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domingo, 24 de mayo de 2015

Hoy tomo café con…



ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ 
O  LA  RECURRENCIA  DEL  SÍMBOLO

     Hace la friolera de diez años, conversaba con el poeta, en una distendida y amena charla, y en nuestra conversación repasábamos gran parte de su obra publicada hasta el momento. Ángel García López ha seguido en la primera escena literaria de la mejor lírica contemporánea. Y este recuerdo, un modesto homenaje.


Su poesía ha sido descrita como un juego de espejos, desdoblada en dos articulados ejes: el de la memoria -en diálogo con las formas y espacios de su propio vivir- y el de la temporalidad -entendida y vivida como una transparencia.

Para empezar, )cómo debe identificarse la memoria en su poesía?
Como una parte muy importante. Todos mis libros están sustentados en la memoria de una infancia, una adolescencia, una primera juventud, etc.  "La palabra del alma es la memoria", dijo Luis Rosales. Antonio Machado dijo, también, casi lo mismo: "El don preclaro de evocar los sueños"-.El recuerdo -que se puede inventar-; "Invención del recuerdo", titulé yo un poema, ya sea inmediato o sea lejano, las distintas edades sucedidas desde aquel territorio de la infancia -la verdadera patria del poeta, según Rilke-, son condición de la mejor poesía.

Defina usted, en la medida de lo posible, las claves simbólicas de su obra.
Soy muy mal definidor de lo mío, de aquello que sale de mi pluma. El simbolismo a lo largo de mi obra creo que es evidente y sus claves vienen apuntadas con diversos trabajos críticos. La profesora argentina G.N. Aráoz presentó en 1985 una tésis de licenciatura en Filología Hispánica cuyo título -Ángel García López: Una renovación del símbolo en la lírica española contemporánea-, es bastante esclarecedor al respecto. Por otra parte, el profesor Domínguez Rey lo trata abundantemente en su libro Novema versus Povema (1987), así como en su prólogo a mi Antología Poética (1963-1979), editada por Plaza & Janés. De igual manera, Jaime Siles en su Gramática de la memoria y palimpsesto existencial, importante, y muy erudito, estudio de mi poesía hasta 1988. Leyendo alguno de estos textos, podría rastrearme y repetir lo que dijeron, con la seguridad de salir muy favorecido en el retrato.

Usted hizo coincidir su vocación poética con la presencia y lectura de Gerardo Diego en los lejanos tiempos de su Bachillerato, )en qué medida determinó este hecho su vocación?


Diría más bien que aquella vocación poética, que existía sin yo saber muy bien qué era, que me desasosegaba desde algún tiempo anterior, afloró entonces en su totalidad y como una turbonada. Para entender un poco más este Adesasosiego@ a que me refiero, hay que señalar el que mi padre, profesional de la enseñanza, me iniciara en la lectura comprensiva en dos libros que inudablemente me marcaron. Dos libros, entre otros que ahora no recuerdo, que no eran mercancía corriente de lectura en aquellos años 40, 41, 42, ya que los textos de por entonces en la escuela estaban orientados en una muy concreta dirección, como exigía la postguerra. Estos libros, sobre los que iba comprendiendo cosas y palabras y, más tarde, disfrutando emocionado de estados de sensibilidad, de sentimientos líricos no usuales, eran, nada más y nada menos que Corazón, de Edmundo D´Amicis y Platero y yo, del poeta de Moguer. Ni que decir tiene, pues, que sobre mi corazón fue planteada una semilla que predisponía a querer seguir participando de la belleza de la palabra escrita y que, algún día, tendría que dar fruto.
Aquel curso en que Gerardo Diego apareció por el Instituto de Bachillerato de Jerez de la Frontera -que era donde cursaba mis estudios- yo estudiaba tercer curso (1948) y, por consiguiente, manejaba un manualito que, dentro de la asignatura de Lengua Española, se refería a lo más concreto de la Preceptiva Literaria. Esto quiere decir que, hasta aquel momento, yo traía aprendidas, y ensayadas, decenas de veces, estrofas y medidas, rimas consonantes y asonantes, etc. Pero ver a Gerardo Diego llenando con su misterioso atractivo el gran Salón de Actos, oírle sus poemas con su tan peculiar manera temblorosa de decir, su elegancia ante el piano, la posterior conversación con los más atrevidos del coloquio o con los que se acercaron más de cerca a ver al catedrático, es una imagen que nunca se me irá de la memoria. Aquel poeta, el mismo autor de muchos de los modelos aprendidos, estaba allí. Y era un hombre igual a los demás; pero, poeta...En fin, creo que a partir de aquí yo quise ser poeta, poder escribir cosas como él, decir el verso como él y figurar en los libros de texto de los muchachos del futuro. Recuerdo que ese curso, el día de la clausura, leí un poema bastante malo antes mis compañeros. No obstante, a pesar de aquel poema elaborado con una neroniana y torpísima escritura, lejos de la risita de las chicas, sabía que el verso iba a ocupar toda mi vida en el futuro.



