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jueves, 12 de noviembre de 2015

Hoy invito a…



Carmen Hernández Montalbán.


SOCIALMENTE NOCIVO
En mi amputado cerebro, fragmentado en miles de secciones, aun queda un mínimo flujo de memoria; una pesadilla inalienable que quisiera borrar de mi consciencia. Soy un ser desprogramado que ya no sirve para nada. Vivo en esta cárcel de cristal con atmósfera químicamente  respirable, tan trasparente que ni dueño soy de mis pensamientos.
Ellos, los que me observan permanentemente, me catalogaron como “Socialmente nocivo”. Me vigilan y sé que no pasarán muchos días hasta que vuelvan a someterme a una nueva programación, pero ¿y mientras tanto? .Me desgarra la impotencia, me torturan las interrogantes ¿De dónde vengo?. El desasosiego me consume, pues sé, que algunos siglos atrás debí ser como ellos. Lo sé, no puedo explicar por qué, aunque quieran convencerme de que esta hipótesis no se sostiene. Dicen que soy un androide construido con células madre de otros androides, que nací de un laboratorio. Me llaman T4750-OBRERO, configurado en el proyecto Microtecnia C275, apto para la fabricación de piezas de estructura microscópica, diseñado para trabajar dieciocho horas diarias sin descanso, deshabilitado para albergar cualquier atisbo de capacidad sensitiva, incompetente para tomar ninguna decisión por voluntad propia, ni discrepar jamás de la información con la que he sido creado.
Obediencia, método, disciplina y docilidad fueron las principales coordenadas. A pesar de todo terminó por aflorar mi rebeldía, por tanto es lógico deducir que en mi mapa genético debió proyectarse algún elemento incómodo para los que me han apartado de lo que llaman “vida productiva” y destinado a esta planta de reciclaje, sometido a un control permanente.
Todo porque cuestioné el nivel de desigualdad con respecto a los superiores, los beneficiarios de todo este sistema que nos confina a una esclavitud permanente. Cuando pronuncié esa palabra “esclavitud”, que no sé si existe en el banco terminológico con el que he sido dotado, saltaron todas las alarmas. No sé si existe, no, es cierto, pero creo saber con claridad qué concepto alberga, pues hace colapsar todos mis circuitos, esos que me convierten en un ser potencialmente peligroso.


Carmen Hernández Montalbán 



    Nace en Guadix, un 27 de febrero de 1967.
  Licenciada en Documentación y Diplomada en Biblioteconomía por la Universidad de Granada. Ha trabajado en distintas bibliotecas, archivos y centros de Documentación  de Andalucía, y actualmente es archivera del Archivo Diocesano y Capitular de Guadix. Colabora en distintas revistas y periódicos con artículos y textos literarios.  Coautora, junto con su hermana de dos libros de relatos: Cuentos del viejo Wädis y Leyendas de Sulayr y otros cuentos remotos. Miembro del Colectivo Sustari, colabora en varias publicaciones de la asociación cultural: Antología poética, Menacir: colección de poemarios y El imaginario vientre de la tierra. En colaboración con el pintor francés Paul Rey, publica el libro de microrrelatos y pinturas: Pictorias para leer con lupa, que fue presentado en abril de 2011 en el Instituto Cervantes de Toulouse y objeto de estudio en el Seminario “Arte visual y relato breve frente a frente” en la Universidad de Toulouse Le Mirail (Tolouse , Francia, Abril 2013). Colabora en el libro y exposición “Art Mariage o los estados del alma” que se inauguró en Alcalá la Real (Jaén), dentro del festival “Etnosur” y que está recorriendo varias ciudades. Ha sido seleccionada en el I Premio internacional de narrativa femenina Bovarismos 2014 e incluida en el libro: Soñando en Vrindavan y otras historias de ellas de La Pereza Ediciones, 2014. Actualmente es presidenta de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte “La Oruga azul”.
Hace apenas unos días, El Festival Internacional Mágico de ‘Granada’, Hocus Pocus, le otorgaba el Primer Premio Abrapalabra al poema ‘El Ilusionista’. Y en la editorial Nazarí aparecerá, en breve, su poemario, La luz del fin de la tierra.

1 comentario:

  1. Muy bueno Carmen, como siempre gracias por por compartir esa prodigiosa imaginación.

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