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TODO LO QUE UNA
TARDE MURIÓ
CON LAS BICICLETAS
Un verso del
poema, “Sistemas”, de Pere Gimferrer,
sirve a Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) para titular su nueva obra, Todo lo que una tarde murió con las
bicicletas (2013), un texto que, de alguna manera, puede resultar inclasificable,
aunque supone, por encima de todo, contar la verdad de toda una vida, salpicada
con una buena dosis de ficción. Infancia y educación afloran por estas páginas,
además de una profusa y explícita biografía de algunos de los miembros de toda
una saga familiar que se remonta a cuando los abuelos belgas se asentaron en la
isla de Mallorca.
El narrador, obviamente, Llucia
Ramis, afirma que forma parte de una generación catástrofe que ya se anunciaba
algunas décadas antes, ella se ha convertido en una desencantada treintañera
que se ve obligada a ocupar la habitación de su casa familiar, sobre todo para
subsistir en un futuro inmediato. En el relato, Ramis narra sus impresiones de
una familiar destartalada, alterna presente y pasado con una calculada
contención, sin que una nostalgia desmedida aflore en sus páginas, y sobresalga
su entereza al transcribir la realidad a que se ve sometida. La naturalidad, la
espontaneidad, incluso el tenso lirismo de muchas de estas páginas forman parte
de una improvisación que convierte una materia familiar y doméstica en un
auténtico relato, cargado además de un hiriente sarcasmo y de un finísimo
hilillo de humor que desdramatiza muchas de las situaciones vividas por su
autora y del resto familiar, incluidos encuentros y desencuentros que siempre
toman a la realidad como testigo y dejan, en el presente, constancia de ella. Algunos
fragmentos y situaciones invitan a seguir leyendo un texto de autorreferencias
constantes, como la sorprendente luz que ciega al abuelo a su llegada a Palma
que hace que este se sienta hechizado por el paisaje el resto de su vida; o la
madre que, como seudo-protagonista, emerge rememorado como ejemplo de entereza
tanto en su dislocada juventud como en su vida familiar. Muchos de ellos son
personajes que tienen algo que decir, actores que no contemplan la posibilidad
de estar callados. Quizá por eso, también sus diálogos resultan hábiles y
chispeantes, a veces, profundos que cuantifican el proceso de crecimiento de
estos personajes desde la niñez y la adolescencia hasta su llegada a la
madurez.
Ramis, tampoco, descuida su
pasión lingüística, e identifica el catalán como el principio de toda una
autenticidad, la verdad que permite transformar nuestra vida sea cual sea, en
una lengua propia.
TODO LO QUE UNA
TARDE MURIÓ
CON LAS BICICLETAS
Prólogo de José Carlos Llop
Llucia Ramis
Barcelona, Libros del Asteroide, 2013
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