JOSÉ
GUTIÉRREZ SOLANA
(La España negra y
literaria)
¿Qué es la vida?
Una p... m..., y otras, raras veces, agradable.
La vida es la calle; estaría
gracioso que fuera otra cosa.
J.G.S
*España es una nación absurda y metafísicamente imposibleChabía escrito Ganivet poco antes de finalizar el sigloC, y el absurdo es su nervio y su principal sostén+. Los escritores del XIX habían creído en la evolución y
mejora de las estructuras sociales y, quizá, por este hecho José Gutiérrez
Solana fue siempre un artista escindido entre el poder de su sentimiento y el
valor de su pensamiento. Al ojo de Solana sólo le interesaba la realidad, por
ello se convirtió en un pintor con la evidente necesidad de reproducir la
mirada de su entorno e incluso cuando era capaz de relatar algunas escenas que
únicamente podían provenir de alguna alucinación, no disparataba, tal era su
convencimiento, y se mostraba testigo de cuantas escenas había soñado o
imaginado.
José Gutiérrez
Solana, un madrileño de ascendencia cántabra, nació un 28 de febrero de 1886,
domingo de carnaval, y murió un 24 de junio de 1945, festividad de San Juan
Bautista. Fue ese escritor que sorprende aún hoy por su
extraordinaria capacidad para crear ambientes, además de por la exactitud de
una prosa que refleja abundantes imágenes de buena parte del sentir de nuestro país. Inicial y
esencialmente, pintor y grabador (había ingresado en la Escuela de Bellas Artes de
San Fernando en 1900) es esta actividad por la
que es conocido en este país y en el resto del mundo. Sus primeros cuadros datan de
1906, en 1907 expone en el Círculo de Bellas Artes y, posteriormente, en 1910
participó con algunas de sus mejores obras en diversas Exposiciones Nacionales;
sus imágenes ofrecen tipos humanos y tienden a la anécdota y a la alegoría,
y su etapa más prolífica fue la de 1920 a 1936, años en los que
pintó algunos de sus más extraordinarios cuadros sobre las diversas caras de
una España Negra, calificativo con el que ha bautizado su arte el crítico
Manuel Abril. En 1920 se convertirá para Solana en un año decisivo: publica su
libro La España Negra y
terminará el famoso cuadro de *La Tertulia de Pombo+ que
colgará en el café que llevaba ese nombre. Sobre el cuadro publicó Francisco
Alcántara lo siguiente: *La tertulia del
café Pombo es un cuadro profundo, trágico y de tan inacabable vibración poética
que no se cansa de mirarle el espectador, al que acaba por aposentársele en el
alma, como
todas las impresiones que forman época en nuestra historia sentimental+. Su
hermano Manuel afirmó que *es un cuadro que se ha pintado
románticamente y lo mejor que puede sucederle es que acabe con todo
romanticismo en Pombo+; así ocurrió por expresa petición del dueño del
local, Eduardo Lamela, que realizó dicho acto el 17 de diciembre. Entre los
contertulios sobresale el fundador Ramón Gómez de la Serna, en actitud de
pronunciar un discurso; su mano descansa sobre un ejemplar de su libro titulado
Pombo; destacan las cabezas de José Cabrero y de Manuel; las figuras de los
ancianos que se reflejan en el espejo del fondo, con la jarra de agua sobre la
mesa de mármol, recuerdan un
romanticismo sobreviviente en esos años; el cuadro se convierte, también, en el
testimonio de una época en la que la literatura y la crónica literaria tuvieron
gran importancia. En 1928 los hermanos Solana (su inseparable Manuel) viajarán
a París animados por Edgar Neville; allí les esperan Gómez de la Serna, Corpus Barga y
Ricardo Baroja, quienes preparan su estancia en la capital francesa.
El 16 de enero se inaugura una exposición en las galerías Bernheim-Jeanne:
presenta 21 lienzos y el catálogo está firmado por Jean Cassou, pero la muestra
resulta un fracaso. Un año más tarde acude a la Exposición Internacional
de Barcelona y obtiene la medalla de Oro. Durante el año 1930 expondrá, además,
en Valencia, Venecia, Granada, Torrelavega, Santillana del Mar y Pittsburg, al
que seguirán Chicago y Oslo. Durante la guerra se exilia a París y, en 1939, Eugenio d´Ors le convence
para que vuelva. Diversas exposiciones marcarán el final de su etapa como pintor: Berlín, de
nuevo Venecia y Madrid y Barcelona serán los escenarios de sus nuevos triunfos.
En el año 1943 recibe la medalla de Oro del Círculo de
Bellas Artes, y en 1945 sufre un ataque de uremia que le obliga a
hospitalizarse para fallecer, unos días más tarde, el día de los santos Juan,
Lupicio, Rumoldo y Teodulfo. Su obra pictórica se complementa magistralmente
con su obra literaria en la que mezcló, de igual manera, la leyenda de su vida.