)Hasta qué punto, pues, Emilia es la canción (1963) se convierte en un libro de aprendizaje con claras reminiscencias biográficas?


Todos mis libros tienen, me parece, un nutriente biográfico que los determina. Casi nada de lo que hasta llevo escrito se ha apartado de la biografía, de la historia vivida del que lo escribiera. Lo dije hace mucho tiempo en unos viejísimos Apuntes para una poética, cambiándole la frase a Eugenio D´Ors -y en cierto modo a Valle Inclán- sobre aquello de que lo no es tradición es plagio. Naturalmente que hoy no asumo del todo lo contundente del juvenil aserto. Se puede escribir de todo complicando el alma, pero también se puede hacer literatura sobre cualquier cosa que resulte ajena a ti. Nada implica, por supuesto, que para hacer un buen poema de amor la amada exista, o no haya existido jamás, como señaló Antonio Machado. Y qué decirte de aquello de Nietzche, de que los poetas mienten mucho; o aquello otro de Pessoa, acerca de que el poeta es un fingidor...No obstante la credibilidad que transmite un buen poema está en ese posible adentramiento en el alma del poeta, cuya única ventana que posibilita asomarse a Ala interior bodega@ es la palabra dicha. En la novela y el teatro se puede mentir más; en la poesía muy poco. De hecho, tú y yo podríamos ahora mismo señalar un buen montón de poetas mentirosos a los cuales detectar con sólo leer un primer verso.
Ahora bien, no hagamos dogmas de una cosa u otra. Todo esto es más que opinable, y cada cual lo entiende según Dios le da a entender. Yendo más directamente a tu pregunta, Emilia es la canción es un libro hecho de dudas expresivas, usando de esa biografía de un amor de juventud hacia la mujer que hoy es mi esposa y a la que desde entonces digo mi canción porque conmigo iba y sigue yendo. Es un libro de aprendizaje, claro; aunque diría, sin que se me tilde de petulancia, que con la lección bien aprendida. Era un primer libro y, como todo primer libro, con aciertos y también errores. Pero ya tenía la música dentro. Nadie nace enseñado. Tuve que aprender, porque nunca he creído en le regalo de los dioses, los que al tocar tu frente te han ungido para decir las bobadas más solemnes y los versos más infames.

La crítica ha definido su poesía como una geografía del mirar, )en qué medida se proyecta en ella este concepto?
Me entusiasmaría hacer una manera propia de vivir sólo, un vivir exclusivo desde la continuidad de la contemplación. Ver aunque sólo fuera a través del ojo de la cerradura. Ver, ver siempre. Ver lo que no se ve, lo que ninguno ve. Ver aquello que ahora veo y él no ve, ni verá nunca. Y hacer profesión de vida EN la mirada... Creo que es Góngora el que se refiere en uno de sus versos a ese Aoficio de mirar@...
Una tarde de invierno en Santillana del Mar, lugar al que me marchara huyendo de la enorme depresión que me había producido la noticia de mi tumoración en el pulmón, sentado junto a un par de octogenarios, pude comprobar de la naturaleza siempre joven de los ojos, admirados en ellos, y comentándoles luego el prodigio, ante el paso de dos hermosas jóvenes, turistas extranjeras muy parcas de vestido y pródigas de todo lo demás, recuerdo que sus ojos me dieron a mí vida, esa que creía que se me escapaba. Y llegué a la conclusión de que los ojos no envejecen. Que la mirada, aunque sólo nos diga lo exterior y no ahonde, es junto con el tacto, la mejor fuente de sensibilidad e información para el poeta. Yo no podría soportar ser ciego, aunque tengo muchos amigos que lo son y a los cuales admiro por lo que sé significa la carencia de vista. No podría ser ciego.

