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EL CARACOL DORADO
Los
aforismos, las máximas o las reflexiones, muestran un modo propio de pensar y
de sentir, presuponen esa extraña búsqueda que, literariamente, se concreta en
un ideal de belleza y de verdad. No es la primera vez que Dionisia García
(Fuente Álamo, Albacete, 1929) invita a sus lectores a reflexionar sobre
aspectos y actitudes de nuestro mundo, sin duda olvidados o desatendidos por
las prisas que, de alguna manera, sintetizan nuestro cotidiano sobrevivir. En Ideario
de otoño (1994), ofrecía ciertas paradojas y con sus observaciones se
respondía a ciertas preguntas y confirmaba su mágica visión sobre esa estación
del año, un tiempo tanto de comienzo como decadente esplendor y, después, en Voces
detenidas (2004), se proclama la vida como es, recurría para ello a la
memoria y al olvido cuando, transcurrido un tiempo prudencial, termina por
convertirse en una entrega de expresión
sentenciosa e intelectual, en su expresión más textual y deslumbrante, como nos
tiene acostumbrados la poeta manchega, brillante en su resultado y ejecución
final. Y una tercera entrega, El caracol dorado (2011), que aporta
nuevas formas, matices diversos y ofrece una mayor comprensión de nuestro
entorno vital.
La obra aforística de Dionisia García
apuesta por el modelo del género, brevedad, ingenio y sorpresa se funden con un
profuso tempo lírico, fruto de su larga experiencia poética, que transforma con
sus reflexiones en visiones de una estética incuestionable. «Confidencias» y
«Artificios» son los dos grandes bloques en que divide la autora su más de
setecientos aforismos de El caracol dorado, muchos de los cuales
proclaman una filosofía de la existencia, y recrean una frágil realidad de la
que no siempre somos conscientes, «Atesora los días, mídelos, pálpalos, procura
retener el instante. Ya perdidos, suéñalos, recuérdalos, manténlos en la
memoria, mezcla lo viejo con lo nuevo, que en todo fuiste y eres. Eso es la
vida», como sugiere al comienzo mismo de esta serie. Su agudeza crece a medida
que seguimos leyendo, se detiene en detalles pequeños o insignificantes que,
sin embargo, nos pueden hacer distintos: «Perdemos parte de la vida en
demostrar que somos los mejores». Estas Confidencias devienen, en su
sentido último y más profundo, en un humanismo comprometido, porque a lo largo
de sus páginas Dionisia García reproduce opiniones y no pocas de las lecturas
que ha ido realizando a cabo en el largo lustro en que se ha ido fraguando el
libro: León Bloy, Ernst Jüng, Epicuro, Aldous Huxley, quien acertadamente
escribiera sobre las estaciones del año y la ordenación de la vida en
conformidad con ellas, el clásico Horacio, o la recientemente desaparecida,
Wislawa Szymborska, Nobel en 1996, se asoman en sus páginas. Si la primera
parte suponía buena dosis de ese extensivo halo lírico que salpica la prosa
aforística de la autora, esta segunda, Artificios, más amplia, nos
sumerge en una mayor visión de cuanto acontece en el mundo y de sus
consecuencias inmediatas, tanto individuales como colectivas, como se sugiere
en el primero de sus acertados textos, «Adentrémonos en el camino y algo se
encontrará», y así abundan las sugerencias y las afirmaciones sobre el concepto
del bien y del mal, sobre lo justo y lo injusto, sobre la extrema hermosura en
que se concreta la vida y los ásperos peligros que se nos aguardan a lo largo
de nuestra existencia, «En este siglo XXI la provisionalidad nos acecha. Lo
mejor es quedarse fuera, pero ¿dónde?». Quizá por eso, esta segunda parte está
plagada de una veta de finísima ironía que subyace bajo el pensamiento mismo, o
se resume en las múltiples facetas de continuas sonrisas en que se concreta
todo cuanto nos llama la atención.
Como ha señalado Dionisia García, el
caracol puede ser una clara y evidente metáfora del vivir; va con la carga
acuestas y en esa carga, nosotros obtenemos el sentido de la felicidad y,
también, el de la aflición.
EL CARACOL DORADO
Dionisia
García
Sevilla,
Renacimiento, 2011; 169 págs.
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