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LAS CENIZAS DE ABRIL
Manuel
Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) publica Las cenizas de Abril (XII
Premio de Novela Fernando Quiñones, 2011), retrocede a las circunstancias
previas a la revolución portuguesa de abril de 1974, y cuenta una historia de
amor, tan conmovedora como tormentosa. Al hilo de los acontecimientos
históricos, el narrador protagonista segmenta una perturbación propia, junto a
otros personajes: la joven Sophia, el idealista Fernando y, De Andrade, un
oscuro agente de la policía política PIDE, cuyas vivencias paralelas
complementan el mosaico de esta ficción, inmersos en un trasfondo
político-social reciente del país vecino que narrativamente no ha sido
explotado en la literatura española. La trama se inicia, bastantes años
después, con la muerte de Sophia, que ha decidido suicidarse en un hotel de
París, la ciudad que la acogiera en sus años revolucionarios, e incluso donde
fue feliz antes de conocer algunos secretos de familia. Ha dejado una maleta,
allí se guardan las claves que el narrador irá desvelando para comprender el
resto del relato. La estructura narrativa, contada por una voz en primera
persona, reconstruye los acontecimientos sociales y de la política portuguesa
en una compleja y poderosa visión, al tiempo que se fusiona alternativamente
pasado y presente, como experiencia congruente en la que viven estos
personajes: Sophia y Fernando, amigos desde una lejana infancia en Angola, que
un día deciden luchar frente a la dictadura implicándose en el secuestro y
tortura de un antiguo agente del PIDE, sin saber que la declaración del mismo
acabará revelando no solo las prácticas de tortura empleadas en la colonia,
sino la identidad de antiguos miembros de la policía política, un testimonio
que cambiará su percepción de las cosas y, por añadidura, el futuro inmediato
de sus vidas.
Moya alterna una y otra
historia, salpica su relato de acontecimientos cuya veracidad es fácilmente
comprobable: las sublevaciones de las colonias, el obligado servicio militar de
los jóvenes portugueses lejos de sus hogares, o el desgaste del régimen
continuista de Caetano, hechos que desembocaron en una romántica revolución. El
narrador ha sabido diseñar con una extraordinaria capacidad un «espacio
temporal», se sirve del testimonio enfático y vitalista de sus personajes en
una época de cambios, el comienzo de una posmodernidad que, tras mayo del 68, liberará a la novela histórica, y
coincide con el final de los mecanismos de represión en las colonias del pasado
salazarista, como bien expone el onubense, reduciendo en su novela la materia
esencial de ficcionalidad a lo verdaderamente esencial. Sobresale en Las
cenizas de Abril el tratamiento y recuperación de la memoria histórica,
construida con esa mixtura íntima de lo vivido por sus personajes, entreverada
con esa capacidad de relacionar la peripecia personal y vital con la realidad
más cercana. La prosa se ajusta al relato, está repleta de matices, lirismo
incluido, y una técnica compatible con el arte de cautivar al lector, página a
página, hasta el final mismo, un valor indispensable en toda buena narración.
LAS CENIZAS DE ABRIL
Manuel
Moya
XII
Premio Fernando Quiñones
Madrid, Alianza, 2011
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