Aficionado a tomar notas para el desarrollo de sus cuadros, su pintura
y literatura nacen, en el artista, a la par, y ambas surgirán por esa necesidad
de reproducir la mirada, de una parte, y las emociones de otra; quizá por ello,
no sorprende que sea el propio autor quien ponga pies a sus cuadros y, de esta
forma, emparente lienzos y libros. Pero Solana Cen
palabras de Calvo SerrallerC no reivindica nada, no pretende
comprender nada, rehuye cualquier explicación. Y una realidad que es embebida
de semejante forma, tal cual es, nos proporcionará una imagen, tan inevitable como fantasmagórica. Hay que considerar, inicialmente, que sus primeros
libros no fueron escritos para ser publicados, sino notas y reflexiones que se
trasladarían, posteriormente, a los cuadros. Esta excesiva anotación motivó
posteriores deseos de dar a la imprenta unas notas de amplia información;
Camilo José Cela, autor de una riguroso análisis sobre la Obra literaria de Gutiérrez Solana (1957),
que fue su discurso de ingreso en la Real Academia Española, explica la coincidencia
de algunos de los títulos con sus lienzos, *Lola
la peinadora+, *El
Rastro+, *El
desolladero+, *La
cola de la sopa+, por
citar algunos y otros muchos cuadros, sin llegar a coincidir sí se refieren a
la temática en cuestión. Su producción literaria empieza con Madrid,
escenas y costumbres. Primera serie, que publica en 1913, aunque el libro, parece
ser, estaba escrito desde 1909. Se trata de su visión de una España árida y
carpetovetónica, donde domina el negro sobre cualquier otro color; pero el
escritor Solana ofrece, también, un mundo colorista porque es hombre que
necesita teñir y colorear a las personas y a los animales, las cosas y los
paisajes, para así describirlos con esa exactitud apuntada. Sobresale en ese
texto un único propósito: decir su verdad sobre las calles, las costumbres y
los personajes. Esta desmesurada afición a la escritura le llevó a ofrecer una Segunda Serie de Madrid, escenas y
costumbres (1918) y, pese a seguir tratando los mismos temas, acentúa en
estas páginas su obsesión por la muerte, por el sufrimiento y por el dolor. Los lienzos y las páginas de esta época vuelven a mostrar un Madrid en
permanente cambio, lugar donde la vida se hace especialmente dura para los
mendigos y los moradores del extrarradio. La España negra (1920), se convierte en una
caleidoscópica visión de la
España bárbara y menesterosa, y una de las obras peor
tratadas por una censura ingenua y demasiado eficiente que ha mutilado, desde
siempre, este texto. El escenario, ahora, se amplía y recoge
las andanzas del autor por tierras españolas: Santander, Santoña, Medina del
Campo, Valladolid, Segovia, Ávila, Oropesa, Tembleque, Plasencia, Calatayud y
Zamora son los principales escenarios recorridos por el pintor; aunque las
diferencias se muestran, también, en otros aspectos como el hecho de que los
personajes tengan solo nombres propios, incluso el tono es aún más negro,
puesto que la España
retratada es mucho más amarga. Andrés Trapiello ha calificado este libro como *uno de
los más singulares, expresivos y hermosos de toda nuestra literatura+ (que
en 1961 y 1972 se reeditaba con abundantes omisiones). Al ojo de Solana
solamente le interesa la realidad, la que él ve, la suya, porque la España negra que dibuja el
escritor no es la misma para esas otras tantas gentes que han escrito sobre
nuestro país, como
tampoco puede tener el mismo significado el negro para él que para los demás. La España de Solana está llena
de muchos más matices imaginables y jamás, en sus escritos, renunció a
mostrarnos esa España real que nos mostraba en sus textos, que es negra pero
que, a veces, no resulta peor que en otros países.
Madrid callejero aparece en 1923 escrita con
características similares a sus anteriores obras. Madrid, sus
calles y sus gentes serán, otra vez, los protagonistas del relato. La técnica literaria de
Gutiérrez Solana se basa esencialmente en una sucesión de imágenes extraídas de
la vida misma; curiosamente, el libro está precedido de un prólogo en donde el
autor expone el origen de su escritura y en él se refiere, sintéticamente, a
los dos temas que desarrollará: la muerte y la denuncia social. De esta última
habría que señalar la dura crítica que realiza Gutiérrez Solana sobre los
autores de la Generación
del 98 y la nueva juventud alocada y
rebelde que va surgiendo en torno a los movimientos cubista, futurista y
dadaísta. Un nuevo rasgo se vislumbra en estas páginas iniciales, un sentido
amargo de la existencia, lingüísticamente interpretado con profunda ironía.
Pero el Madrid callejero tiene en la
técnica descriptiva su elemento primordial en ambientes, lugares no
especificados y calles, sin argumentos ni personajes psicológicamente tratados.
