REPORTAJES
DE LA HISTORIA
Veintiséis siglos sobre hechos ocurridos
cubre, Reportajes de la Historia, un relato que repasa la historia de
la humanidad en todos los continentes, contado y descrito por testigos
directos. Acantilado apuesta por una singular obra.
Martín
y Borja de Riquer, padre e hijo, han tenido la extraña y sorprendente capacidad
de resumir veintiséis siglos de historia en dos volúmenes, cuyas fechas oscilan
entre el 430 a.C.
hasta la guerra de Irak, en marzo de 2003. Los humanos heredamos, sin saberlo,
una singular capacidad para buscar la verdad en nuestro pasado y, sobre todo,
para justificar una ética y una estética con verdades a medias que confunden
nuestra Historia y convierten a nuestro mundo en algo confuso, perdiendo ese
concepto de «principio de realidad», con esa extraña capacidad de hacernos
olvidar la realidad de la
Historia y confundirla con la mejor expresión de la ficción.
Durante cientos de años, leyendas y crónicas, se han confundido y tan solo la Ilustración, el siglo
de la razón y de las luces, logró una excelente relación con la Historia y conoció
grandes progresos, además de la obra de afamados historiadores, casos de Gianbattiste
Vico (1668-1744), autor de Ciencia Nueva (1725), sobre la Naturaleza común de las
naciones, Edward Gibbon (1737-1794) que escribió una monumental Historia de
la decadencia y caída del Imperio romano (1737-1789) y Melchor Gaspar de
Jovellanos (1744-1811) afamado escritor de una vasta y variada obra que incluye
poesía y teatro, además de ensayos sobre economía, política, agricultura,
costumbres, filosofía, autor del espíritu reformador del Despotismo Ilustrado.
Esta efervescencia cultural traerá consigo el nacimiento del periodismo que
pondrá en conocimiento de una sociedad civil la expresión y la conciencia de
ofrecer «noticias» con informaciones muy valiosas para comerciantes,
hacendados, armadores, industriales que no debían ignorar cuanto ocurría en el
país o en el resto del mundo. Surge así una incuestionable tradición
intelectual que unirá Historia y periodismo, o lo que se suele calificar como
verdad / testimonio que, de alguna manera, ha determinado el desarrollo del
mundo occidental y los pormenores de un dilatado tiempo.
El
mundo pareció, por entonces, melancólico y escasamente manejable, y la
consolidación de algunos de los aspectos apuntados devolvería la esperanza a
una humanidad que necesitaba afianzar sus expectativas en esa emergente social
civil que esperaba recuperar una larga tradición intelectual que uniera
Historia, Vida, Desarrollo, como un nuevo espacio donde festejar los progresos
que se avecinaban, y formarían parte de ese desarrollo del mundo occidental en
los siglos venideros
Reportajes
La reconstrucción de la realidad, o el
estudio de la Historia
considerada bajo el tamiz de la literatura delimita, tanto temporal como
espacialmente hechos, y recrea detalles de un gran microcosmos. La mirada
particular prevale siempre sobre la panorámica expuesta, pero cuando se trata
de la Historia
no se especula con pensamientos o sentimientos, jamás se fabrican sucesos, se
inventan lugares, o recrean climas, se respeta la cronología, y podrá
advertirse un fingido anonimato, traducido en una constatada fiabilidad. Se
convierte en esa maestra de la vida que nos aclara qué sucedió en el pasado,
cómo debemos vivir el presente y, en cierta manera, preconiza nuestro futuro.
Quizá por eso, sin que podamos desvirtuar el calificativo de histórico para los
acontecimientos y episodios contados en una obra de gran calaje como Reportajes
de la Historia. Relatos de testigos
directos sobre hechos ocurridos en 26 siglos (Acantilado, 2010, dos volúmenes) y, aunque la objetividad de la
obra resulte relativa, la fuerza del valor testimonial de quienes estaban
presentes durante los hechos o cerca de ellos, dejaría en un segundo término la
supuesta subjetividad que se le supone a la obra, porque el trabajo tanto de
Martín como Borja de Riquer, se fundamenta en recuperar abundantes documentos
de diferentes épocas, frente a la manipulación de actas o informes esgrimida
durante años por historiadores, para así reivindicar de esta manera el papel
del testigo y la veracidad de su relato.
