CUENTOS
COMPLETOS
Héctor Tizón
(Rosario de la Frontera,
1929- San Salvador de Jujuy, Argentina, 2012)
La
biografía de Héctor Tizón (Rosario de la Frontera, Salta, Argentina, 1929), como la de
otros tantos autores, se confunde con su propia producción literaria, sobre
todo, con buena parte de la totalidad de su narrativa breve que Alfaguara
recoge en un volumen titulado Cuentos completos (2006) e incluye,
además, de sus colecciones A un costado de los rieles (1960; 2ª ed., en
Alfaguara, 2001), El jactancioso y la bella (1972), El traidor
venerado (1978), Recuento (1984) y El gallo blanco (1992); en
un segundo apartado, reproduce aquellos relatos no publicados, hasta el
momento, en libros; tres cuentos inéditos, forman parte de una tercera sección
y, un aclaratorio apéndice donde, Tizón, reflexiona sobre su propia producción,
acerca de la literatura, o cuenta la exégesis de algunos de sus cuentos, los
que forman parte de El gallo blanco.
Lo
más característico y significativo de la narrativa breve de Tizón, según leemos
en el prólogo de Leonor Fleming, es su pertenencia siempre afectiva al terruño
de la infancia, sobre todo al período de la niñez transcurrida en el pequeño
pueblo de Yala, a unos quince kilómetros de San salvador de Jujuy, ubicado en
mitad de un altiplano yermo y ventoso, en lo que se ha calificado como la Puna; en realidad, una meseta
andina, árida y fría, que comienza en la frontera noroeste de la Argentina y continúa en
el altiplano boliviano, un lugar atravesado por cadenas de volcanes, con
grandes salares y algunas lagunas; con cierta seguridad, una vez que leemos sus
cuentos podemos imaginarnos Jujuy sin haber estado nunca allí. «El paisaje —ha
escrito el narrador— no es el marco que
encuadra la historia o los personajes; el paisaje es la historia misma (...)».
En igual proporción, una característica más de uno de los más prestigiosos y
conocidos escritores de cuentos argentinos, es su extraordinaria capacidad para
domeñar el lenguaje: de una parte, un vocabulario tan exquisito como
prestigioso adquirido de los clásicos españoles o aprendido de la estructura de
los relatos de Stevenson, London y Conrad y esa otra, que pertenece a su propia
idiosincrasia, el aprendido siendo aún niño y envuelto en la mágica oralidad
que le proporcionaba el idioma quechua de sus niñeras indígenas. Quizá poe eso,
durante su juventud, una obsesiva búsqueda le llevó a distintas fuentes para
ajustar su propio discurso: el mutismo indígena, la lengua de sus vecinos, el
español mestizo de su infancia, y la universalidad de autores rusos y
norteamericanos, incluso la lectura de pasajes de algunos textos sagrados
vertidos en versículos y parábolas o más tarde los textos jurídicos en su
carrera universitaria, puesto que en su biografía nunca podemos olvidar que se
trata de un eminente jurista. Cabría señalar, en este sentido el relato «El que
vino de la lluvia» incluido en la colección El traidor venerado (1978),
como ejemplo de una investigación policial y la verificación de una incógnita,
en esa dualidad de vida que lleva el escritor como jurista y literato, una
doble identidad que para un juez es lo suficiente atractiva como para dedicarse
a plasmar su realidad en el papel. Otros elementos confirman esa voluntad que
conlleva una típica atmósfera de misterio: una llovizna persistente, un frío
tenaz, el anochecer y la poca visibilidad, además de unos personajes que se
mueven entre la realidad presente de la acción y un pasado alejado para los
protagonistas.
Para
quienes no conozcan la obra de Tizón, existe un antes y un después de su salida
hacia el exilio: en primer lugar en España. Una primera etapa que incluye una
amplia producción tanto en novela como en relato, precisamente de esta época
son El jactancioso y la bella y El traidor venerado, antes de su
salida de su país; y una segunda, durante y después del destierro, cuyos rasgos
más singulares se identificarían en el cuento «Los árboles», incluido en El
gallo blanco (1992), retrato sobre la desolación del extranjero, la
imposibilidad de vivir y crear en tierra extraña y ese reencuentro con el arte
y la vida; o en «Regreso» seleccionado en Recuento (1984), un texto que
cuenta las vicisitudes de un regreso imposible, pero actitudes negativas que, en
el escritor Tizón, se traducen en un cambio del punto de vista narrativo que
originará un cambio de voz y converge en la complicidad del autor con sus
protagonistas.
La narrativa de Tizón nace —ha escrito
Leonor Fleming— sin perder de vista nunca el origen, sube a un vagón en marcha,
vuelve atrás continuamente y se actualiza con la misma rapidez, es paradójica y
novedosa, aspectos en suma que en su literatura marcan la dirección de nuestro
mundo.
CUENTOS COMPLETOS
Héctor Tizón
Alfaguara,
Madrid, 2006.
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