ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ
O LA
RECURRENCIA DEL SÍMBOLO
Hace la friolera de diez años, conversaba con el
poeta, en una distendida y amena charla, y en nuestra conversación repasábamos
gran parte de su obra publicada hasta el momento. Ángel García López ha seguido
en la primera escena literaria de la mejor lírica contemporánea. Y este
recuerdo, un modesto homenaje.
Su
poesía ha sido descrita como un juego de espejos, desdoblada en dos articulados
ejes: el de la memoria -en diálogo con las formas y espacios de su propio
vivir- y el de la temporalidad -entendida y vivida como una transparencia.
Para empezar, )cómo debe identificarse la memoria en su poesía?
Como una parte muy importante.
Todos mis libros están sustentados en la memoria de una infancia, una
adolescencia, una primera juventud, etc. "La palabra del alma es la memoria", dijo Luis Rosales. Antonio Machado dijo, también, casi lo mismo: "El don preclaro de evocar los sueños"-.El recuerdo -que se puede inventar-; "Invención del recuerdo", titulé yo un poema, ya
sea inmediato o sea lejano, las distintas edades sucedidas desde aquel
territorio de la infancia -la verdadera patria del poeta, según Rilke-, son
condición de la mejor poesía.
Defina usted, en la
medida de lo posible, las claves simbólicas de su obra.
Soy muy mal definidor de lo mío,
de aquello que sale de mi pluma. El simbolismo a lo largo de mi obra creo que
es evidente y sus claves vienen apuntadas con diversos trabajos críticos. La
profesora argentina G.N. Aráoz presentó en 1985 una tésis de licenciatura en
Filología Hispánica cuyo título -Ángel García López: Una renovación del
símbolo en la lírica española contemporánea-, es bastante esclarecedor al
respecto. Por otra parte, el profesor Domínguez Rey lo trata abundantemente en
su libro Novema versus Povema (1987), así como en su prólogo a mi Antología
Poética (1963-1979), editada por Plaza & Janés. De igual manera, Jaime
Siles en su Gramática de la memoria y palimpsesto existencial, importante,
y muy erudito, estudio de mi poesía hasta 1988. Leyendo alguno de estos textos,
podría rastrearme y repetir lo que dijeron, con la seguridad de salir muy
favorecido en el retrato.
Usted hizo coincidir su
vocación poética con la presencia y lectura de Gerardo Diego en los lejanos
tiempos de su Bachillerato, )en qué medida determinó este hecho su vocación?
Diría más bien que aquella
vocación poética, que existía sin yo saber muy bien qué era, que me
desasosegaba desde algún tiempo anterior, afloró entonces en su totalidad y
como una turbonada. Para entender un poco más este Adesasosiego@ a que me refiero, hay
que señalar el que mi padre, profesional de la enseñanza, me iniciara en la
lectura comprensiva en dos libros que inudablemente me marcaron. Dos libros,
entre otros que ahora no recuerdo, que no eran mercancía corriente de lectura
en aquellos años 40, 41, 42, ya que los textos de por entonces en la escuela
estaban orientados en una muy concreta dirección, como exigía la postguerra.
Estos libros, sobre los que iba comprendiendo cosas y palabras y, más tarde,
disfrutando emocionado de estados de sensibilidad, de sentimientos líricos no
usuales, eran, nada más y nada menos que Corazón, de Edmundo D´Amicis y Platero
y yo, del poeta de Moguer. Ni que decir tiene, pues, que sobre mi corazón fue
planteada una semilla que predisponía a querer seguir participando de la belleza
de la palabra escrita y que, algún día, tendría que dar fruto.
Aquel curso en que Gerardo Diego
apareció por el Instituto de Bachillerato de Jerez de la Frontera -que era donde
cursaba mis estudios- yo estudiaba tercer curso (1948) y, por consiguiente,
manejaba un manualito que, dentro de la asignatura de Lengua Española, se
refería a lo más concreto de la Preceptiva Literaria.