Los investigadores ofrecen en Reportajes
de la Historia
una amplia panorámica con múltiples escenarios, crónicas periodísticas que
regalan una visión sobre aspectos históricos diversos, aunque como sabe el
lector, la Historia
y su significado, es algo bastante más complejo que lo aparente narrado por los
testigos de los hechos con una voz personal; el curioso, por otro lado,
agradecerá la singularidad, la veracidad con que están contados porque quizá,
como los mismos autores manifiestan, para relatar la Historia no vale
cualquier reportero al uso. La obra, en dos volúmenes y 2.862 páginas, muestra
una visión parcial de los hechos, como atestiguan los autores, algo evidente
por la amplitud recogida en su selección, manifiestamente subjetiva, aunque
siguen estrictos criterios literarios y explicativos en tan ambicioso recorrido
por la historia de la humanidad, vista
desde el verano de 430 a.C.
cuando una terrible epidemia de peste asoló Atenas, hasta los atentados
terroristas del 11 de septiembre y año y medio después, cuando se produce la
declaración de guerra a Irak por el presidente Bush.
Con
sus propios ojos
La calidad literaria de los textos está
asegurada, la erudición y la curiosidad de los compiladores permiten que
sobresalga por encima del testimonio, aunque no deja de haber curiosos ejemplos
de personajes metidos a periodistas ocasionales y que con una mirada distinta
aporten una visión diferente de algunos hechos importantes de la historia:
Plinio el Joven, cuenta la luvia de ceniza durante la erupción del Vesubio, y
como el 29 de agosto del año 79, después de Jesucristo sepultó completamente
Pompeya, Herculano y otras poblaciones de la Campania. Desde el
promontorio Miseno, el escritor, que entonces contaba dieciocho años, observó
como su tío y padre adoptivo, el naturalista Plinio el Viejo, al mando de la
flota romana fondeada en Miseno, acudió a las proximidades del volcán para
ayudar y murió en aquel mismo lugar. Plinio que se quedó con su madre, se
retiraría al campo en los momentos de mayor peligro. Después explicaría a su
amigo, el historiador Tácito sus impresiones sobre el terrible acontecimiento.
«Me pides que te describa la muerte de mi tío para poder dejar a la posteridad
un relato más verídico de la misma. Te doy las gracias, pues me doy cuenta de
que su muerte alcanzará, si es celebrada por ti, una gloria inmortal (...) Ya
caía ceniza, pero escasa todavía. Volví la vista atrás; una densa nuble negra
se cernía sobre nosotros por la espalda, y nos seguía a la manera de una
torrente que se esparcía sobre la tierra». Las curiosas descripciones de un
cruzado, con la sangre hasta los tobillos, tras la toma de Jerusalén, «Los
sarracenos vivos arrastraban a los muertos fuera de la ciudad, ante las
puertas, y formaban con ellos montones tan altos como casas. Nadie había visto
ni oído semejante carnicería de la gente pagana...». El sorprendente atentado
contra Fernando el Católico, narrado por el archivero Pere Miquel Carbonell,
que empezó a escribir unas crónicas en catalán, e insertó una carta donde
relataba el incidente sufrido por el monarca el 7 de diciembre de 1492, y lo
curioso del hecho, es cómo lo anotan los compiladores, «la sensación de
atropello, desorden y desconcierto, que produjo el hecho». El confesor de don
Juan de Austria, fray Miguel de Servia, relata la batalla de Lepanto, en su
obra, Relación de los sucesos de la armada de la Santa Liga: «Su
Alteza acometió con su real a la general turquesca, la cual, aunque tenía mucha
y muy buena gente y era por la popa socorrida, fue en breve rendida, muerto Alí
Bajá general, y derribado el estandarte». Y, no menos interesante, desde el
punto de vista psicológico, el informe médico sobre la melancolía de Fernando
VI, redactado por su médico de cámara, Andrés Piquer, que anota, «Aunque Su
Majestad parecía estar bueno todo el tiempo que duró la enfermedad de que murió
la reina, que fue desde el día 20 de julio hasta el 27 de agosto, no obstante
experimentaba ya cierta repugnancia a hacer las cosas regulares de la vida,
como a comer, dormir y salir al campo, y al mismo tiempo le sudaba todas las
noches la cabeza copiosamente (...) El temperamento del rey es melancólico a
ese humor por disposición propia, de modo que, aun estando bueno, suele tener
unos temores que sólo se hallan en los que son poseídos de la melancolía (...)».