Memoria y vida se convierten, de alguna manera en ejes significativos de su obra. )Cuál ha sido su proyección a lo largo de estos años?


No ha habido ruptura. La sustancia del poema, lo que está debajo -si se puede decir de esta manera- ha permanecido a lo largo de mi obra. Ha cambiado el accidente, su vestido, la envoltura de palabras que lo arropa. Lo de dentro -el fondo que, al final, es la forma- permanece inmutable, creo que permanece idéntico un libro tras otro. Vida y memoria, y otras cosas más... En alguna ocasión he dicho -un poco exageradamente, esto es verdad, pero me vale como respuesta- que en mis tantos libros publicados no he hecho más que escribir un único poema, aunque intentando no repetirme en el. No puedo contar más que de lo propio y mío que fue -lo que me facilita la memoria- y de esto de ahora mismo -la vida ahora viviéndose- que me sucede.

)La ausencia del hogar familiar le obligan a escribir Tierra de nadie (1969), cuyo contenido simbólico es ahora mucho mayor?
Este libro, efectivamente, es el resultado de tener que abandonar el espacio nativo, desarraigándome dolorosamente de lo propio -familia, casa, amigos-, para intentar replantar esas raíces -que quedaban sin tierra y en el aire- en otra tierra incógnita. Los poemas son muy doloridos. No era para menos. Luego, generalizando todo este proceso de inmigración o éxodo, lo expliqué en el poema titulado con el número 4 de Memoria amarga de mí. Este libro, Tierra de nadie, es la elegía que da cuenta del que marcha y, a lo largo del camino, hace recuento de aquello que perdió sin encontrar compensaciones a la pérdida. Porque aquello que se deja es el paraíso miltoniano, a la manera como Luis Cernuda lo entendía.

)Quizá por esta larga ausencia se asocia su obra con una visión crítica y dolorida de Andalucía?
Mi visión crítica y dolorida de Andalucía es prexistente a esta situación -siempre fue conmigo-, pero, sin duda, se agranda con el dolor de la distancia. Llevo cuarenta años viviendo en la meseta, dos tercios de mi vida, y desde lejos se ven mejor las cosas, aunque resulte paradógico. Desde lejos se es más objetivo, se está, cómo diría yo, menos contaminado de pasión. De cualquier manera, cerca o lejos, no hay que hacer un esfuerzo excesivamente grande para encontrar en nuestra tierra motivos de crítica dolorosa, asuntos de elegía.

)Lo didáctico impregna a un libro como Volver a Uleila?   
Volver a Uleila (1970) es, fundamentalmente, Avolver al soneto@ -en el pueblo almeriense de Uleila del Campo fue donde, muy joven, escribí el primer soneto de mi vida, de aquí el título- y luego, la fragilidad de una pequeña tabla de gimnasia con el deseo de uso y juego en esa estrofa tan cerrada y seria con temas lúdicos y, aparentemente, nada trascendentales. El libro recogió aquello que se había ido elaborando, casi simultáneamente a Emilia es la canción, Acon voluntad de dominio de registros@, como he explicado en alguna parte. Pero, también, podría decir que fue un ejercicio de autoevaluación, probándome de nuevo en esas posibilidades de los catorce versos.