El conjunto se convierte en una sucesión de cuadros con
un costumbrismo atípico, donde la
putrefacción es el elemento unificador, aunque esa minuciosidad descriptiva es
más apreciable en aquellas páginas donde las calles madrileñas son las
verdaderas protagonistas. Una de las cosas que resalta en toda la obra de
Gutiérrez Sola, es la distinción que se establece entre el paisaje natural y el
paisaje urbano, entre la apertura y la cerrazón de ambos ambientes, y si el
primero parece representar la libertad, el segundo posee el elemento trágico de
la muerte. Quizá por eso en su pretensión de mostrar lo que es la
vida para él, hay un color que sobresale en su paleta de pintor y en la tinta
de su pluma: el negro, matiz que está muy en consonancia con su concepción de
la existencia. El paisaje y el ambiente son oscuros, la negrura lo invade todo.
Sus personajes se expresan de una forma coloquial, sencilla y llana como
correspondía a la manera de hablar del escritor madrileño, pero junto a un
léxico de marcado carácter coloquial, aparece un vocabulario específico,
detallista, minucioso que se refiere, por ejemplo, a prendas de vestir, al
carnaval, o latinismos en los que sobresale, igualmente, el humor y la burlesca
ironía del autor. Para finalizar este recorrido, pobres gentes, viejos,
enfermos, marginados, en general, son los protagonistas de muchas de estas
páginas, porque los valores que terminará exaltando del ser humano son los de
la perfección, la inocencia y la fortaleza.
Un año más tarde
aparece Dos pueblos de Castilla, un
libro menos denso, fruto de las excursiones del pintor a las localidades
madrileñas de Colmenar Viejo y Buitrago de Lozoya. Narrativamente
hablando es una obra más sencilla, cuyos argumentos se concretan en las ferias,
las plazas, los cementerios y las corridas de toros; los personajes vuelven a
ser esos seres realistas aunque en muchas de estas páginas aparecen ya de forma
individualiza: el pobre de Buitrago, el viejo de Buitrago o el cura de Buitrago.
El último libro publicado fue la novela Florencio Cornejo en 1926, una obra en
la que el escritor se aparta de su manera de escribir; no hay ambiente o
descripción específica de personajes, aunque sí vuelve a uno de sus temas
obsesivos: la muerte. En la obra se rememora un viaje con su tío Florencio, que
está a punto de morir. Pero el relato se desarrolla, como el resto de su obra, con una sucesión de
escenas cuya mejor pincelada es la que se concreta en la anécdota con grandes
dosis de ironía. Su escritura se debate entre el sarcasmo quevediano y el
influjo goyesco de ese palpitar instantáneo que se refleja en unos tipos y en
una vida donde predominan las costumbres populares. Los temas constantes en la
obra de Gutiérrez Solana son la sordidez de la vida, las diversiones de las
pobres gentes del Madrid castizo, las miserias, los defectos físicos y morales,
las corridas de toros, Cteñidas de rojo y negroC, las
salas de disección de los hospitales, los desolladeros, los sepulcros y los
cementerios, siempre con la muerte al fondo. Realismo y crudeza se conjugan
para ofrecer la visión apocalíptica de alguien que es capaz de adentrarse en la
miseria ajena, actitud que dulcifica con abundantes golpes de humor hasta
desembocar en situaciones macabras. El estilo, las obsesiones y la técnica y el
método, sobre todo, hacen que aún hoy sea posible que el escritor Solana
sobrecoja al lector. Esas obsesiones en el pintor y en el escritor son, además
de la muerte, el sufrimiento y la farsa; la muerte no como horizonte pendiente
del vivir sino como espectáculo rotundo en el que se ofrece el trasiego
funerario y la descomposición de los cuerpos; los osarios, cementerios y
entierros se entreveran en la ciudad con el paso sonámbulo de los vivos, una
muerte compartida y promiscua de seres de diversas características.
Pese a los esfuerzos
de contemporáneos suyos, sobre todo de su gran valedor, Ramón Gómez de la Serna, su literatura ocupó y
sigue ocupando hoy, más de medio siglo después, un lugar marginal en la
historia de la literatura española, oscurecida, tal vez, por la fuerza de esa
gran obra pictórica y porque su mágica prosa negra nada añadía, entonces, a las
inquietudes de los escritores del 98 que ya habían publicado lo mejor de su
visión de esa España trágica. Loable intento ha sido el intento de ofrecer a
las nuevas generaciones de lectores la, Obra literaria completa en la Fundación Central
Hispano, que publica estos textos definitivamente Csegún Camilo José CelaC*sin atribuciones
dudosas ni frívolas, y sin irresponsables y sumisamente acatadas tachaduras
censorias...+, obra tan inexcusable literariamente hablando como peculiar.
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