Esto quiere decir que, hasta aquel momento, yo traía aprendidas, y ensayadas,
decenas de veces, estrofas y medidas, rimas consonantes y asonantes, etc. Pero
ver a Gerardo Diego llenando con su misterioso atractivo el gran Salón de
Actos, oírle sus poemas con su tan peculiar manera temblorosa de decir, su
elegancia ante el piano, la posterior conversación con los más atrevidos del
coloquio o con los que se acercaron más de cerca a ver al catedrático, es una
imagen que nunca se me irá de la memoria. Aquel poeta, el mismo autor de muchos
de los modelos aprendidos, estaba allí. Y era un hombre igual a los demás;
pero, poeta...En fin, creo que a partir de aquí yo quise ser poeta, poder
escribir cosas como él, decir el verso como él y figurar en los libros de texto
de los muchachos del futuro. Recuerdo que ese curso, el día de la clausura, leí
un poema bastante malo antes mis compañeros. No obstante, a pesar de aquel
poema elaborado con una neroniana y torpísima escritura, lejos de la risita de
las chicas, sabía que el verso iba a ocupar toda mi vida en el futuro.
)Hasta qué punto, pues, Emilia es la canción (1963) se convierte
en un libro de aprendizaje con claras reminiscencias biográficas?
Todos mis libros tienen, me
parece, un nutriente biográfico que los determina. Casi nada de lo que hasta
llevo escrito se ha apartado de la biografía, de la historia vivida del que lo
escribiera. Lo dije hace mucho tiempo en unos viejísimos Apuntes para una
poética, cambiándole la frase a Eugenio D´Ors -y en cierto modo a Valle Inclán-
sobre aquello de que lo no es tradición es plagio. Naturalmente que hoy no
asumo del todo lo contundente del juvenil aserto. Se puede escribir de todo
complicando el alma, pero también se puede hacer literatura sobre cualquier cosa
que resulte ajena a ti. Nada implica, por supuesto, que para hacer un buen
poema de amor la amada exista, o no haya existido jamás, como señaló Antonio
Machado. Y qué decirte de aquello de Nietzche, de que los poetas mienten mucho;
o aquello otro de Pessoa, acerca de que el poeta es un fingidor...No obstante
la credibilidad que transmite un buen poema está en ese posible adentramiento
en el alma del poeta, cuya única ventana que posibilita asomarse a Ala interior bodega@ es la palabra dicha. En
la novela y el teatro se puede mentir más; en la poesía muy poco. De hecho, tú
y yo podríamos ahora mismo señalar un buen montón de poetas mentirosos a los
cuales detectar con sólo leer un primer verso.
Ahora bien, no hagamos dogmas de
una cosa u otra. Todo esto es más que opinable, y cada cual lo entiende según
Dios le da a entender. Yendo más directamente a tu pregunta, Emilia es la
canción es un libro hecho de dudas expresivas, usando de esa biografía de un
amor de juventud hacia la mujer que hoy es mi esposa y a la que desde entonces
digo mi canción porque conmigo iba y sigue yendo. Es un libro de aprendizaje,
claro; aunque diría, sin que se me tilde de petulancia, que con la lección bien
aprendida. Era un primer libro y, como todo primer libro, con aciertos y
también errores. Pero ya tenía la música dentro. Nadie nace enseñado. Tuve que
aprender, porque nunca he creído en le regalo de los dioses, los que al tocar
tu frente te han ungido para decir las bobadas más solemnes y los versos más
infames.
La crítica ha definido su
poesía como una geografía del mirar, )en qué medida se proyecta en ella este concepto?
Me entusiasmaría hacer una
manera propia de vivir sólo, un vivir exclusivo desde la continuidad de la
contemplación. Ver aunque sólo fuera a través del ojo de la cerradura. Ver,
ver siempre. Ver lo que no se ve, lo que ninguno ve. Ver aquello que ahora veo
y él no ve, ni verá nunca. Y hacer profesión de vida EN la mirada... Creo que
es Góngora el que se refiere en uno de sus versos a ese Aoficio de mirar@...