)Durante estos años una de sus preocupaciones mayores continúan siendo esos intentos de explorar el rendimiento expresivo del lenguaje, concretado en imágenes y símbolos como núcleo formal del poema?
Sí, seguro. Mi preocupación mayor ha sido siempre la de intentar conocer las múltiples posibilidades del lenguaje, esto que tú llamas muy bien el rendimiento expresivo del lenguaje. Y aquí, en esta percela de lo lingüístico y lo rítmico es donde me siento más conforme y con la sensación de no haber perdido excesivamente el tiempo. Yo creo que, desde Elegía en Astaroth y hasta Territorios del puma, no he hecho otra cosa que intentar extraerle todo el jugo posible a las palabras y a la frase, a las diferentes posibilidades de los nexos rítmicos y a lo oculto de la música contenida en el léxico, en los símbolos, en las imágenes.

Su poemario Mester Andalusí (1978), )ofrece una nueva reivindicación de la cultura andaluza en profusión meramente elegíaca?
Se reivindica desde el lamento, sí, desde la pérdida. Su primera parte se concreta -desde lo simbólico- en la reivindicación de lo glorioso de un pasado destruido y muerto, pero, en realidad se está reivindicando ese pasado desde mi propio yo, un yo que fue y no es. Dicho casi con idénticas palabras es la reivindicación de aquel que fui algún día -andaluz de patria y matria- y ya no soy. No quisiera que esto se tomara como pedantería: yo igual a Granada, yo igual a Córdoba, yo igual a Sevilla, etc.; y, no obstante, la pérdida de Granada es la de Granada y, además, mi propia pérdida -@Granada ya ha caído y es mi cuerpo quien cae@-, como la decrepitud de Córdoba es también la mía... Eso está explicado en mis Reflexiones sobre mi poesía. La segunda parte del Mester es más meridiana en esta intelección, así como también la tercera. Por otra parte, según ello se me ha aparecido desde siempre, lo andaluz exige la elegía, lo opuesto al desdeñable tópico del batir de palmas y las castañuelas.

La crítica ha señalado un cambio de orientación en su obra a partir de los años 80, )en qué medida y cómo llega a percibirse este cambio en realidad?


En la medida en que aquel que había dicho AMi cuerpo es la palabra@ -en el poema Cinco epitafios para derrotados@, de Mester Andalusí- se encuentra propietario de un cuerpo gravemente enfermo, poseído el pecho de un tumor que obliga a una rápida intervención quirúrgica. El profesor Domínguez Rey -uno de los críticos más inteligentes de entre los profesores de la universidad española- señala que ese cambio se produce en mi Atan pronto la muerte real pulsa con urgencia los timbres de la vida@. Y es verdad. En esos momentos se inicia una reflexión profunda buscando un asidero, una posibilidad de retener aquello que se marcha, abandonándome segundo tras segundo. Aquello que se marcha, que no es tan sólo el tiempo de vivir, sino que es mi cuerpo, mi soporte corporal antes exultante y ahora enfermo, y sin aparente solución como entonces yo creyera. La muerte es, para mí, la imagen de mi cuerpo; y al revés. Sólo me importa conservar el cuerpo, lo mentiroso de los cuerpos, lo mentiroso de mi cuerpo, en la única verdad de "carpe diem" y el entregarme en otros cuerpos. En cuanto a cómo llega a percibirse este cambio en el transcurso de mi obra, pues además de en lo formal y lo temático, que es obvio, en lo desalentado del discurso y en lo huidizo de todo aquello que no sea la destilación viva del miedo; en el acercamiento de una realidad traída hasta el papel sin rastro de afeites agradables, en lo veraz más hondo y menos adornado.

)Quizá por eso Trasmundo (1980) ofrece un verso de mayor autenticidad?
Trasmundo es, sin duda, mi libro de autenticidad mayor. Esto hay que entenderlo bien, porque con ello no estoy diciendo de una posible falsificación en otros libros míos, sino que los poemas de Trasmundo están arrancados del corazón y, sin reflexiones intermedias, llevados directamente hasta el papel en blanco. En este libro no hubo, apenas, correciones posteriores; quedó tal cual salió. En el momento de su publicación no quise tocarlo, porque no quería que perdiese la autenticidad ésta que te señalo.

