¿EXISTE UNA LITERATURA FANTÁSTICA EN
ESPAÑA?
El castillo del espectro (2002)
es una colección de excelentes relatos fantásticos españoles que el estudioso
David Roas ha seleccionado y prologado. Círculo de Lectores los rescata
del olvido y los publica en una magnífica colección de «Raros y Curiosos».
Lo
fantástico como género literario fue cultivado por autores importantes y
ampliamente leído en el panorama narrativo español del siglo XIX. Por otra
parte, fueron muy numerosas las traducciones de otras tantas obras de grandes
narradores extranjeros que por entonces practicaron el género y que, de una
forma, continuada aparecían en la prensa diaria, en revistas o folletines e
incluso en colecciones de libros. Los nombres de Hoffmann, Poe, Gautier,
Merimée, Hawthorne o Maupasant eran sobradamente conocidos por el público
lector que consideraba al género uno más de la diversidad que ofrecía la
literatura de entonces. Tuvo, no obstante, sus detractores que no permitieron
que los autores entregados a esta literatura consiguieran el éxito deseado,
quizá también porque el cuento siempre ha sido considerado como un género
menor, en franca desventaja con respecto
a la novela.
El cuento fantástico—asegura David Roas,
editor de El castillo del espectro (2002)—hay que situarlo en las
primeras décadas del siglo XIX, una vez constatado el hecho de que la novela
gótica había entrado en crisis. Era ésta un género narrativo que había nacido en
la Inglaterra
de mediados del XVIII y que representó la primera manifestación de una
fantástica visión de la realidad, porque incluía algunos componentes
sobrenaturales y terroríficos. No tuvo seguidores en España por los diversos
motivos que anota Roas: esencialmente el retraso de su incorporación, la
precaria situación editorial y sobre todo la censura férrea del momento, con el
añadido de una moralidad, el antirromanticismo o el retraso cultural que no
llevó a esa necesaria irracionalidad que propugnaba el género. Dos son los escritores fundamentales de este
tipo de literatura que, sin embargo, fueron muy leídos por el público lector
español, M.G. Lewis con El monje (1796) y Charles Maturin con Melmoth
el errabundo (1820); el único autor español que consiguió cierta notoriedad
fue Agustín Pérez Zaragoza con una colección de veinticuatro narraciones
titulada, Galería fúnebre de espectros y sombras ensangrentadas (1831).
El profesor Baquero Goyanes señalaba como «el cuento fantástico viene a ser
algo así como el cuento por excelencia». A lo largo de las dos primeras décadas
del XIX, sobre todo en aquellos años en los que el romanticismo ocupó buena
parte del panorama literario, se puede rastrear una abundante producción de
relatos fantásticos en revistas de grandes tiradas, junto a otros relatos de
carácter maravilloso o folclórico que tanto gustaban a los lectores. Zorrilla
conseguiría ser un excelente narrador de este tipo de entregas y muy pronto se
sumaron los nombres del granadino Alarcón, el sevillano Bécquer o la gallega
Rosalía de Castro. El interés por el género llegó incluso hasta las
postrimerías del siglo y también podemos encontrar muestras en algunos autores
realistas como Clarín, Galdós y Baroja.
Género de moda
El cuento, evidentemente, será la forma
fundamental que adopte la literatura fantástica en nuestro país, aunque no
resulta raro encontrar algunos ejemplos de novela fantástica sobre todo en la
segunda mitad del siglo: La vida de Pedro Saputo (1844), de Braulio
Foz, El doctor Lañuela (1863), de
Antonio Ros de Olano y la más conocida El caballero de las botas azules
(1867), de Rosalía de Castro. Sobre el
género fantástico había escrito Walter Scott en 1830 afirmando que es aquel
«donde la imaginación se abandona a toda irregularidad de sus caprichos, y a
todas las combinaciones más raras y más burlescas». J.F. Ferreras señala que no
existió una auténtica novela de terror española a lo largo del XIX debido a
cuestiones sociopolíticas. Y Rafael Llopis asegura que los románticos trataron lo
fantástico como una broma porque no consiguieron dotarlo de ese fino humor
necesario que se sobreentiende en los buenos cuentos; cuando dejaron a un lado
ese humorismo, lo infantilizaron y lo redujeron a cuentos populares,
convirtiéndolos en relatos pintorescos de corte tradicionalista.
La selección de El castillo de los
espectros. Antología de relatos fantásticos españoles del siglo XIX, incluye
dieciséis cuentos muchos de los cuales habían ido apareciendo en revistas como Cartas
Españolas (1831-1832), El Correo de las Damas (1831-1832), El
Artista (1835-1836), Semanario Pintoresco Español (1836-1857), No
Me Olvides (1837-1838), donde José María Blanco White había publicado «El
alcázar de Sevilla», El Siglo XIX (1837), El Observatorio Pintoresco
(1837), El Panorama (1838), El Alba (1838) y El Iris
(1841), evidentemente toda una proliferación de publicaciones periódicas que
ayudaron al desarrollo de este tipo de relato. Los cuentos seleccionados por el
profesor Roas son: «Los tesoros de la Alhambra» (1832), de Serafín Estébanez Calderón,
«El castillo del espectro» (1835), de Eugenio de Ochoa, «La pata de palo»
(1835), de José de Espronceda, «La
Madona de Pablo Rubens» (1837), de José Zorrilla, «La noche
de máscaras» (1840), de Antonio Ros de Olano, «Los maitines de Navidad» (1860),
de José Soler de la Fuente,
«La ondina del lago azul» (1860), de Gertrudis Gómez de Avellaneda, «El Monte
de las Ánimas» (1861), de Gustavo Adolfo Bécquer, «El cuadro de maese Abraham»
(1873) y «El Oficio de Difuntos» (1873), de Pedro Escamilla, «Un alma en pena»
(1874), de Rafael Serrano Alcázar, «El número 13» (1876), de José Selgas, «La
princesa y el granuja» (1877), de Benito Pérez Galdós, «La mujer alta» (1882),
de Pedro Antonio de Alarcón, «El talismán» (1894), de Emilia Pardo Bazán y
«Médium» (1899), de Pío Baroja. Una variedad de formas, con esa calidad que
Roas defiende en este tipo de relato y que, de alguna forma, pretende
reivindicar una narrativa española que autores contemporáneos aún practican:
Merino, Fernández Cubas, Doménech, Ferrer-Bermejo, Aparicio o novelistas como
Giménez-Arnau, Zulaika, Lera o Zarraluki.
No hay comentarios:
Publicar un comentario