Francisco López Serrano
“Necesitamos pequeñas e inocuas farsas para distraernos de
la gran farsa”.
Francisco López Serrano (Épila, Zaragoza, 1960), ha publicado las novelas
El país de la lluvia (2004),
Retrato del asesino en prácticas (2005)
y El Prado de los Milagros
(2008), El tiempo imaginario
(2014) y los libros de relatos El hígado
de Shakespeare (2000), Dios es Otra (2002) y Los Hábitos del Azar
(2009). Autor asimismo de seis libros de poemas publicados, como La caricia de un sueño (2002), La sombra de Dios (2005) o El último hombre sobre la tierra (2010),
y de varias traducciones de poetas ingleses. A lo largo de su carrera ha
obtenido numerosos premios como «José María de Pereda» y «Ciudad de Barbastro»
de novela; «Generación del 27» de narrativa; «Setenil», «Ciudad de San
Sebastián» o «Ignacio Aldecoa» de cuentos, y «Luis Cernuda» y «Blas de Otero»
de poesía. Su obra y su vida, se rigen por un lema de obligado cumplimiento:
«En la literatura, molestar todo lo posible; en la vida, molestar lo menos posible».
Actualmente reside en Madrid. Ahora vuelve a ser actualidad porque publica la
novela, Los Misterios, e.d.a. 2015.
Permítame preguntarle, ¿la suya es
una lenta carrera de fondo, tan variada como variopinta hasta llegar a hoy?
Así es, y me
temo que seguirá siendo tan lenta, variada, variopinta, solitaria y puede que
incluso insobornable (a la fuerza ahorcan) hasta el fin de mis días.
Se lo pregunto porque ha
“picoteado” en todos los géneros, novela, relato poesía, e incluso traduce, ¿en
qué faceta se siente más cómodo?
Si hablamos
de comodidad, creo que en la de traductor. En esa faceta hay que mantener a la
bestia de la imaginación sedada en su cubil, lo que permite que el trabajo, sin
dejar de ser creativo a su manera, sea mucho más sosegado.
Usted ha manifestado, en alguna
ocasión, que su vocación literaria la despertaron los poetas malditos
franceses, ¿sigue identificándose con semejante actitud?
En mi primera
adolescencia me fascinó sobre todo la figura de Rimbaud. Hoy, al contrario que
él, creo que hay que molestar todo lo posible en la literatura y lo menos
posible en la vida. En ese sentido me considero un poco punk. La rebeldía, la
provocación y la indignación son buenas motivaciones para escribir. A mí lo que
en realidad me mueve es estar en contra; la indignación y el cabreo me dan
impulso. Podríamos decir que la indignación es mi musa.
En momentos tan difíciles como los
actuales, ¿seguimos necesitando reírnos? Viene al caso porque su obra está salpicada de
humor, ironía…
Necesitamos
pequeñas e inocuas farsas para distraernos de la gran farsa. Colocar el foco de
atención en situaciones absurdas o crueles de la vida cotidiana y trasladarlas
con humor a la escritura es una forma de conjurarlas. Si uno fuera capaz de
distanciarse lo suficiente de la realidad cotidiana como para apreciar todo lo
que ésta tiene de esperpento, de ópera bufa; si pudiera dejar de sentirse
implicado y afectado por ella, soltaría una carcajada apocalíptica.
¿Establece usted una diferencia
temática entre su obra breve y la extensa?
Creo que en
ambas aparecen los mismos temas: lo paródico, la mirada extrañada sobre la
realidad, la enajenación sistemática de la memoria, la ingravidez universal, la
preocupación por la muerte, el sexo…
¿Qué le preocupa más, rematar bien
un cuento o desarrollar un tema más amplio en una novela?
Desarrollar
temas amplios en las novelas es una tarea que tiene mucho de burocrática, a
veces incluso de pacientemente documentalista. Rematar bien un cuento es por el
contrario una cuestión de virtuosismo.
El año pasado publicaba El tiempo imaginario una auténtica fábula sobre lo real y lo
onírico, ¿es esta su forma de dar sentido al mundo?
Sí, de dar
sentido a un mundo sin sentido, es decir, al mundo real. Cuando me propuse
escribir El tiempo imaginario, el
referente inmediato fue Alicia a través
del espejo. Quería dar coherencia y método a una historia a través del
delirio y el sueño. La realidad arrastra siempre un cono de sombra que la
emparenta estrechamente con su reverso. Si yo leo por ejemplo las famosas
palabras de la Reina Roja
en Alicia:"¡Un país bastante
lento! Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para
permanecer en el mismo sitio", no me viene a la cabeza una vaga hipótesis
evolutiva sino la propia realidad que me rodea.
Un pequeño inciso para hablar de
sus cuentos, y me refiero al artificio, digresión y una atenta observación de
la realidad que caracterizan a sus relatos, ¿siguen siendo las mismas premisas
de su inquietud por lo breve?
