cada uno de ellos ha
acarreado numerosas dificultades de todo tipo: Moby Dick fracasó desde
su primera publicación y tanto el público como la crítica rechazaron el libro;
solamente setenta años más tarde obtuvo el reconocimiento como una de las obras
más singulares de la literatura de aventuras norteamericana; lo mismo ocurrió
con Huckleberry Finn, prohibido y tachado de racista; y no menos le
ocurriría a la aventura de la niña, el espantapájaros, el leñador de hojalata y
el león cobarde, es decir, la historia de Oz, de quien se llegó a
afirmar que era una deliciosa y absurda fantasía.
Vida
Lyman Frank Baum nació en Chittenango,
N.Y. el 15 de mayo de 1856. Su padre ejerció diversos oficios a lo largo de su
vida e incluso amasó alguna fortuna en la industria petrolera de Pensilvania.
La familia se trasladó a Syracusa donde Frank, que fue un niño enfermizo,
sensible e imaginativo, y sus hermanos fueron felices. Junto a Henry Clay
compartió gustos literarios y se aficionó al periodismo, editando, junto a
éste, The Rose Lawn Home Journal, una revista literaria de cuatro
páginas; proyectó The Empire, junto a un compañero de colegio, una
revista mensual de poesía, noticias sobre filatelia y temas de aficionados e
incluso una revista del amante del arte de la filatelia titulada The Stamp
Collector. Pasada su adolescencia tuvo que dejar sus fantasías
periodísticas para dedicarse a los negocios familiares, primero venta de ropa
al por mayor y más tarde, la cría de aves de pura raza, especialidad que le
reportó un prestigio a nivel de todo el Estado. Pero abandonó estos negocios
fascinado por el teatro, sobre todo influenciado por su tío y una tía profesora
de dicción que lo animó para trasladarse a Nueva York y encontrar trabajo como
galán en una compañía de segunda categoría. Estaba tan fascinado por el mundo
del teatro que escribió varias obras para estrenar y obligó a su padre a
construir un local que abrió sus puertas en diciembre de 1881, aunque algunos
meses más tarde ardería completamente; ocurrió en el mes de marzo de 1882.
Siguió con su carrera teatral y llegó a estrenar The Maid of Arran en
mayo de 1882; continuó escribiendo obras que nunca estrenó. En diciembre de ese
mismo año se casó con Maud Gage, una joven de veinte años, hija de la feminista
Matilda Joslyn Gage; la familia se trasladó al Oeste, se asentaron en Aberdeen,
estado de Dakota, un paisaje que acompañaría al escritor toda su vida. Allí
abrió un pequeño negocio de novedades y muy pronto se dedicó al periodismo
comprando uno de los periódicos de la localidad que él rebautizó con el nombre
de Saturday Pioneer. El primer ejemplar salió a la calle el 25 de enero
de 1890 y sobresalía la columna que el propio Baum escribía sobre los más
curiosos acontecimientos locales.
El escritor fue siempre un amante de la
familia y el momento preferido de sus cuatro hijos era cuando el padre les leía
en voz alta o les contaba cuentos. Muy pronto se inventó un país infantil de
fantasía llamado Phunniland y surgieron, Cuentos de mamá oca (1897) y
Aventuras en Phunniland. En 1898 conoció a William Wallace Denslow un
ilustrador bohemio que había recorrido medio país en busca de fortuna y Baum
pensó en él para ilustrar su libro de poemas Bajo la luz del candelabro
(1898) y Padre oca, su libro (1899). Un año más tarde firmaron un
contrato de colaboración y el gran momento de ambos llegó con la publicación de
El maravilloso mago de Oz (1900). Baum continuó con la saga de Oz, trece
libros en total, durante buena parte de su vida hasta que murió en Hollywood en
1919. Hoy, tal vez, nadie sabe cuántos ejemplares de El mago de Oz se
han vendido ni cuántas nuevas ediciones se han puesto a la venta a lo largo de
su primer siglo de existencia.
El cuento
El maravilloso mago de Oz salió a
la venta a finales de mayo de 1900 y unas semanas más tarde, en junio, se
imprimió la segunda edición, otros cinco mil ejemplares; en octubre de ese
mismo año se habían alcanzado los primeros diez mil ejemplares. El
maravilloso mago de Oz se convirtió en el libro infantil más vendido de la
temporada navideña y siguió vendiéndose a lo largo del año siguiente. Hill, el
editor, afirmó que se habían editado casi noventa mil ejemplares, aunque el
dato no está lo suficientemente constatado. Contenía veinticuatro láminas a
color y más de cien ilustraciones de texto con colores variados que lo
convertían en el libro más lujoso de los editados a lo largo del siglo XX. Baum
y Denslow corrieron con los gastos de las ilustraciones que, según constata
Hearn, se reprodujeron en grabados de zinc o en planchas del mismo material y
así se reimprimió el libro hasta el inicio de la década de los 20 cuando el
desgaste acabó con las planchas y hubo que recomponer el libro completamente.
