… me
gusta
PAYASO DE AGOSTO
El
Nobel alemán Günter Grass (Danzig, 1927- Lübeck, 2015), pinta, esculpe y
escribe en su casa de Behlendorf, muy cerca de Lübeck y, en ocasiones, se
encierra en un ostracismo voluntario que más tarde convierte en literatura.
Algo de esto le ocurría tras la publicación de las polémicas memorias o libro
autobiográfico, Pelando la cebolla (2006), en las que contaba cómo casi
al final de la Segunda
Guerra Mundial, perteneció durante un breve tiempo, apenas
unos meses, a la Waffen SS,
hecho que, en palabras del más discutido de los novelistas germanos, provocaría
un escándalo a nivel mundial, sobre todo durante aquel verano, cuando la prensa
alemana publicó ríos de tinta, hubo opiniones para todos los gustos, y algunos
de sus más fieles amigos y conocidos le volvieron la espalda. Un año después
publicaría en su país, Dummer August (2007), que en esta primavera
aparecía como, Payaso de agosto (2009), una elegante edición bilingüe de
Bartleby Editores, traducido por Miguel Sáenz, con la colaboración de Grita
Loebsack. Y lo último, Die Box (2008), una continuación de su autobiografía,
que Alfaguara edita y Miguel Sáenz traduce como, La caja de los deseos (2009),
un nuevo texto donde combina fábula, memoria, humor y algunas otras
sorprendentes revelaciones sobre su pasado familiar.
Para Grass el nefasto mes de verano se
asemeja a ese payaso circense cuya melancolía se extiende mucho más allá de la
pista donde a diario la gente se ríe de él. Una vez más, el Nobel se refugia en
la poesía para redimirse de una depresión: dibujos y poemas se convierten en
una experiencia donde plasmar sus vivencias más tristes y afligidas. La prensa
arremetió, también en esta ocasión, contra Grass y su ejercicio lírico fue
calificado de apologético, autocomplaciente, o excesivamente volcado en una
autojustificación. Periódicos de izquierda y de derecha postularon acerca del
valor lírico de estos poemas, aunque su traductor español, que conoce bien la
obra del alemán, habla de una poesía prosaica, sin un excesivo artificio
métrico que pretende mostrar, por encima todo, una experiencia vital tan triste
como melancólica, pero sobre todo expone el rechazo a una manifiesta
prohibición de la libertad de expresión. Y a propósito escribe Grass los
siguientes versos: «(...) la vergüenza sale a la luz y en adelante/ la rodea la
jauría libre de vergüenza. (...) De un lado a otro la vergüenza, que busca /una
palabra igualmente apropiada». En realidad, su poesía siempre se torna en
prosa, es decir, ofrece una paralela visión narrativa de sus vivencias más
íntimas y, para entender y complementar su mundo, dibuja cabezas de pescado,
patatas, verduras, setas, cebollas, animales heridos, botas viejas agrietadas
por el paso del tiempo, y además pone de manifiesto su inquebrantable obsesión
hacia la naturaleza, especialmente, sensible por los bosques con árboles temblorosos,
de distintos tamaños y envergadura. Objetos todos que, de alguna manera, se
repiten y prodigan en su anterior tanto narrativa como lírica porque, en
definitiva, sus dibujos (a lápiz) complementan a su obra y en Payaso de
agosto, escribe sus versos a mano al tiempo que dibuja, o incluso al revés
en ese doble proceso donde las palabras se acomodan a las figuras vislumbrando
mundos paralelos, con esa dificultad implícita de no poder deslindar en el
Nobel su tarea plástica y poética. El sentido pleno del libro está en uno de
sus primeros poemas titulado, «En la picota»: «Sucedió después de que/ una piel
tras otra/ la cebolla me resultara útil./ Mirad, ahí está despellejado,/ gritan
muchos ahora/ que no quisieron tocar la cebolla/porque temían encontrar, no,/peor,
no encontrar nada/que pudiera identificarlos/. Quien busque originalidad lírica
en estos textos, tendrá que mirar hacia otro lado.
PAYASO
DE AGOSTO
Günter
Grass
Edición
bilingüe. Traducción de Miguel Sáenz y Grita Loebsack
Madrid,
Barrleby Editores, 2009; 130 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario