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CAMPOS DE CASTILLA
Los poemas que componen este libro los
escribiría Machado en etapas cronológicas y geográficas muy distintas, aunque
el mismo poeta lo consideraría como un libro unitario a partir de 1928. Algunos
están escritos en Madrid, en Soria (tal vez en París) y en Baeza; pero Machado
insistiría en que la fecha para sus primeras composiciones es 1907, sin embargo
encontramos algunas fechadas ya en 1904 lo que indica que el poeta no otorgaba
demasiada importancia a lo límites temporales que se fijó hasta su publicación.
Durante los primeros meses de matrimonio (recordemos que Machado se había
casado con Leonor Izquierdo el 30 de julio de 1909), el poeta trabaja en los
poemas de Campos de Castilla ajenos
al amor, y entre ellos gesta y compone el largo romance, La tierra de Alvargonzález, cuya redacción en prosa publicaría en
París durante su viaje de estudios. En el aspecto amoroso, la figura de Leonor
jamás se manifestará en el poemario, solo aparecerá una leve referencia tras su
muerte, ocurrida el 1 de agosto de 1912. Solicita traslado que se le concede a
Baeza ese mismo mes de octubre y deja su etapa soriana, tras cinco años de
estancia. Aunque en Andalucía contempla otro paisaje, siempre llevará a Soria
en su corazón, para él ya sagrada. La belleza de la ciudad andaluza y su campo
le harán sentirse cómodo aunque su pesimismo acentuado le acerca a una postura
más crítica que a una serena resignación. Sus paseos le llevan, en ocasiones,
lejos de Baeza, hasta la cercana Úbeda y otros lugares de la sierra donde la
naturaleza vuelve a inspirarle nuevos poemas, nuevas alegrías y paz para su
corazón maltrecho y herido. Durante este tiempo trabajará en los poemas que
añadirá a Campos de Castilla y
publica algunos artículos periodísticos tanto en la prensa de Madrid, como de
Baeza. En 1916 universitarios granadinos visitan la ciudad, celebran una velada
literaria con Machado que lee La tierra
de Alvargonzález, el maestro estará acompañado por un jovencísimo Federico
García Lorca que toca al piano piezas de Falla y canciones populares.
La distribución
de los poemas de Campos de Castilla
no sigue un orden cronológico ni temático; tampoco, podemos fechar estas
composiciones y cuando aparece algún dato es de dudosa atribución. Solo podemos
hablar de una filiación “modernista”, cuando leemos algunos versos que
recuerdan a Darío, o proceden de la métrica alejandrina de Verlaine; “elogios”
porque recrea poesía ditirámbica en la que ensalza al escritor correspondiente
y a su obra; el efecto del “paisaje” tierras, montañas, sierras y ríos en un
minucioso recorrido en busca de sus secretos; “Castilla” con esa suerte de
impresión que le causó al poeta el libro de Castilla
(1912) y, anteriormente, Los pueblos
(1904) y La ruta de Don Quijote (1905),
de José Martínez Ruiz, Azorín y, aun
más, si nos fijamos en sus poemas, los referidos a esta tierra que tienen un
arranque azoriniano; una “preocupación españolista”, como el resto de sus compañeros
de generación, Machado plantea en su libro el problema social y político de las
tierras sorianas y andaluzas, y en paralela consecuencia de toda España; el
“posible narrador” cuando escribe la versión en prosa de La tierra de Alvargonzález que estructura como una leyenda soriana
del mejor Bécquer; su “recuerdo de Leonor” porque, según testimonio del propio
poeta, su poesía adquiere más hondos acentos cordiales, se humaniza más
tiernamente y se hace más trascendental; y a medida que avanza el poemario, una
“lírica aforística y popular”, versos que oscilan desde un pensamiento
trascendente a la ironía pesimista; y, finalmente, el “concepto de Dios” cuando
es obvio que Machado se muestra siempre anticlerical, a quien culpa de los
males sufridos en España.
La editorial palentina Cálamo publica
una edición ilustrada en el centenario de la aparición del libro, con pinturas
de Juan Manuel Díaz-Caneja (Palencia, 1905, Madrid, 1988) afamado pintor por
sus paisajes castellanos, quien durante su estancia en la Residencia de
Estudiantes conoce a Benjamín Palencia y al escultor Alberto que impulsarían la Escuela de Vallecas, donde
convocarían, intelectuales y artistas de la talla de Alberti, García Lorca,
Maruja Mallo, Gil Bel, Luis Castellanos o José Herrera Meter. Sesenta y siete
son las pinturas o ilustraciones que se alternan con los versos de Machado. Se
trata de una hermosa edición de coleccionista que prologa Fermín Herrero
(Ausejo de la Sierra,
Soria, 1963), filólogo y poeta, cuya obra lírica se circunscribe al paisaje
desolado de su tierra, y como él mismo afirma, siguiendo al poeta sevillano, con
respecto a la presente edición, un siglo más tarde, “la gracia de unas pocas
palabras verdaderas”, nos siguen conmoviendo, permanece su huella, y Soria
seguirá unida para siempre a quien pasó su infancia en un patio de Sevilla, su
juventud en tierras de Castilla y aun sin considerarse un seductor recibió la
flecha asignada por Cupido, alguien que por definición fue en el buen sentido
de la palabra, bueno. Poesía, sin duda, como epítome de lo castellano.
CAMPOS DE CASTILLA
Antonio Machado
Pinturas de Juan
Manuel Díaz-Caneja
Palencia, Ediciones Cálamo, 2012;
276 págs. + 67 ilustr.
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