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LA
ACABADORA
La
eterna cuestión de la muerte digna, literariamente se ejemplifica en este relato
siguiendo una costumbre sarda, cuyo origen para más señas se pierde en los
albores del tiempo. Tratado como obra de ficción el tema de muerte, ligada al
sentido de la vida, es tan ancestral como mítico, y no supone una catarsis tan
dolorosa como se pretende en algunas sociedades modernas. Claro que en el caso
de este relato, La acabadora (2011), esta curiosa costumbre se
convierten en tradición, y las tradiciones son siempre muy respetadas. En
realidad, Michela Murgia (Cabras, Cerdeña, 1972) cuenta, en su primera novela,
la relación de una anciana y una niña que se unen a través del sagrado vínculo
de la «adopción del alma», es decir, fill´e anima, el trato que una
madre realiza cuando cede a una hija a otra mujer para que la adopte y cuide
sin abandonar los lazos de sangre, o que esto presuponga una ruptura familiar.
Bonaria Urrai, modista del lugar, mujer bella en otro tiempo y de cierto
prestigio en la pequeña comunidad, aunque siempre envuelta en una soledad
permanente, se hace cargo de Maria, cuarta hija de los Listru, una niña cuya
vida se transformará por completo cuando se vaya a vivir con su nueva madre.
Los primeros capítulos de esta
breve novela se centran en el lazo que pronto establecerán la hija adoptiva y
madre, sus comienzos en la escuela, el descubrimiento de una singular
inteligencia en la niña, y la permanente compañía junto a la tía, una historia
ambientada en un pequeño pueblo de la costa de Cerdeña, Soreni, allá por los
cincuenta. Nada parece romper la vida de estas mujeres durante años, aunque con
el paso del tiempo, la adolescente Maria observa como la tía Bonaria se aísla
en largos silencios, apenas le da explicaciones, sobre todo cuando realiza,
además, extrañas salidas nocturnas que despertarán los recelos en la joven y
pronto advierte que una sombra de temor se muestra en los ojos de quienes se
cruzan en el camino de su madre adoptiva y ella. Michela Murgia narra un
episodio singular y construye su relato con una prosa sencilla, de calculada
precisión, con el acierto de algunos localismos que un glosario al final,
aclara. Al mismo tiempo crea la atmósfera adecuada en una ancestral comunidad
de sardos muy orgullosos de sus tradiciones, como sugiere el tema central, la
costumbre de ese velado concepto de eutanasia que en ningún momento aparece en
la narración, y el papel de la acabadora, psicológica y espléndidamente
perfilada por Murgia, que dota a su personaje con el prisma de una moral
compasiva, ayuda a quienes la solicitan poco antes de ese proceso final
doloroso, cuando ya el enfermo se ve sometido a una agonía prolongada, y no hay
nada que hacer. Cuando esto ocurre, la acabadora acude de la manera más sutil,
no provoca dolor en nadie, es la suya una compasiva misericordia.
LA
ACABADORA
Michela
Murgia
Barcelona,
Salamandra, 2011
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