Una tarde de invierno en
Santillana del Mar, lugar al que me marchara huyendo de la enorme depresión que
me había producido la noticia de mi tumoración en el pulmón, sentado junto a un
par de octogenarios, pude comprobar de la naturaleza siempre joven de los ojos,
admirados en ellos, y comentándoles luego el prodigio, ante el paso de dos
hermosas jóvenes, turistas extranjeras muy parcas de vestido y pródigas de todo
lo demás, recuerdo que sus ojos me dieron a mí vida, esa que creía que se me
escapaba. Y llegué a la conclusión de que los ojos no envejecen. Que la mirada,
aunque sólo nos diga lo exterior y no ahonde, es junto con el tacto, la mejor
fuente de sensibilidad e información para el poeta. Yo no podría soportar ser
ciego, aunque tengo muchos amigos que lo son y a los cuales admiro por lo que
sé significa la carencia de vista. No podría ser ciego.
Memoria y vida se
convierten, de alguna manera en ejes significativos de su obra. )Cuál ha sido su proyección a lo largo de estos años?
No ha habido ruptura. La sustancia
del poema, lo que está debajo -si se puede decir de esta manera- ha permanecido
a lo largo de mi obra. Ha cambiado el accidente, su vestido, la envoltura de
palabras que lo arropa. Lo de dentro -el fondo que, al final, es la forma-
permanece inmutable, creo que permanece idéntico un libro tras otro. Vida y
memoria, y otras cosas más... En alguna ocasión he dicho -un poco
exageradamente, esto es verdad, pero me vale como respuesta- que en mis tantos
libros publicados no he hecho más que escribir un único poema, aunque
intentando no repetirme en el. No puedo contar más que de lo propio y mío que
fue -lo que me facilita la memoria- y de esto de ahora mismo -la vida ahora
viviéndose- que me sucede.
)La ausencia del hogar familiar le obligan a escribir Tierra de
nadie (1969), cuyo contenido simbólico es ahora mucho mayor?
Este libro, efectivamente, es el
resultado de tener que abandonar el espacio nativo, desarraigándome
dolorosamente de lo propio -familia, casa, amigos-, para intentar replantar
esas raíces -que quedaban sin tierra y en el aire- en otra tierra incógnita.
Los poemas son muy doloridos. No era para menos. Luego, generalizando todo este
proceso de inmigración o éxodo, lo expliqué en el poema titulado con el número
4 de Memoria amarga de mí. Este libro, Tierra de nadie, es
la elegía que da cuenta del que marcha y, a lo largo del camino, hace recuento
de aquello que perdió sin encontrar compensaciones a la pérdida. Porque aquello
que se deja es el paraíso miltoniano, a la manera como Luis Cernuda lo
entendía.
)Quizá por esta larga ausencia se asocia su obra con una visión crítica
y dolorida de Andalucía?
Mi visión crítica y dolorida de
Andalucía es prexistente a esta situación -siempre fue conmigo-, pero, sin
duda, se agranda con el dolor de la distancia. Llevo cuarenta años viviendo en
la meseta, dos tercios de mi vida, y desde lejos se ven mejor las cosas, aunque
resulte paradógico. Desde lejos se es más objetivo, se está, cómo diría yo,
menos contaminado de pasión. De cualquier manera, cerca o lejos, no hay que
hacer un esfuerzo excesivamente grande para encontrar en nuestra tierra motivos
de crítica dolorosa, asuntos de elegía.
)Lo didáctico impregna a un libro como Volver a Uleila?
Volver a Uleila (1970) es, fundamentalmente, Avolver al soneto@ -en el pueblo almeriense
de Uleila del Campo fue donde, muy joven, escribí el primer soneto de mi vida,
de aquí el título- y luego, la fragilidad de una pequeña tabla de gimnasia con
el deseo de uso y juego en esa estrofa tan cerrada y seria con temas lúdicos y,
aparentemente, nada trascendentales. El libro recogió aquello que se había ido
elaborando, casi simultáneamente a Emilia es la canción, Acon voluntad de dominio de registros@, como he explicado en alguna parte. Pero, también, podría decir que
fue un ejercicio de autoevaluación, probándome de nuevo en esas posibilidades
de los catorce versos.
)Durante estos años una de sus preocupaciones mayores continúan siendo
esos intentos de explorar el rendimiento expresivo del lenguaje, concretado en
imágenes y símbolos como núcleo formal del poema?
