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sábado, 24 de octubre de 2015

Cristina Sánchez Andrade



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LAS INVIERNAS


     Los ecos de Valle-Inclán, Fernández Flórez, Cunqueiro e, incluso, del mejor Torrente Ballester, resuenan en la fábula que, Cristina Sánchez-Andrade (Santiago de Compostela, 1968), nos ofrece en Las Inviernas (2014), la historia de dos hermanas, Dolores y Saladita, que siendo aun niñas se vieron obligadas a abandonar la España posbélica tras las depuraciones y represiones del régimen, para volver muchos años después a su pueblo, Tierra del Chá, que a sus ojos se convierte en un lugar tan mágico como recóndito de la Galicia profunda y rica en leyendas, a donde llegan para reanudar una vida truncada en el pasado y, de alguna manera, recomponer parte del misterio en torno al principal personaje de su familia: el abuelo.
     La aldea es tan pequeña que todos se conocen, guardan sus pequeños secretos, y conviven envueltos en misterios sin aclarar, unos y otros ven como su existencia ha sido reprimida por un suceso ocurrido en el pasado. Sánchez-Andrade conforma, sobre todo, un pintoresco daguerrotipo de personajes tan curiosos y llamativos, casos del cura don Manuel, el maestro Rosendo, o el no menos chocante y extraño, Ternoamor que oculta una singular condición y se dedica a restaurar dentaduras utilizando piezas arrancadas de cadáveres. A ellos se une la vieja vidente, Violeta da Cuqueira, cuyas artes se confunden con el escenario lúgubre, la pertinaz lluvia y el permanente olor a tierra húmeda, otro de los exponentes narrativo-descriptivos de este excepcional relato. Pero lo que se ven rechazadas ambas hermanas es por un secreto relacionado con su abuelo Reinaldo, personaje no menos singular, cuando descubren que este estaba relacionado con la oscura compra de cerebros de los vecinos para su posterior estudio. Su presencia, por consiguiente, agita las conciencias de los lugareños que les devuelve un pasado que se particulariza en algunos de ellos, la viuda de Meis, Tristán, el caponero, o el niño Ramonciño y su inesperada muerte, acontecimientos con que se conforma el resto de la novela. Incluso las Inviernas arrastran su propio secreto que pretenden olvidar una vez asentadas en la aldea, lejos de un pasado dejado atrás. Sánchez-Andrade recurre a una alternancia temporal, presente y pasado, para situar las escenas que complementan a una narración lineal, las dos hermanas y su pequeño mundo, aunque no deja de constatarse el destino de ambas y su relación con don Reinaldo, perseguido en los difíciles años de la represión y de la suerte que le llevó a la muerte, como otro más de los episodios sangrientos de que está salpicada esta novela, Las inviernas, aunque abundan las escenas de sensibilidad y de ternura frente a la barbarie y horror, que se ven compensadas con esa moral estricta que impone la narradora, y con el ejercicio y la destreza de una prosa extremadamente clara, elegante y directa que envuelve en la lectura al lector y no deja en ningún momento mal sabor de boca.














LAS INVIERNAS
Cristina Sánchez Andrade
Barcelona, Anagrama, 2014

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