Vila-Matas y
Guadalajara
Este año la
sombra de Enrique Vila-Matas se extenderá por la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara. Su nombre se suma a la extensa lista de escritores
que ya han ganado el prestigioso Premio FIL en Lenguas Romances. El premio
reconoce la obra de escritores con “un aporte significativo a la literatura de
nuestros días”; sin duda, la de Vila-Matas encaja en esa ambigua premisa, ya
que escribe en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde
la estricta contemporaneidad, y no se limiten a reproducir modelos obsoletos ya
hace cien años. Autor de una vasta obra, quien haya seguido al narrador
barcelonés, pese a títulos ubicados en el género novela, Vila-Matas
posiblemente nunca haya escrito una “novela pura”, lo suyo ha sido siempre mezclar
los géneros y diluir las fronteras, o huir de lo convencional.
En 1973 acabó su primera novela
breve, Mujer en el espejo contemplando el
paisaje, mientras hacía el servicio militar, después publicaría La asesina ilustrada, en 1977. Historia abreviada de la literatura portátil
(1985) traspasó fronteras para ser reconocido en numerosos países sobre todo
latinoamericanos con cuyos autores siempre se ha sentido cercano. Amigo
entrañable de Sergio Pitol, su maestro indiscutible, decisivo en su vocación
literaria cuando se conocieron, el mejicano le dijo, “escribe y no hagas nada
más”, consejo que ha cumplido en los últimos treinta y dos años. Nadie
debe perderse, Una casa para
siempre (1988), Suicidios
ejemplares (1991), Lejos
de Veracruz (1995), Bartleby
y compañía (2001), El
mal de Montano (2003), Doctor
Pasavento (2005), Dublinesca (2010),
o Kassel no invita a la lógica
(2014), cuyos textos cautivan por su inteligencia crítica, por su humor y sutil
ironía.
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