Sí, seguro. Mi preocupación
mayor ha sido siempre la de intentar conocer las múltiples posibilidades del
lenguaje, esto que tú llamas muy bien el rendimiento expresivo del lenguaje. Y
aquí, en esta percela de lo lingüístico y lo rítmico es donde me siento más
conforme y con la sensación de no haber perdido excesivamente el tiempo. Yo
creo que, desde Elegía en Astaroth y hasta Territorios del
puma, no he hecho otra cosa que intentar extraerle todo el jugo posible a
las palabras y a la frase, a las diferentes posibilidades de los nexos rítmicos
y a lo oculto de la música contenida en el léxico, en los símbolos, en las
imágenes.
Su poemario Mester
Andalusí (1978), )ofrece
una nueva reivindicación de la cultura andaluza en profusión meramente
elegíaca?
Se reivindica desde el lamento,
sí, desde la pérdida. Su primera parte se concreta -desde lo simbólico- en la
reivindicación de lo glorioso de un pasado destruido y muerto, pero, en
realidad se está reivindicando ese pasado desde mi propio yo, un yo que fue y
no es. Dicho casi con idénticas palabras es la reivindicación de aquel que fui
algún día -andaluz de patria y matria- y ya no soy. No quisiera que esto se
tomara como pedantería: yo igual a Granada, yo igual a Córdoba, yo igual a
Sevilla, etc.; y, no obstante, la pérdida de Granada es la de Granada y,
además, mi propia pérdida -@Granada ya ha caído y es
mi cuerpo quien cae@-, como la decrepitud de Córdoba es también la mía... Eso está explicado
en mis Reflexiones sobre mi poesía. La segunda parte del Mester es más
meridiana en esta intelección, así como también la tercera. Por otra parte,
según ello se me ha aparecido desde siempre, lo andaluz exige la elegía, lo
opuesto al desdeñable tópico del batir de palmas y las castañuelas.
La crítica ha señalado un
cambio de orientación en su obra a partir de los años 80, )en qué medida y cómo llega a percibirse este cambio en realidad?
En la medida en que aquel que
había dicho AMi cuerpo es la palabra@ -en el poema Cinco epitafios para derrotados@, de Mester Andalusí- se encuentra propietario de un cuerpo gravemente
enfermo, poseído el pecho de un tumor que obliga a una rápida intervención
quirúrgica. El profesor Domínguez Rey -uno de los críticos más inteligentes de
entre los profesores de la universidad española- señala que ese cambio se
produce en mi Atan pronto la muerte real
pulsa con urgencia los timbres de la vida@. Y es verdad. En esos momentos se inicia una
reflexión profunda buscando un asidero, una posibilidad de retener aquello que
se marcha, abandonándome segundo tras segundo. Aquello que se marcha, que no es
tan sólo el tiempo de vivir, sino que es mi cuerpo, mi soporte corporal antes
exultante y ahora enfermo, y sin aparente solución como entonces yo creyera. La
muerte es, para mí, la imagen de mi cuerpo; y al revés. Sólo me importa
conservar el cuerpo, lo mentiroso de los cuerpos, lo mentiroso de mi cuerpo, en
la única verdad de "carpe diem" y el entregarme en otros cuerpos. En cuanto a cómo llega a percibirse
este cambio en el transcurso de mi obra, pues además de en lo formal y lo
temático, que es obvio, en lo desalentado del discurso y en lo huidizo de todo
aquello que no sea la destilación viva del miedo; en el acercamiento de una
realidad traída hasta el papel sin rastro de afeites agradables, en lo veraz
más hondo y menos adornado.
)Quizá por eso Trasmundo (1980) ofrece un verso de mayor
autenticidad?
Trasmundo es, sin duda, mi libro de autenticidad mayor. Esto hay que entenderlo
bien, porque con ello no estoy diciendo de una posible falsificación en otros
libros míos, sino que los poemas de Trasmundo están arrancados del corazón y,
sin reflexiones intermedias, llevados directamente hasta el papel en blanco. En
este libro no hubo, apenas, correciones posteriores; quedó tal cual salió. En
el momento de su publicación no quise tocarlo, porque no quería que perdiese la
autenticidad ésta que te señalo.
Memoria amarga de mí (1983) es su obra más reflexiva y teórica. )Es fruto, igualmente,de ese cambio experimentado?
Estaba aún convaleciente -sólo
habían transcurrido unas semanas- de la intervención quirúrgica en mi pulmón
derecho cuando comencé a escribir este poemario, que es un libro que está
escrito desde lo testamentario y casi con el temor de una posible edición
póstuma o de lo inconcluso de sus páginas. El agua atormentada de Trasmundo
era agua pasada. La pregunta ahora es todavía más atroz: cuánta agua queda por
pasar, cuántos días por venir. El libro empieza a escribirse desde lo
interrogativo de cuánto me durará este regalo de vida que queda por vivirse. Es,
otra vez, la muerte, aunque ahora no enfrentándome con su inmediatez, sino
obligándome a enfrentarme a ese resto, incógnito -)en cuántos días duradero?-, de mi vida. Al fondo de toda su temática,
sin embargo, un deseo de salvarse desde la resurrección en el amor. Y esto me
salva.
De igual manera, Comentario
de textos (1981), Once plagios para Durmiente Bella (1991) o Apócrifo
castellano para Durmiente Bella (1995), )ofrecen su particular homenaje a la tradición? )suponen estos poemarios su contribución más gratificante a la Historia de la Literatura?
El homenaje a la tradición se
nota mucho más en el Apócrifo castellano... Comentario de textos es una
plaqueta, en la que se rinde homenaje a una serie de poetas -muy reducidos en
su número- cercanos en el tiempo, y Once plagios para Durmiente Bella,
es sólo un anticipo del Apócrifo... El poeta y profesor Sánchez
Santiago, en la revista Ínsula, de marzo de 1992, generalizaba esta cuestión a
toda mi obra en un artículo titulado "La novedad de la tradición en la poesía de A.G.L." También Domínguez Rey habló, hace ya bastantes años, del valor de "lo nuevo de lo viejo" en mi poesía, -este último sustantivo con el mayor respeto-
frente a lo "viejo" de lo
nuevo en poetas posteriores. Concretando más tu pregunta, no me siento con
estos libros más gratificado más gratificado -ni creo que nadie se sienta- con
cualquiera de los otros anteriores.
)Hasta qué punto el hombre aflora como medida de todas las cosas en su
poesía?
Mi respuesta es una afirmación
acuñada por Protágoras, donde nos aclara que el hombre es el compendio, la suma
total de las cosas existentes y de las otras no existentes: de las que son, en
tanto son; de las que no son, en tanto que no son.
Medio siglo, cien años (1988) es, a su juicio, el libro más importante de su bibliografía. )Qué subraya esta aseveración tan tajante?
No recuerdo haber asegurado
nunca esto, faltándole así al respeto a otros libros míos que me parecen de
similar o idéntica importancia. Medio siglo, cien años es un buen libro,
como lo son Mester Andalusí, Memoria amarga de mí, Elegía en
Astaroth o Trasmundo. )Con cuál me quedo? Cada uno tiene para mí valores exclusivos, tan
importantes en unos como en otros, y es imposible señalar una presunta
primacía. De Medio siglo, cien años he dicho que en él encuentro mejor
reflejado lo que yo llamaría mi propio estilo, y una voz amplia de recursos. El
libro más importante de mi bibliografía espero que esté todavía por hacerse.
Finalmente, recogiendo
una de sus máximas, )su poesía
sigue, más de treinta años después, encaminada a investigar el arte de la
belleza?
En una de esas máximas dije algo
así como Verdad-Hombre-Belleza Atodo unido@ y, en otra, que habría que salvar la ética del riesgo de la estética.
Me viene a la memoria que al recibir Luis Rosales el Premio Cervantes de
Literatura, contestaba éste a una pregunta muy parecida a la que me formulas,
diciendo, textualmente, que, desde su lectura del manifiesto nerudiano contra
la poesía pura, había sustituído Ael oficio de escribir por y para la belleza por la creación poética
por y para la vida@. Yo
todavía no desengañado de la poesía pura, creo firmemente compatible el
escribir por y para la belleza y el crear por y para la vida.
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