Betty
Desde siempre se ha venido hablando de eso que llaman
“destino”, y entrecomillo porque uno no sabe muy bien, cuanto de cierto y
cuánto de fantasía tiene el término, y sobre todo si verdaderamente se cumple.
Poco importa, pero en estos últimos meses, a las abundantes e interesantes
lecturas que suelo hacer semanalmente, he sumado algunas que ya había leído, y
por tanto he releído, y otras que han despertado mi interés y cuyos
protagonistas son perros, eso que literariamente suele llamarse un can. Y no
deja de ser curioso porque la literatura está poblada de estos simpáticos amigos,
de todas las razas y tamaños. Por ejemplo, en 1962, un John Steinbeck, de 58
años, se puso en la carretera y recorrió su país, Estados Unidos, de punta a
punta. A lo largo de tres meses hizo los dieciséis mil kilómetros por las
carreteras secundarias de treinta y cuatro estados. Viajaba con Charley, un
caniche francés, y en Rocinante, la autocaravana que compró para la ocasión y
que llevaba su nombre escrito en un costado con caligrafía española del siglo
XVI. Según cuenta el Nóbel sureño, durante todo ese tiempo nadie le reconoció
ni una sola vez. El resultado, Viajes con
Charley. En busca de Estados Unidos (Nórdica, 2014).
Paul Auster, escribió Tombuctú (Anagrama,1999), un texto que no deja de ser una pequeña joya para los sentidos. El
protagonista es un perro, Mr. Bones, cuyo dueño es un personaje extravagante y
trotamundos, y poeta que se llama Willy Christmas. El libro nos narra las
peripecias del perro desde que entra en contacto con Willy, cuando aún era un
cachorro, pasando por su búsqueda de una nueva familia tras la muerte de su
amo. El final, sorprendente y agridulce a la vez, nos lleva a un mundo mágico
donde los perros también sienten pasiones humanas como el ansia de libertad y
la añoranza de una juventud que se fue.
Y para terminar, no sabía quien era
Claude Duneton, y después de haber leído su única obra traducida a nuestro
idioma, La perra de mi vida (Malpaso,
2015) no sé mucho más, me salva el prólogo que Antonio Soler antepone a un
texto de 104 páginas de letra grande, muy grande que permite pasar sus
capítulos de una forma muy cómoda. La
perra de mi vida, todo Claude Duneton condensado en pocas páginas: el
escritor y el hombre; la historia, la perra que en su infancia le había
descubierto la existencia, la crueldad, el egoísmo, la lucha por la
supervivencia en un mundo hostil pero, también, la ternura. Rita, como se
llamaba su perra, había sido la excusa para reproducir un mundo pasado,
histórico y, al mismo tiempo, para crear un universo literario pasmosamente
sólido pese a su brevedad. Había sido su mascota, y la vida perra que se cernía
sobre el niño y los habitantes de aquella olvidada región en tiempos de la
ocupación alemana, cuando el nazismo, el mariscal Pétain y la más absoluta de
las incertidumbres se abatían sobre Francia.
Y ahora viene la
historia de Betty, un cachorro de apenas tres meses que, el destino, ha puesto
en mi vida, o tal vez nos hemos cruzado. Una perrita que un día me siguió hasta
mi casa, y desde entonces, hace ya un mes, no ha vuelto a irse, así que se ha
convertido en alguien cariñosa, juguetona, limpia que nos ha tocado el corazón
a la familia, juguetea, la hemos vacunado, la alimentamos, la aseamos y ella
nos muestra su cariño a diario; es obediente, y se comporta como un cachorro
con ganas de jugar; creemos que es feliz, a su manera, y nosotros también
empezamos a serlo.
Quizá por eso,
algún día, escriba Conociendo a Betty,
pero esa será otra historia.
Betty en imágenes
Una buena siesta
Aun tengo un poco de sueño
Me quedo en el sofá
Un poquillo más
Ya me voy espabilando
Poco a poco.
Vale, vale... que ya me levanto.
... Hay algo para merendar.
Una perrita muy consentida según se aprecia a través de las palabras y de las imágenes. Dueña absoluta del sofá.
ResponderEliminarQue la disfrutéis mucho.
Me ha encantado la historia de esta perrita, sale genial en las fotos disfrutando de su casa.
ResponderEliminar