Y en el Journal des Débats (1836), se da noticia de la sensación que
produjo en París los hermanos Chang y Eng, pescadores del Siam, que habían
nacido unidos y desde entonces los gemelos que presentan esta anormalidad
fisiológica son llamados «hermanos siameses», «Los Chang-Eng andan como un solo
hombre; se sientan, se levantan, corren, cazan, con la misma agilidad, la misma
espontaneidad en sus movimientos que si una sola voluntad presidiese todos los
actos de su vida». Un magnífico recorrido por la primera travesía del Canal de
Suez, la obra del ingeniero francés Ferdinand de Lesseps, inaugurada con una
solemne travesía a la que asistieron grandes personajes de la época, entre
ellos la emperatriz Eugenia, y recogida por el periodista británico, Alexander
Russell para The Scotsman, el 1 de diciembre de 1869. Se trata de una
irónica visión del asunto, sobre todo con respecto a la solemnidad del mismo.
Curiosidades
El santón ruso Gregorio Efimovitch
Rasputín ejerció una desmedida influencia sobre el zar Nicolás II y su esposa
la emperatriz. Dueño de la voluntad de ambos, dispuso cuanto quiso en el vasto
imperio hasta granjearse la enemistad de la aristocracia. El príncipe Félix
Yusupof decidió tomarse la justicia por su mano y, con un grupo de conjurados,
terminó él personalmente con Rasputín, un suceso que ocurrió la noche del 29 de
diciembre de 1916. Después relató el suceso en un libro que impresionó por la
descripción que hace de Rasputín, inmune a los venenos más fulminantes, e
incluso a las balas. O el extraordinario paseo por la Rusia soviética de 1920, en
una no menos curiosa crónica del escritor H.G,.Wells que, posteriormente,
recogería en forma de libro, Rusia tal como yo la he visto (1920), y que
incluye una entrevista que le concedió Lenin, además de una impresionante
descripción de Petrogrado. «En ninguna parte se observa de modo más
impresionante el derrumbamiento de la sociedad rusa que en Petrogrado. Esta
ciudad fue creada de una pieza por Pedro el Grande, cuya estatua de bronce, en
el jardincito cerca del Almirantazgo, caracolea aún en medio de la vida
agonizante de la ciudad». Un cronista del Daily Express, D. Sefton
Delfer, cuenta como el 27 de febrero de 1933 el Reichstag sufrió un incendio
provocado por las instigaciones del propio Hitler y de Goering. Culparon al
partido comunista y hallaron en este hecho el mejor pretexto para que,
definitivamente, triunfara el partido nazi en unas elecciones que se
celebrarían una semana después. El cronista presenció el incendio y conversó
con Hitler en aquellos momentos. No menos curiosos resultan hoy los informes de
la caza de brujas en el senado norteamericano, por un sorprendente testigo,
Chaplin. En realidad, algunos políticos norteamericanos aprovechándose del
clima de la, denominada, guerra fría, crearon una psicosis de brujería
comunista que tuvo como víctimas directas a muchos de los intelectuales de la
época. La etapa de tensión duró hasta la llegada de Kennedy a la presidencia, y
una de las víctimas directas fue, precisamente, Charles Chaplin, Charlot, que
cuenta este episodio singular en el volumen de sus memorias, Historia de mi
vida (1965). La cuota femenina incluye algunos aspectos significativos: la
declaración de Juana de Arco, uno de los acontecimientos más conocidos de la Edad Media. En estos Reportajes
de la Historia,
se recoge un valioso documento de época de autoridad indiscutible, algunas de
las declaraciones de la acusada, y la de Isambert de la Pierre, uno de sus
acusadores y testigo de su muerte en la hoguera, en la ciudad de Ruan, ocurrida
el 30 de mayo de 1431. Las discordias entre cristianos y hugonotes, con el
episodio titulado, La noche de San Bartolmé, relatado por Margarita de
Valois, la emperatriz Catalina II de Rusia, el nacimiento de Alfonso XIII, a
cargo de Eulalia de Borbón, o la huida de una familia noble rusa, por María de
Rusia, y, como contraste final, el informe oficial norteamericano sobre el 11S,
y un testimonio periodístico contemporáneo, la Agencia Efe, en
primera línea de fuego, las primeras horas de la guerra e invasión de Irak, o
los ataques aéreos nocturnos del 20 de marzo de 2003, hasta la caía de Bagdad
el 9 de abril.
Como bien señalan, Martín y Borja de
Riquer, ningún director de una publicación semanal rehusaría crónicas como las
que Reportajes de la Historia
recoge, el aventurero Marco Polo relatando las maravillas del Lejano
Oriente, los chismes sobre la corte de Luis XIV, el escándalo Watergate, o las
innumerables batallas que se han venido sucediendo desde los tiempos en el que
hombre puebla la tierra. Estos «reportajes» cubren magistralmente ese período
que oscila entre la antigüedad clásica y nuestros días y resultan una excelente
ocasión para efectuar un inteligente paseo por la Historia y la Cultura de nuestra
Humanidad.
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