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SIEMPRE SUSAN
Susan Sontag (Nueva
York, 1933-2004) fue una de las grandes intelectuales del siglo XX.
Controvertida, inquieta, obsesiva, Sigrid Nunez traza en Siempre Susan (2013) una radiografía humana del personaje con sus
bondades, y describe su habitat cotidiano con todo detalle: su
vida emocional e intelectual, figura pública y no menos compleja, siempre abocada
a los abismos de una soledad absoluta. Necesitó ayuda mientras se recuperaba de
un cáncer y, un día de primavera de 1976, una joven aspirante a escritora, tras
realizar un máster en Columbia, acudió al 340 de Riverside Drive donde vivía
una Susan Sontag de cuarenta y tres años que aparentaba ser mayor, aunque a
medida que recuperaba la salud parecía más joven y, aun más, después de teñirse
el pelo.
Poco después conoció a David
Rieff, el hijo de Susan, con quien empezó a intimar y a salir, hasta que
decidieron que no estaría mal, sobre todo animada por su futura suegra,
trasladarse al domicilio donde ambos vivían para poder trabajar y convivir
mejor. Esta relación duró entre 1976 y 1978 y, bastantes años después, Nunez
aspira a que, su texto, Siempre Susan,
se muestre sincero y evoque la parte menos conocida de una Sontag humana, además
ofrecer aspectos de sus zonas menos luminosas. Relata su llegada a Nueva York,
la acusada ausencia de un padre que inventó, su desastrosa relación materna,
sus amantes peculiares, tanto hombres como mujeres, y sobre todo, la especial
educación que ensayó con su hijo, además de sus enfermedades y variables
actitudes de carácter conforman una radiografía peculiar que no favorece, en
absoluto, a la idílica ensayista y pensadora. La autora constata como a Susan Sontag
no le importaba resultar antipática, masculina, vestía vaqueros y zapatillas de
deporte y, solo en contadas ocasiones, se vestía como una dama. Releía constantemente
Las ilusiones perdidas, de Balzac y,
añade Nunez, como adoraba la película Cuentos
de Tokio que, siempre, intentaba ver al menos una vez al año. Pensaba que
las reglas estaban ahí para romperlas y se mostró, siempre, partidaria de la
marginación, como ella misma se sentía. No menos curiosa es la relación que mantuvo
con su único hijo, puesto que en ningún momento estableció diferencia
generacional alguna que separara a ambos, así que gustaba de relacionarse con
jóvenes y mantuvo durante toda su vida un aura de estudiante permanente. Y con
respecto a su vida sexual, lamentó que ninguna de sus muchas relaciones
terminase bien, puesto que en todas sus amistades veía una tremenda atracción
que terminaba mal, pese a que por encima de todo detestaba la soledad.
El libro Siempre Susan resulta curioso porque desvela esos pliegues que todo
ser humano público mantiene en secreto, y tras su lectura uno aprecia la suerte
de defectos que asolaban a una mujer como Susan Sontag, luchadora infatigable
contra las adversidades que le fue ofreciendo la vida, y al final uno se da cuenta
como la felicidad o la infelicidad se instala en cada uno de nosotros a lo
largo de nuestra vida y nos pasa la pertinente factura. Un texto imparcial,
compasivo, no exento de un salpicado sentido del humor que, sin duda, hubiera divertido
y gustado a la propia Sontag.
SIEMPRE SUSAN
Recuerdos sobre
Susan Sontag
Sigrid Nunez
Madrid, Errata Naturae, 2013; 149 págs.
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