Todos los
rasgos que usted señala permanecen en ellos. Pero creo que el elemento más
constante es la parodia de la realidad, esa forma esperpéntica de acercarse a lo
cotidiano que nos permite una mirada extrañada y lúcida y por tanto crítica
sobre ella. Lo paródico muestra la realidad deformada para, mediante el recurso
del extrañamiento, recuperar ese verdadero sentido que la mirada habitual, los
prejuicios y la costumbre nos ocultan.
Acaba de publicar una nueva
novela, Los Misterios (e.d.a. 2015), y de nuevo a usted se le antoja que este
mundo es extraño y poco habitable, ¿no ha encontrado aun su lugar o es un
simple recurso para ejercer de juez severísimo?
El mundo está
cruelmente bien hecho en el sentido homérico de que los dioses urden tragedias
para que los hombres puedan cantarlas. Como escritor me siento por tanto como
pez en el agua en este mundo. Ahora, como ser humano a secas la cosa resulta
bastante más jodida. Por lo demás procuro no juzgar, sólo trato de exponer o, a
lo sumo, fiscalizar, traer a juicio.
Sin embargo, en esta novela, el
paisaje resulta idílico, el Pirineo, ¿quizá frente a la esquizofrenia de alguno
de sus personajes?
Todos los
paisajes literarios, como sabían Poe y Unamuno, son en cierto sentido
emocionales, pues acaban siendo a menudo una metáfora del estado de ánimo del
personaje. El hecho de que para el urbano narrador de Los Misterios el paisaje pirenaico sea un lodazal lleno de
mosquitos y bostas de vaca, supongo que dice bastante acerca de su carácter.
Claro, en realidad, hablamos de
artistas, intelectuales, escritores, ¿una revancha personal?
Quizás. En su enumeración ha olvidado
los editores. El mundillo cultural es en general de una gran falsedad, en él
solo importa el dinero y el éxito. Si el mundo económico, político y social en
este país alcanza un grado de corrupción superlativo, en el mundo cultural la
corrupción está generalizada y goza de la mayor impunidad; basta echar un
vistazo, por ejemplo, al sistema de los premios literarios. ¿Por qué? Porque en
este país la cultura no le importa a nadie un carajo.
Al final de la novela, “entre
todos lo mataron y él solito se murió”, ¿una auténtica tragicomedia de enredo
con tintes de negro?
Con esta
novela trataba de saltarme deliberadamente todas las reglas del Detection Club,
incluso la que proscribe la intervención de lo sobrenatural en la solución de
un crimen.
Algunos personajes rayan en la
hipocresía, la apariencia y la mentira, ¿insiste usted en lo vulgar de este
mundo?
No soy yo, es el propio mundo el que se
obstina en insistir.
Parodia de las
novelas de detectives, irónica reflexión sobre alucinógenos y sus
consecuencias, ¿o dejamos al lector que saque sus propias consecuencias?
Dejemos que
el lector aclare los misterios.
No cabe duda alguna,
Los Misterios, es un auténtico divertimento, una crítica a una sociedad
decadente y capitalista, ¿quizá porque se escenifica en un psicodélico escenario?
Tal como se
dice en la novela, los nuevos supermercados espirituales, el zen, la New Age,
y otras técnicas de misticismo aplicado, incluida la experimentación con
sustancias alucinógenas, se han convertido en recursos para mitigar el miedo a
la muerte entre algunos individuos del occidente decadente y capitalista que no
han podido superar el vacío que ha dejado en sus almas la muerte de Dios. Si es
cierto lo que aseguran algunos historiadores y etnobotánicos respecto a que las
religiones primitivas tuvieron un origen enteogénico o psicodélico, quizás
todos estos huérfanos de Dios estén haciendo sin saberlo su viaje a los
orígenes.
¿Y el erotismo, tan presente en su
obra, complementa aquí esa descripción tan degenerada de sus personajes?
Más que de
erotismo yo hablaría de sexo crudo o, mejor aún, de pornografía. Hoy día hay
muchos individuos a los que no les excita tanto el otro como la imagen de sí
mismos copulando. La pornografía ha convertido el sexo en algo puramente
reflexivo, en una forma sofisticada de onanismo, de masturbación con una
utilería, el otro, no siempre dócil y manejable. Yo he tratado de reflejar en la
conducta sexual de mis personajes esas "degeneraciones" en boga.
Finalmente, la novela está poblada
de guiños cinematográficos y literarios, ¿nuevos temas que le sugieren
propósitos nuevos, o historias que se repiten?
De todo un
poco, homenajes, parodias, caldos viejos en odres nuevos y viceversa… La
facilidad con que los clásicos, Shakespeare, Cervantes y Cº, se aposentan y
encajan en lo nuevo, demuestra que en realidad no hay nada nuevo bajo el sol.
La novela aparece en un pequeña editorial de provincias, en
Málaga, con ambición de proyectarse, ¿qué le parece su apuesta y qué le anima a
usted a formar parte de este catálogo de e.d.a?
Creo que las pequeñas editoriales
independientes son hoy día el último refugio de la literatura, y me siento muy a
gusto entre gente, autores y editores, que ama la literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario