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EL MAL
DE MONTANO
El escritor Enrique Vila-Matas (Barcelona,
1948) ha conseguido treinta años más tarde sobrevivir a esa larga enfermedad
que le ha venido acosando desde la década de los setenta. Esta enfermedad no es otra que ese «mal de
Montano» que ahora transcribe a modo de diario, en una voluminosa forma de
libro, y que, al escritor catalán, le ha supuesto un ejemplar método de
supervivencia para ésta y posteriores reflexiones en torno a posibles
padecimientos en el futuro.
La escritura metaliteraria iniciada por Vila-Matas
en 1985, concretamente, con Historia abreviada de la literatura portátil, es
decir, la conspiración shandy que el escritor rastreó desde la desembocadura
del río Níger hasta Sevilla y desveló para los lectores españoles, se vio
completada, quince años más tarde, con esa saga de negadores de nuestro mundo
que son los bartlebys, que se concretaron en ese ejemplar Bartleby y compañía
(2000), hasta su innegable deseo de supervivencia a esa aparente metáfora con
que se conlleva la enfermedad de la literatura con un nuevo libro El mal de
Montano (2002), consiguiendo, ahora sí, que la capacidad narrativa del escritor
y su propia facultad de llevar un proceso creativo se conjuguen en la teoría de
un ensayo que bien puede mostrarse como auténtica ficción, como una realidad,
como un juego o como un engaño.
El libro viene a romper, como nos tiene
acostumbrados Vila-Matas, esas barreras tan precisas de la ficción para diluir
los elementos empleados por el escritor en citas de lecturas, comentarios
personales, páginas de diario, juego de una realidad y de una ficción, además
de ir un más allá cada vez e incorporar elementos que conjugan ese todo en que
se conforma esta especie de automedicación. Dos aspectos sobresalen en El mal
de Montano: la invención de un escritor enfermo que sólo desde la literatura es
capaz de sobrevivir, una novelita que, por tanto, hay que juzgar como auténtica
literatura, y su reflexión teórica acerca del género elaborando un diccionario
para venerar el arte de aquellos escritores que son referencia inequívoca en el
escritor, vivos o muertos; algunos se manifiestan como esos espectros que al
dictado le muestran al escritor el camino a seguir. Por otra parte, este libro
traza todo un itinerario por ciudades como Nantes, Valparaíso y el hotel
Brighton, el paisaje idílico de las Azores, Buenos Aires, Budapest, Varsovia,
Praga, Lisboa, ciudades y países que, de alguna manera han acogido al escritor
en estos últimos años de una fervorosa manera y cuya huella ha quedado
suficientemente manifiesta en anteriores libros suyos; en realidad, Vila-Matas
traza todo un viaje interior que llena una vida literaria repleta de vértigo.
Así habrá que entender la narrativa del escritor en estas últimas entregas,
amen de esa enfermedad que le lleva al repaso de no pocas similitudes con
escritores como Kafka, Musil, Pessoa, Pavese o Walser, la historia de una
literatura universal vista como esa sucesión de escritores instalados
imprevistamente en la mente y recuperados por los recuerdos, una y otra vez.
Tres partes más componen la novela que
reincide en esa vocación por narrar cuando retrata al aventurero Tongoy; se
permite una reflexión prousiana y consigue la salvación del espíritu realizando
un viaje a una cumbre de los Alpes, en un refugio, al pie del Matz, leyendo,
precisamente, un diario de Montaigne, una geografía literaria que combina alma
y viaje. La literatura es intocable, con la literatura nunca han podido, con la
literatura nunca podrán.
EL MAL
DE MONTANO
Enrique Vila-Matas
Premio Herralde de Novela
Barcelona, Anagrama, 2002
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