Memoria amarga de mí (1983) es su obra más reflexiva y teórica. )Es fruto, igualmente,de ese cambio experimentado?
Estaba aún convaleciente -sólo habían transcurrido unas semanas- de la intervención quirúrgica en mi pulmón derecho cuando comencé a escribir este poemario, que es un libro que está escrito desde lo testamentario y casi con el temor de una posible edición póstuma o de lo inconcluso de sus páginas. El agua atormentada de Trasmundo era agua pasada. La pregunta ahora es todavía más atroz: cuánta agua queda por pasar, cuántos días por venir. El libro empieza a escribirse desde lo interrogativo de cuánto me durará este regalo de vida que queda por vivirse. Es, otra vez, la muerte, aunque ahora no enfrentándome con su inmediatez, sino obligándome a enfrentarme a ese resto, incógnito -)en cuántos días duradero?-, de mi vida. Al fondo de toda su temática, sin embargo, un deseo de salvarse desde la resurrección en el amor. Y esto me salva.

De igual manera, Comentario de textos (1981), Once plagios para Durmiente Bella (1991) o Apócrifo castellano para Durmiente Bella (1995), )ofrecen su particular homenaje a la tradición? )suponen estos poemarios su contribución más gratificante a la Historia de la Literatura?


El homenaje a la tradición se nota mucho más en el Apócrifo castellano... Comentario de textos es una plaqueta, en la que se rinde homenaje a una serie de poetas -muy reducidos en su número- cercanos en el tiempo, y Once plagios para Durmiente Bella, es sólo un anticipo del Apócrifo... El poeta y profesor Sánchez Santiago, en la revista Ínsula, de marzo de 1992, generalizaba esta cuestión a toda mi obra en un artículo titulado "La novedad de la tradición en la poesía de A.G.L." También Domínguez Rey habló, hace ya bastantes años, del valor de "lo nuevo de lo viejo" en mi poesía,  -este último sustantivo con el mayor respeto- frente a lo "viejo" de lo nuevo en poetas posteriores. Concretando más tu pregunta, no me siento con estos libros más gratificado más gratificado -ni creo que nadie se sienta- con cualquiera de los otros anteriores.

)Hasta qué punto el hombre aflora como medida de todas las cosas en su poesía?
Mi respuesta es una afirmación acuñada por Protágoras, donde nos aclara que el hombre es el compendio, la suma total de las cosas existentes y de las otras no existentes: de las que son, en tanto son; de las que no son, en tanto que no son.

Medio siglo, cien años (1988) es, a su juicio, el libro más importante de su bibliografía. )Qué subraya esta aseveración tan tajante?
No recuerdo haber asegurado nunca esto, faltándole así al respeto a otros libros míos que me parecen de similar o idéntica importancia. Medio siglo, cien años es un buen libro, como lo son Mester Andalusí, Memoria amarga de mí, Elegía en Astaroth o Trasmundo. )Con cuál me quedo? Cada uno tiene para mí valores exclusivos, tan importantes en unos como en otros, y es imposible señalar una presunta primacía. De Medio siglo, cien años he dicho que en él encuentro mejor reflejado lo que yo llamaría mi propio estilo, y una voz amplia de recursos. El libro más importante de mi bibliografía espero que esté todavía por hacerse.

Finalmente, recogiendo una de sus máximas, )su poesía sigue, más de treinta años después, encaminada a investigar el arte de la belleza?
En una de esas máximas dije algo así como Verdad-Hombre-Belleza Atodo unido@ y, en otra, que habría que salvar la ética del riesgo de la estética. Me viene a la memoria que al recibir Luis Rosales el Premio Cervantes de Literatura, contestaba éste a una pregunta muy parecida a la que me formulas, diciendo, textualmente, que, desde su lectura del manifiesto nerudiano contra la poesía pura, había sustituído Ael oficio de escribir por y para la belleza por la creación poética por y para la vida@. Yo todavía no desengañado de la poesía pura, creo firmemente compatible el escribir por y para la belleza y el crear por y para la vida.

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