La respuesta que tuvo el libro, sobre todo desde el punto de vista de la
crítica, fue favorable aunque algunas malintencionadas opiniones lo comparaban
necesariamente con Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas,
sobre todo porque Carroll había muerto en 1898 y en Estados Unidos su libro
había iniciado todo un marketing de literatura juvenil con las
consabidas imitaciones. Otros críticos consideraron que El maravilloso mago
de Oz era muy superior a lo que habitualmente leían los niños
quienes—afirmaba, algún medio— «se van a volver locos con el cuento...»,
incluso un periódico de Filadelfia aseguraba que «No le falta una filosofía y
un sentido satírico que proporcionará diversión al adulto e inspirará algunas
ideas nuevas y saludables a los jóvenes». Tanto Baum como Denslow aprendieron
de las quejas que podían encontrarse en un libro como el de Alicia: las
ilustraciones. Denslow incorporó al libro muchas de sus ilustraciones más
atractivas, aquellas que, según la prensa, tenían vida propia, con trazos
resueltos y colores planos y sólidos.
Con respecto al mago de Oz lo
que, realmente, le interesaba a Baum era contar un cuento absorbente, buscaba
la claridad en la expresión, en realidad pretendía escribir «cuentos modernos
sobre hadas modernas». Los personajes de este libro pueden ser considerados
como simbólicos y cuando nos metemos de lleno en el mundo de la simbología este
concepto nos puede llevar a representaciones muy diversas. Podemos comprobar
cómo además de la «valentía», la «inteligencia» o la «bondad», los tres
personajes que acompañan a Dorothy representan el mundo animal, vegetal y
mineral. Quizá Baum quiso expresar lo maravilloso de su país en una simbólica
visión de la realidad o para ser más exactos, un maravilloso país
«modernizado», al igual que pretendieran Irving o Hawthorne buscando una
mitológica visión estadounidense indígena; Baum se adelantaba y buscaba formas
nuevas y como señaló Edward Wagenknecht, el escritor enseñaba a los niños «a
buscar el elemento maravilloso de la vida que les rodea, a darse cuenta de que
incluso el humo y la maquinaria pueden transformarse en tradición maravillosa
con sólo tener la energía y la visión suficientes como para descubrir su
significado en transformarlos a nuestro gusto» Lo sorprendente, además, es que
los adultos acogieran este libro infantil y sigan haciéndolo con el mismo
interés que sus hijos un siglo más tarde.
Cuando en 1902 se montó la fantasía
musical El mago de Oz, Baum había perdido a su ilustrador y al editor
pero la obra resultó todo un éxito. Se dedicó a nuevos proyectos y poco después
intentó montar un nuevo espectáculo con una segunda parte que tituló Otras
aventuras del espantapájaros y el leñador de hojalata. El libro tuvo,
también, un enorme éxito, ilustrado por John R. Neill. A partir de este momento
los Baum se hicieron ricos y consiguieron la fama. Los ingresos por todos los
libros publicados sobre la tierra de Oz le proporcionaron una vida desahogada
para poder viajar por medio mundo: buena parte de Europa y Egipto, país donde
proyectó otra serie de títulos que nunca se publicaron, pero sí llegó a editar
una novela de adultos titulada Los últimos egipcios que publicó, de
forma anónima, en 1908. En París se interesó por el incipiente mundo del cine y
muy pronto se empezaron a filmar películas animadas. La primera película basada
en El maravilloso mago de Oz se estrenó en 1910, fue una versión muda
dirigida por W.N. Selig, un pionero del cine caído en el olvido. Ese mismo año
la familia Baum se declaró en bancarrota y tuvieron que trasladarse a
Hollywood.
L. Frank Baum llegó a escribir trece
libros sobre el maravilloso mundo de Oz pero con La Ciudad Esmeralda
de Oz en 1910 cerró su colección. Dorothy escribe una carta donde explica
que no habrá más cuentos porque Oz queda aislado del resto del mundo por una
barrera de invisibilidad que lo protege de todo daño exterior. En la
«Introducción» Baum aseguraba que El maravilloso mago de Oz se escribió
únicamente para complacer a los niños de hoy. Aspira a ser un cuento de hadas
modernizado que conserva la magia y la dicha y deja de lado el sufrimiento y
las pesadillas. En realidad, con esta afirmación trata de realizar un
manifiesto por la liberación de la literatura infantil en Estados Unidos. El
libro surgió cuando se pretendía renovar la literatura norteamericana del Oeste
y sobre todo porque el autor consideraba
necesaria la independencia de la literatura juvenil, a comienzos del siglo XX,
y el derecho que tenían los niños norteamericanos de buscar la felicidad en los
libros.
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